Aunque incompleto, se hizo un milagro a los operadores del gobierno de Chiapas

Tuxtla Gutiérrez, Chis. 6 de abril. Y Verónica Castro reinó sobre la huelga de hambre de los presos indígenas. La noche del sábado, pese al contratiempo que representaba para los organizadores los 13 ataúdes negros, las mantas y las personas en plantón demandando la libertad de sus familiares, a escasos 20 metros del escenario especialmente construido para la ocasión, la animadora, actriz y cantante fue coronada “reina de los artesanos de Chiapas”.

Vaya que si sufrieron los operadores del gobierno. Les daban nervios esos indígenas inconformes, y no había condiciones para desalojarlos por la fuerza. Pero los milagros existen. Y a los responsables les llegó uno en forma de carta del obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz García, llamando a los presos a concluir su huelga de hambre, que tras 41 días entraba en una pendiente riesgosa para sus vidas. Pocas horas antes de iniciarse el reinado de Verónica Castro, la Voz del Amate levantó su protesta y lo hizo público. La Voz de los Llanos, sin hacerlo aún público, también.

Pero los milagros suelen ser incompletos. El gobernador Juan Sabines Guerrero y el séquito de la nueva reina, muy lucidora con su deslumbrante corona de ámbar, tuvieron que escuchar una y otra vez el grito: “Presos políticos libertad”, que desde el plantón proferían decenas de tzeltales y tzotziles, ex presos y familiares de los 15 que siguen tras las rejas de los centros de readaptación social 14 y cinco.

El boletín oficial dice que asistieron a la coronación 7 mil personas, quienes algo se habrán enterado del clamor, pues aunque el sonido del espectáculo sonaba tremendanente, los indígenas tenían bocinitas eléctricas para infiltrar los silencios y bajones del regio boato.

No se piense que los artesanos, a cuya monarca coronó el mandatario, con el alcalde tuxtleco a unos pasos, fueron ajenos a la protesta indígena que este domingo completó en la plaza 13 días. La feria de creadores populares (muchos de ellos urbanos) compartió esta semana el espacio con el plantón, y también el sol y los sinsabores; ellos organizaron colectas espontáneas para apoyar a las familias que están en resistencia sobre las escaleras del edificio gubernamental.

Al cubrir la consagración de la estrella predilecta de los chiapanecos (al menos oficialmente), la televisión y la prensa escrita no mencionaron el plantón contiguo. Hoy domingo, en cambio, se esforzaron por reportar el levantamiento de anafres, cobijas, mantas y féretros. Los indígenas existieron a la hora de marcharse. Algo es algo.

Verónica Castro pasó la semana visitando los principales centros turísticos de Chiapas para promocionar el sector. Además, la empresa que la trajo vendió la exclusiva de su gira chiapaneca a conocida revista del corazón.

El gobierno puso a disposición de la actriz helicópteros, avionetas y vehículos para su traslado. Cuando la animadora vino a Chiapas en febrero, el área de comunicación social del gobierno justificó la atención que recibió argumentando que “estimularía la promoción, diseño y elaboración de artesanías”.

El lunes pasado la visitante llegó a Comitán en un helicóptero del gobierno a la base militar de Copalar, para trasladarse al Parador Museo Santa María, en La Trinitaria, el hotel más caro de la región. Posteriormente voló a los centros ecoturísticos de Tziscao y Las Nubes, y conoció la reserva de Montes Azules.

En otra nave la acompañaron policías de civil, reporteros y ayudantes, que mantuvieron alejados a los curiosos. Según personal de comunicación del gobierno, Castro realizó una “intensa gira de trabajo”. Al ser coronada anoche, la carismática mujer lucía, muy contenta, un vestido tradicional de Chiapa de Corzo floreado sobre fondo negro.

La tarde del domingo, al proseguir el festejo, el plantón ya no estaba, pues se trasladó horas antes a San Cristóbal de las Casas para acordar acciones futuras. Siguen presos 15 indígenas adherentes a la otra campaña en Chiapas y dos zapatistas en Tabasco. “Esto no ha terminado”, decían los plantonistas.

Nota de Hermann Bellinghausen, La Jornada, 7 de abril.


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