Este acuerdo de 3 por ciento es la columna vertebral del Protocolo de Kyoto, en el cual inicialmente se planteó que las naciones desarrolladas bajarían las emisiones GEI en 5.6 por ciento respecto de 1990, pero, como Estados Unidos no ratificó, la meta decreció dos puntos porcentuales, señala Edmundo del Alba, asesor del Instituto Nacional de Ecología (INE).
Actualmente China, que no tiene obligaciones de bajar emisiones, porque en Kyoto se le ubicó como nación en desarrollo, es el país que más GEI genera: 18.7 por ciento del total mundial, seguido de Estados Unidos, con 18.3 por ciento. Sumadas a los integrantes de la Unión Europea, Rusia, India, Japón y Brasil se alcanza 73.35 por ciento de los contaminantes mundiales. México aporta 1.65 por ciento, por encima de Italia, Francia y Australia.
Luego de que a finales de la década de los 80 del siglo pasado expertos internacionales advirtieron que la acumulación de gases tendría efectos negativos en el clima, se empezó a trabajar en el tema. En 1988 en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se formalizó el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) con el objetivo de estudiar el alcance de lo que previamente los científicos habían informado.
En 1990, el IPCC presentó el primer reporte, el cual señaló que la acumulación de GEI tendría consecuencias negativas en el medio ambiente y que existía la probabilidad de que esa concentración fuera causada por actividades humanas, explica De Alba, quien hizo un recuento del proceso.
A partir de esta base científica, la ONU formó el comité intergubernamental de negociación para establecer la Convención Marco. En febrero de 1991 tuvo su primera reunión, y en 1992 se firmó el instrumento en la Cumbre de la Tierra de Brasil.
El objetivo de la convención fue estabilizar “las concentraciones de GEI en la atmósfera a un nivel que impida interferencias antropogénicas peligrosas en el sistema climático. Ese nivel debería lograrse en un plazo que permitiera que los ecosistemas se adaptaran naturalmente al cambio climático, asegurar que la producción de alimentos no se viera amenazada y permitiese que el desarrollo económico prosiga de manera sostenible”, abundó Adrián Fernández, presidente del INE.
De Alba recuerda que hace 16 años entró en vigor la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, aprobada por el Senado mexicano, y que son 194 los países miembros. “Quizá es una de las más firmadas del mundo, lo que genera una situación compleja, por el número de integrantes y porque las decisiones se toman por consenso. En ella se establece el principio de responsabilidades comunes, pero diferenciadas, lo que explica la contribución de cada país en la acumulación de gases en la atmósfera y el bióxido de carbono, principal gas de efecto invernadero que permanece hasta 100 años en la atmósfera.”
Recordó que en diversos párrafos de la convención se decía que los países desarrollados tomarían medidas en 2000 para regresar a las emisiones de 1990; sin embargo, se vio que esos compromisos no alcanzarían la estabilización, por lo que “se negoció el primer periodo de compromisos del Protocolo de Kyoto, el cual fue adoptado en 1997, pero entró en vigor en 2005 y vence en 2012”.
El acuerdo establece compromisos cuantitativos de reducción de emisiones de bióxido de carbono para 42 países desarrollados y en transición, que fueron incluidos en el Anexo 1 del protocolo, a cumplirse entre 2008 y 2012. La meta era reducir 5.6 por ciento los GEI, respecto de 1990, pero como Estados Unidos no lo ratificó se redujo a 3 por ciento, cuando frenar el cambio climático exige reducir 70 por ciento de las emisiones, precisó.
En la COP 13 de 2007 se adoptó el Plan de Acción de Bali, que pide la revisión del protocolo y acciones dentro de la convención. Con este plan se crearon dos grupos especiales de trabajo: de cooperación de largo plazo, que se encarga de temas de adaptación, mitigación, tecnología y financiamiento, y el del Protocolo de Kyoto, que determina medidas de reducción de emisiones de GEI.
Adrián Fernández refiere que el debate ha sido “quién paga las reducciones de emisiones, porque existe una responsabilidad histórica de los países desarrollados, pues ellos causaron el problema, y la atmósfera tiene un espacio finito para llenarse de bióxido de carbono (hoy tiene 387 partes por millón de gas). Los científicos hablan de un máximo de 450, lo cual incrementaría la temperatura en dos o tres grados centígrados. En algunos lugares la temperatura no subirá tanto; en otros será más alta. En Asia, África y América del Sur subiría más que el promedio del planeta”.
En la pasada reunión de Copenhague, a última hora un grupo de países, entre ellos Estados Unidos y China, fijaron acuerdos voluntarios para evitar que la temperatura suba más de dos grados.
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