'Se sentía tensión en el Estadio'

Gerardo Herrera, contador egresado de la UNAM; pasó 12 horas en los separos de la Delegación de Coyoacán acusado de perturbar el orden público durante el partido México-Guyana realizado el pasado jueves en el Estadio Azteca.

Recuerda que escuchó a un sujeto silbar una tonada mientras se acercaba para golpearlo en la cabeza.

"Nunca se me va a olvidar cómo sonaba. Sólo sentí el golpe y pues me empecé a defender", relata.

Asistió al partido con algunos amigos, con quienes se divirtió sin problemas durante el primer tiempo. Al iniciar el segundo se unieron a los gritos contra Enrique Peña Nieto que provenían de las tribunas.

Enseguida recibieron insultos de un grupo de personas con playeras o gorras rojas.

"No somos del movimiento (#YoSoy132) ni mucho menos. Simplemente simpatizamos con ellos. De hecho, la mayoría de los que que estábamos ahí ya terminamos de estudiar. Lo que pasó es que somos muy gritones y nos emocionamos con las porras", comenta.

Gerardo fue al primero que golpearon y se inició la gresca. Un grupo de policías llegó a detener el enfrentamiento. Sacaron al contador y sus amigos del estadio y los llevaron directamente a la delegación.

"No sé cuánto tiempo estuvimos entre los golpes, pero se me hizo que en un instante ya nos habían subido a la camioneta de la Policía", recuerda.

Para salir pagó una multa de 200 días de salario mínimo.

El encuentro resultó amargo también para otros asistentes, quienes percibieron un ambiente tenso a lo largo del encuentro y observaron golpizas en diferentes puntos del Azteca.

"Vuelves a gritar esa pendejada y te parto tu madre", amenazó un simpatizante priista a un adolecente de 17 años, quién con sus amigos coreaba "¡Peña puto, Peña puto!". A la advertencia le siguió una cachetada.

Óscar González, asesor inmobiliario, presenció la escena atónito.

El agresor, señala, formaba parte de un grupo de alrededor de 20 hombres fornidos que durante el partido se movilizó hacia las zonas donde se escuchaban consignas contra Peña.

Animados con varias rondas de cervezas, trataban de imponer su "Ole, ole, ole, Peña, Peña" sin preocuparse por el partido.

De pie haciendo señas con las mano derecha y dando instrucciones por el celular, un hombre de alrededor de 35 años se comunicaba con otros grupos. Su mano siempre se dirigía hacia dónde provenían las porras.

"A lo lejos se veía que iban a provocar a los chavos. Me dio miedo y preocupación, porque en el ambiente se sentía la tensión, por eso decidimos salirnos", explica González.


Adriana Alatorre, Reforma, 10 de junio.

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