“Voy por la presidencia”

Los delegados y su gente arriban a la asamblea pública. Coparán el zócalo. Lo dice todo el gafete que pende de sus cuellos: “Voy por la Presidencia en 2012”. En el templete ya están Jesusa Rodríguez, activista y animadora, y otros dirigentes partidistas, entre éstos los del PT y Convergencia, Alberto Anaya y Luis Walton. Los presentes exigen la presencia de Andrés Manuel López Obrador, quien dejará que primero hablen los demás, pues deben informar sobre sus actividades.

Ondean banderolas del PT y Convergencia. “¿Listos para ganar la Presidencia en 20012?”, pregunta Jesusa. El coro dice que sí. Aparece Enrique González Pedrero, sociólogo y economista, ex gobernador de Tabasco, y secretario general del PRI en la década de los 70 y ex presidente del Instituto de Estudios Políticos, Económico y Sociales (IEPES), de ese partido. Hombre de ideas.

A eso de las 11:00 horas, Jesusa anuncia la llegada de López Obrador, pero tarda en subir al templete, pues se detiene en el camino para saludar a racimos de seguidores que, delimitados por cercas metálicas, estiran sus brazos. Tratan de alcanzarlo. La mayoría es gente grande. Cabezas canosas. Rostros curtidos que ansían un saludo. Un toque de mano. Una sonrisa.

Y ese coro: “¡Pre-si-den-te, pre-si-den-te!”. Manojos de manos se estiran frente al personaje. Él acaricia el rostro de una mujer. Ésta y sus vecinos se emocionan. Todos le dicen algo, en voz alta o a través de susurros, pero él no se da abasto. Tampoco le da tiempo de estampar autógrafos solicitados. Sobre la tarima, Jesusa repite: “¡Es un honor, luchar con Obrador!”

El tabasqueño, traje café, camisa blanca y corbata amarillo pálido, sube a la tarima, donde lo espera gente de su círculo, y se hace acompañar de González Pedrero y doña Rosario Ibarra, primero; después, de Anaya y Walton, y más tarde le pide a un colaborador que invite a la escritora Elena Poniatowska.

Los oradores informan de sus actividades. Tienen el tiempo medido. La mayoría da cuenta del número de militantes del movimiento y se refieren a la distribución del periódico Regeneración, medio oficial del movimiento que encabeza López Obrador, quien asiente al término de cada disertante, algunos de los cuales, como Alma Delia, viajaron varias horas desde sus comunidades.

“No a las alianzas políticamente inexplicables”, dice un orador de Baja California, que se presenta como integrante de la iniciativa privada. “El tirano Ulises Ruiz ha caído, compañeros”, pregona otro de los oradores, que se presenta como “senador suplente” de esa entidad, y López Obrador pasea su sonrisa.

Van pasando cada uno de los representantes. “¡Fuera la izquierda chuchista!”, dicta el de Tlaxcala, seguido de un coro que parecía esperar ansiosa esa consigna. López Obrador, sonriente, le aplaude. Un yucateco, indumentaria blanca, recita: “Ahora sí, la mafia del poder, en 2012 se va a joder”.

Jesusa Rodríguez habla de la “magna asamblea” y agrega: “Ya escuchamos a todo el país, ¿qué les parece?”. Y enseguida menciona a Enrique González Pedrero, quien comenta que “la patria de nuestros hijos debe ser mejor que la que vivimos”, y para ello es necesario “organizarnos”.

La gente, sin embargo, se desespera y algunos comienzan a silbar. El ex mandatario tabasqueño, autor, entre otros libros, de El gran viraje, percibe el ambiente, alza la voz y acalla. Termina. Lo secunda Poniatowska, quien asegura que “la cultura podrá salvarnos”, y que “las mujeres del mundo seguimos luchando por pan y rosas”.

El investigador universitario Armando Bartra, tercero de la lista, dice que en el Zócalo está representado “el país entero”, y que “la tristeza invade a los mexicanos”, y que la Bolsa Mexicana debe pagar impuestos…” Pero la gente se desespera y surgen murmullos. López Obrador pide calma.

Y el presidente legítimo de México, último orador, sacude a la masa cuando habla del “proyecto alternativo de nación” y anuncia: “Desde esta plaza declaramos que nuestro movimiento sí participará en las elecciones de 2012”.

Y pregunta:

—¿Vamos?

—¡Siií!

—¿Están de acuerdo?

—¡Siií!

—¡No los escuché! ¿Vamos?

—¡Siií!

Invita a organizarse y correr la voz, y reitera: “No todos los políticos son iguales: nosotros somos distintos”. Baja y saluda. Gente grande se arremolina. Buscan respuesta a sus saludos. Él alza las manos. Hace un alto, abraza a un niño, lo besa. Solicitan su mano, pero no hay para todos.

Humberto Ríos Navarrete, Milenio, 26 de julio.

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