En el reparto de las cuotas electorales, los perredistas cocinan aparte cada caso

“Hemos superado la crisis, avanzamos en la unidad”, dice Jesús Ortega, presidente nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Si los aplausos en vivo fueran la medida, entonces los perredistas estarían todavía a un trecho de dejar atrás su elección interna de marzo de 2008. O quizá sea sólo que la oratoria de Ortega –quien últimamente confía en su memoria y no lleva discursos preparados– no enciende ni a los más convencidos.

Pues sí, quizá sólo sea el verbo anticlimático del presidente, porque avances hay. Sea porque son concientes del grave riesgo de repetir el cochinero, sea porque saben que sólo así pueden evitar la redición electoral de 1991, han logrado ya la “reserva” de 223 distritos electorales federales. Esto significa, simple y llanamente, que no habrá elección de candidatos abierta a la ciudadanía ni a la militancia, sino un acuerdo entre los grupos y factores de poder del partido para definir los nombres.

La cifra anterior implica, por supuesto, que hace falta el acuerdo en los 73 distritos restantes (más las listas de los candidatos plurinominales). Donde hay resistencia, negociación en curso que llegará hasta el último minuto o de plano decisión de que sí haya comicios en el Distrito Federal, Zacatecas, siete distritos del estado de México y “alguno que otro suelto”.

Por la mañana se vio en las inmediaciones del salón de sesiones, muy cerca del Paseo de la Reforma, a Manuel Camacho Solís, no en su papel de miembro de la dirección del Frente Amplio Progresista, sino de operador del jefe de Gobierno Marcelo Ebrard. “¿De verdad quieren ir a elecciones? ¡Es una locura!”, dicen que volvió a decir Camacho Solís.

Zacatecas, estado de México y el Distrito Federal

Cada caso se cocina aparte. La gobernadora de Zacatecas, Amalia García, pidió expresamente que en su entidad no se reservara ninguno de los cuatro distritos, con el argumento de que las precampañas permitirían a los candidatos “posicionarse” frente a una oposición que ha ganado terreno y frente al ahora petista Ricardo Monreal. García avisó además que de todos, va a ganar todos.

Los siete distritos mexiquenses son terreno de disputa entre Nueva Izquierda (NI) y Alianza Democrática Nacional (ADN), corrientes que integran el bloque mayoritario en el PRD orteguista: comparten juego, pero no canicas. ADN teme perder en la mesa, en favor de su aliada NI, distritos que considera suyos, por su “mayor presencia de base”. De modo que se disputarán siete diputaciones muy probablemente en las urnas.

El nudo mayor es, claro, el Distrito Federal, donde según sus encuestas el PRD retendrá la mayor parte de las posiciones que tiene. El año pasado cerró con intensas negociaciones entre los grupos. En el año nuevo han seguido sin resultados, pese a la intervención directa de Marcelo Ebrard.

Hace unos días, en una reunión privada, Jesús Ortega Martínez le dijo a Ebrard Casaubon que él y los otros jefes chuchos no están de acuerdo con la postura de René Arce –cabeza de la principal “subcorriente” de NI en la capital– y que buscarán por todos los medios que no haya elección.

El senador Arce quiere que cada grupo se quede con lo que tiene: en su caso, tres delegaciones y 17 diputados locales, con lo cual retendría el control de la Asamblea Legislativa.

En la primera semana del año Ebrard propuso 12 diputaciones para NI, 13 para Izquierda Democrática Nacional (IDN, de René Bejarano y Dolores Padierna), seis para candidatos propuestos por él y el resto para otros grupos. Sobre ese reparto se han tejido y destejido posibles fórmulas, sin llegar a un acuerdo.

De todos estos temas se habla en los pasillos y el vestíbulo, mientras arriba desfilan oradores para abordar la crisis económica, el “acuerdo” calderonista al respecto y la invasión israelí a la franja de Gaza. Saúl Escobar, secretario de asuntos internacionales, disecciona el conflicto:

–Buena pieza didáctica para alumnos tan poco atentos –se le hace ver.

–Como decían mis maestros, basta con uno que aprenda.

Pocos atienden, porque en los corrillos hay toneladas de chismorreos, salpicados de versiones verídicas.

Con orgullo y una sonrisa en la boca, el senador Graco Ramírez adelanta que la próxima semana habrá una “reunión pública” entre Jesús Ortega y Alejandro Encinas. La pipa de la paz, con foto. No los une el amor, sino las urnas. Como se quiera.

Poco antes, en su discurso, Ortega ha dicho que los priístas están enojados, porque el PRD “fue factor” en la reforma energética y “factor determinante” en la aprobación del presupuesto. Dice además que el partido puede mantener su cuota legislativa, o incluso acrecentarla, si consigue, “y quiero poner énfasis, la unidad”.

Por lo pronto, los asuntos de la agenda salen por consenso, pero la reunión se pospone para el viernes siguiente, debido al desacuerdo por las candidaturas.

Desde Chihuahua, Andrés Manuel López Obrador anuncia que apoyará a los candidatos de su partido, el PRD, y del Partido del Trabajo y Convergencia. Se instala la comisión de candidaturas. Nadie retira la “amenaza” de elección en el Distrito Federal.

Con todo, la próxima semana habrá día de la unidad perredista. Lo confirma Ricardo Ruiz, representante de Encinas en los jaloneos de estos meses. Dice que estarán los liderazgos, los gobernadores, representantes de sectores sociales aliados. Y, claro, Encinas junto a Ortega, si todas las negociaciones salen bien.

Arturo Cano, La Jornada, 17 de enero.


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