LA HABANA.- Líder indiscutido de la Iglesia católica en Cuba, el Cardenal Jaime Ortega, de 73 años, guarda tras su sonrisa permanente y modales suaves una mano firme que lo hace acreedor de la llave de las prisiones políticas de la Isla.
Sacerdote a los 28 años, Obispo a los 34 e investido con el capelo cardenalicio a los 58, el segundo Cardenal en la historia de Cuba logró entablar con éxito un inédito diálogo con el Presiente Raúl Castro el 19 de mayo para tratar el tema de los presos políticos y otros asuntos internos.
Declaraciones suyas en abril, en las que desaprobaba el asedio de seguidores del Gobierno a las Damas de Blanco, un grupo de familiares de reos políticos, le abrieron la puerta como interlocutor con las autoridades, que pusieron fin al asedio contra las marchas de las mujeres.
Como éxito contundente de su mediación, el Cardenal logró el miércoles el compromiso de Castro de liberar gradualmente a 52 reos políticos.
Ese puente es un reconocimiento a la paciente labor de Ortega, quien llevó a la Iglesia a cambiar la confrontación por el diálogo y el enclaustramiento en los templos para ir ganando pequeños espacios sociales.
A Ortega, acostumbrado a caminar en aguas turbulentas, se le atribuye un gran sentido del equilibrio para unir a una Iglesia dividida entre jerarcas inmovilizados por el resentimiento y religiosos partidarios de la evolución.
Sin embargo, miembros de la Oposición en el exilio sostienen que el actuar de la Iglesia es tardío y que el Cardenal se presta a frenar la indignación mundial por la situación de los presos.
Sacerdote a los 28 años, Obispo a los 34 e investido con el capelo cardenalicio a los 58, el segundo Cardenal en la historia de Cuba logró entablar con éxito un inédito diálogo con el Presiente Raúl Castro el 19 de mayo para tratar el tema de los presos políticos y otros asuntos internos.
Declaraciones suyas en abril, en las que desaprobaba el asedio de seguidores del Gobierno a las Damas de Blanco, un grupo de familiares de reos políticos, le abrieron la puerta como interlocutor con las autoridades, que pusieron fin al asedio contra las marchas de las mujeres.
Como éxito contundente de su mediación, el Cardenal logró el miércoles el compromiso de Castro de liberar gradualmente a 52 reos políticos.
Ese puente es un reconocimiento a la paciente labor de Ortega, quien llevó a la Iglesia a cambiar la confrontación por el diálogo y el enclaustramiento en los templos para ir ganando pequeños espacios sociales.
A Ortega, acostumbrado a caminar en aguas turbulentas, se le atribuye un gran sentido del equilibrio para unir a una Iglesia dividida entre jerarcas inmovilizados por el resentimiento y religiosos partidarios de la evolución.
Sin embargo, miembros de la Oposición en el exilio sostienen que el actuar de la Iglesia es tardío y que el Cardenal se presta a frenar la indignación mundial por la situación de los presos.
Reforma, 9 de julio.
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