Cada uno de los medios que participó en este ejercicio admitieron que adelantó al gobierno de Washington la selección de cables filtrados antes de su publicación.
“La transparencia y el discernimiento –sostiene la directora ejecutiva de Le Monde, Sylvie Kauffmann, en una columna– no son incompatibles, y eso es lo que en el fondo hace la diferencia entre nosotros y la estrategia de Wikileaks.”
La directiva explica la forma en que el diario midió la enorme dimensión implicada en la publicación de esos cables diplomáticos confidenciales de Estados Unidos, “que atraviesan el corazón mismo de todos los grandes asuntos de las relaciones internacionales”.
Señala que “a partir del momento en que esa masa de documentos fue transmitida, aun ilegalmente, a Wikileaks, fue patente el riesgo de caer en cualquier momento en el dominio público”.
Ante ello, Le Monde concluyó que era su responsabilidad tomar conocimiento de la información, analizarla y ponerla al alcance de sus lectores.
Con diferentes presentaciones, cada periódico acompañó su despliegue informativo con una explicación editorial.
The New York Times, por ejemplo, publica una “nota para nuestros lectores”, en la que señala: “Creemos que los documentos ofrecen un servicio importante al interés público”.
Admite que la redacción “tuvo cuidado de excluir toda la información que pudiera poner en peligro a los informantes confidenciales o comprometer la seguridad nacional” de Estados Unidos.
La nota explica que el NYT compartió con los otros cuatro periódicos europeos estas medidas “con la esperanza de que ellos también editaran los documentos que planearan publicar”.
Adelanta que una vez hecha la selección de los cables que decidió publicar, el periódico la envió previamente a funcionarios del gobierno de Barack Obama, invitándolos a debatir si consideraban que algunos dañaban el interés nacional. Éstos respondieron aclarando de entrada que condenaban la publicación de material clasificado como secreto y sugiriendo cambios. “Accedimos a algunos, no a todos.”
Ayer mismo el NYT inició un dinámico intercambio epistolar con sus lectores por conducto del correo electrónico askthetimes@nytimes.com.
Lo mismo hizo el director de El País, de España, Javier Moreno, quien entabló un chat con los internautas, en el cual afirmó que en su diario aplicaron “serias restricciones: no se nombran fuentes o contactos a los que consideramos en riesgo y los cables correspondientes se publican convenientemente editados o censurados”.
Los chismes, ingrediente atractivo
A su vez, una nota editorial del diario británico The Guardian advierte a los lectores que no publicará ni hará investigaciones periodísticas sobre algunos de los cables filtrados. “Nuestras leyes internas imponen una limitante adicional a los editores de periódicos” de Gran Bretaña, aclara el rotativo liberal.
El breve texto señala que los cinco periódicos involucrados en este ejercicio avisaron con anticipación al gobierno estadunidense. Especifica además que Wikileaks no reveló a ninguno de los diarios sus fuentes de información “y no participó en la preparación, edición y redacción” de los reportajes. “La cooperación se limitó a acordar las fechas de publicación para las regiones específicas.”
Los editores del semanario alemán Der Spiegel (que vende un millón de ejemplares cada semana) no publicaron una nota editorial para justificar su decisión de participar en la megafiltración, pero incluyeron una columna en la que explican los orígenes de los cables diplomáticos, sus niveles de confidencialidad, comparándolos incluso con el sistema de discreción de los servicios de inteligencia alemanes, y una advertencia sobre “lo que el lector puede encontrar y lo que no”.
En virtud de que cerca de 850 mil funcionarios estadunidenses de distintos niveles y agencias tienen acceso a sitios que almacenan la información top secret de su sistema diplomático, “la filtración de estos documentos se perfilaba como un accidente que iba a ocurrir tarde o temprano”, opina del semanario, que se publica en Hamburgo.
Acerca del grado de credibilidad de estos cables, Der Spiegel advierte a sus lectores que este material fue elaborado por diplomáticos estadunidenses en la creencia de que no saldrían a la luz pública en al menos 25 años.
“Eso quizás explica por qué los embajadores incluían en sus reportes tantos chismes y versiones de tercera mano.”
Por tanto, “uno de los principales atractivos de los cables es conocer de primera mano cómo estos diplomáticos relatan su verdad... al menos como ellos la ven”.
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