Padecen violencia, depresión y esquizofrenia los niños inmigrantes que se instalan en el sur del país: CNDH

Depresión aguda, violencia, abuso de drogas y esquizofrenia son los principales desordenes psicológicos de menores inmigrantes que se han instalado en la zona fronteriza sur de nuestro país, reportó la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).

Tras realizar un trabajo de campo de tres meses en Chiapas y Tabasco —que incluyó entrevistas con niños y adolescentes—, el organismo acreditó un descenso en la cantidad de menores en situación de calle y, como consecuencia, un aumento en actividades bajo techo de alto riesgo, relacionadas con abuso sexual, trata laboral y otras operaciones clandestinas.

“Hay desconocimiento generalizado sobre la dimensión del tema migratorio infantil… Uno de los riesgos es la manera cómo mexicanos se aprovechan económica y laboralmente de la situación, al igual que centroamericanos que resultan ser familiares o conocidos, por lo que es relativamente fácil traer a los niños a trabajar. Este tipo de vínculos y el hecho de brindar apoyos como vivienda y alimentación favorece que los menores no denuncien maltratos”, refirió.

La investigación de la CNDH se orientó hacia aquellos infantes establecidos en ciudades fronterizas, principalmente al sur de Chiapas, como Tapachula, Ciudad Hidalgo y Huixtla; así como en Tenosique, Tabasco.

Para su análisis, clasificó a los niños en cuatro categorías: los asegurados por las autoridades —pues reportó casos en los que permanecían hasta tres meses en estaciones migratorias—, y los trabajadores agrícolas, callejeros y domésticos.

“Hay un decremento en el número de niños en la calle: practican en menor medida actividades como tragafuegos, payasitos, cantantes o vendedores de dulces, ahora están bajo techo, en conductas de alto riesgo”, concluyó.

Además de los ya referidos, encontró en los menores migrantes desórdenes como ansiedad, fobia, somatización, síndromes dolorosos crónicos, adicciones, alteración de conducta y episodios. “En su mayoría presentan un duelo migratorio que los lleva a padecer cuadros de depresión agudos, sobre todo debido a la pérdida prematura de la infancia”.

Los principales ramos a los que se dedican son: agricultura, servicios domésticos, servicios de la construcción, ganadería y comercio, todos con salarios ínfimos y largas jornadas de trabajo.

Las trabajadoras domésticas, por ejemplo, “realizan jornadas extenuantes de hasta 12 horas diarias y algunas lo hacen sólo a cambio de techo y comida, pues hay patrones que optan por no pagarles”.

Los que están en situación de calle “son canguros, boleros, floristas, vendedores ambulantes, globeros, mendigos, limpiaparabrisas, algodoneros, y muchos son explotados sexualmente”.

En el reporte se establecen como las principales causas de migración: la reunificación familiar y la búsqueda de un empleo para ayudar económicamente a sus familias, especialmente a sus madres; el maltrato físico y psicológico de familiares y vecinos; la intención de evitar integrarse a pandillas y motivos de persecución.

“Los menores que emprenden viajes más largos hacia Estados Unidos son principalmente de El Salvador y Honduras, y quienes se quedan en la zona fronteriza de México provienen de manera primordial de Guatemala y Belice”, señaló.

En el informe, se alude a un cambio en las rutas migratorias después del Huracán Stan en 2005: “Uno de los estragos más significativos fue la inhabilitación de las vías férreas en casi toda la zona costa de Chiapas, porque el tren dejó de circular. Tapachula dejó de ser punto de salida y la ciudad de Arriaga tomó su lugar”.

En este contexto, la Comisión denunció una total falta de coordinación entre dependencias del gobierno mexicano con instancias de los gobiernos centroamericanos y organizaciones sociales nacionales e internacionales.

“No parece haber un vínculo entre las instituciones con los menores ni con la sociedad civil. Ellos, los niños, carecen de un mínimo de conocimiento sobre sus derechos y obligaciones como trabajadores, de ahí que están expuestos a una serie de abusos por parte de la población local que los emplea”.
Daniel Blancas Madrigal, Crónica, 3 de enero.

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