“Ulises deja un festejo dividido”

El gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz, concluye su mandato y deja como herencia un festejo de Guelaguetza polarizado.

La celebración oficial, que ahora tuvo como sede alterna el estadio de futbol Benito Juárez, fue resguardada por poco más de 2 mil policías y solamente asistieron 5 mil personas, mientras que a la segunda Guelaguetza, la popular, la que promueve y organiza desde la revuelta de 2006 la sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, reunió a poco más de 20 mil asistentes y que fue desarrollada en los campos del Instituto Tecnológico.

En medio de los dos escenarios, como manzana del la discordia, este lunes lució vacío el auditorio de la Guelaguetza en el cerro del Fortín,sede principal del evento, cuyas obras de remodelación fueron saboteadas por los profesores y cuyo espacio no fue utilizado, esta vez ante la obra inconclusa que se realiza en el inmueble y que tienen la intención de adecuar el espacio folclórico con un techado tipo parisino para evitar que los espectadores sufran de las inclemencias del tiempo.

Al gobernante que se va se le notó solo, sin invitados especiales, a su alrededor solamente la cantante Lila Downs y algunos empresarios españoles.

Su palco fue acondicionado en una de las gradas de un campo deportivo antiguo, que tiene riesgo de colapsarse y que tuvo que ser intervenido por funcionarios de Protección Civil.

El cupo tuvo que ser limitado, sin embargo, hubo ingenio para adaptar el escenario. Otro gran problema fue el audio y el sonido local que por momentos falló.

Secretarios de despacho, jefes de oficina y hasta presidentes municipales fueron agregados en la comitiva para llenar el lugar.

En contra parte, la Guelaguetza popular tuvo mayor concurrencia, aunque con rastrazos.

Sus activistas acudieron aún y cuando las calles y avenidas circunvecinas a su encuentro fueron cerradas a la circulación con barricadas que montaron con camiones secuestrados.

Los profesores festejaron el sabotaje del acto oficial, anunciando que aglutinaron a poco mas de 18 mil almas a su encuentro.

Los educadores estiman que gastaron hasta 3 millones de pesos en la organización de su evento, que admite fue producto de la cooperación colectiva de las organizaciones que apoyan su movimiento.

En ambos festejos se realizaron los mismos bailables. Del lado oficial, lo más selecto, en lo popular, los auténticos. Allá lo característico, del otro bando lo más peculiar.

En ambos mujeres atractivas, cadenciosas en su andar y caminar, hombres bragados galantes en su bailar.

Sones, jarabes, chilenas y tradiciones, las mismas caracterizaciones, algunas con más enjundia, emoción y hasta erotismo en otras actuaciones demasiado esterilizadas, cada quien a su forma, a su estilo, según su ideología, al final es la Guelaguetza.

En medio de la controversia, y respondiendo al legado que deja tras seis años, el gobernante rechaza hablar de polaridades y aclara que sólo dejó expresar la pluralidad.

“La Guelaguetza no es propiedad de nadie, su único propietario es el pueblo de Oaxaca y la tradición perdurará por encima de cualquier gobierno”, indicó.

Óscar Rodríguez, Milenio, 20 de julio.

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