“¡Diooos cumpliooó!”, gritó frenética una vieja mujer priísta y se echó a los brazos del candidato Mariano González Zarur. Más tarde, cuando el priísta había proclamado su triunfo, la misma voz potente de esa mujer refrendó su parecer: “Gracias al señor Jesús que nos escuchó”.
Los priístas están de vuelta, pues. Perdieron en 1999 ante el PRD y en 2004 con el PAN. Esta noche, de acuerdo con las cuentas de su cuartel general, han ganado el boleto para gobernar Tlaxcala de 2011 a 2017.
Unos 25 minutos después del cierre de casillas, la candidata del PAN, Adriana Dávila, se proclamó vencedora con base en sus encuestas de salida, y se dio abrazos con Minerva Hernández (PRD), quien declinó días antes a su favor, y con Josefina Vázquez Mota, coordinadora de los diputados del PAN y representante de César Nava.
Al amanecer se esperaba una contienda cerrada, tensa, con posibles brotes de violencia, un torneo de mapachería. Pero a las 7:30, 30 minutos antes de la apertura de casillas, ya había filas de electores. Esa escena se repitió en Tlaxcala, Apizaco, Chiautempan, Zacatelco, San Pablo del Monte, Calpulalpan y Huamantla; la geografía completa tlaxcalteca se pintó de electoral. Algo no visto por esta generación.
También se buscaban intérpretes para la calma en el estado. Los mercados, caminos, carreteras; las iglesias, las plazas vivían su domingo y la jornada de votación en una tranquilidad inesperada. Claro, hubo los “prietitos en el arroz”, como cierta bodega descubierta en Ixtacuixtla, donde había electrodomésticos, dicen los que vieron, con propaganda del PAN. Hubo la clásica entrega de despensas.
Y claro, Tlaxcala no puede ser todo de terciopelo. Dígalo si no el señor obispo, Francisco Moreno Barrón, que llegó muy orondo a la casilla 446, y a la voz de “buenos días, hija”, pretendía saltarse la fila y votar, eso sí, como Dios le dé a entender, y retirarse a sus santos oficios. Pero un coro tlaxcalteca cambió sus planes, al grito de: “¡A la cola, a la cola!”. Y allá fue a dar.
En Apizaco votaron Mariano González Zarur, a las 10:15, y Adriana Dávila, a las 11:25. El priísta llegó con una corte de la talla de Emilio Gamboa Patrón, líder de la CNOP, que apostaba: “Vamos a ganar por un amplio margen”.
Doña Adriana, en cambio, acudió sólo acompañada por su pequeña Ximena. Ellas y la nube de periodistas, a los que daba su pronóstico muy dominical: “Lo que Dios diga”. Estaba inquieta, alegre, sí, pero sola, ella y su niña.
Aquí, el epicentro de la jornada no estuvo en el alejado Instituto Electoral de Tlaxcala (IET), sino en el céntrico hotel San Francisco, donde PRI y PAN alquilaron espacios para levantar el brazo a su candidato ganador. A las 13:00 llegó Vázquez Mota para “no moverse hasta tener resultados”. Y a las 18:25 horas acompañaba a Adriana en una apurada proclamación de triunfo “por cinco puntos”. Y tras el anuncio y los abrazos de ocasión, mutis.
En el cuartel priísta había silencio a las 19:00 horas. El parto estaba en su momento crítico. La televisión daba nueve puntos al PRI. En el cuarto de guerra la tensión se volvió júbilo.
Carlos Rojas, coordinador de la campaña que marcaba el triunfo que se le negó a los priístas dos veces, cotejaba actas y encuestas y cerraba la estimación triunfante: “Les sacamos una ventaja de 10 puntos... hasta ahorita”.
Iban a ser las nueve de la noche de un día difícil. Hacía una hora que priístas daban rondines en la plaza principal. Y se acomodaban frente al hotel. Los panistas se habían hecho humo. Vázquez Mota había salido de la ciudad. De Adriana no se sabía nada cierto.
Y llegó el mariachi Águilas de México con “El rey”, antecedido por los gritos de la gente de base: “¡Gracias al señor Jesús, sí se pudo!”. González Zarur llamó al reencuentro de los tlaxcaltecas, ahora que su triunfo era “transparente y contundente”, mucho más, dice su equipo, de lo que esperaban.
En la calle, las huestes priístas renacían al ver a González Zarur: “¡Señooor gobernadooor!”, gritaban. Así, la alternancia dio la vuelta completa en Tlaxcala. Y el PRI de la tlaxcalteca Beatriz Paredes está de vuelta
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