Aunque ya es conocido que una parte de los gases que aceleran el calentamiento del planeta provienen de la respiración de las plantas, no se ha podido calcular con precisión cuál es la cantidad de gases de efecto invernadero que liberan los diferentes tipos de plantas, por ejemplos las cactáceas.
El estudio es del CICESE, que forma parte de la Red de Centros de Investigación Conacyt. Actualmente se trabaja con equipos que intentan medir la liberación de CO2 en los ecosistemas en diferentes horas del día.
Los efectos de la urbanización y de la industrialización han provocado cambios en la composición química de la atmósfera a nivel global, y los pronósticos de la comunidad científica revelan que en los próximos años habrá incrementos en la temperatura y en el nivel del mar, un problema que se intenta investigar desde varias disciplinas.
Los ecosistemas áridos cubren cerca de 35 por ciento de la superficie de la Tierra, y los cambios de uso del suelo en estas regiones podrían afectar el clima regional y global. De hecho, los modelos climáticos predicen que el suroeste de los Estados Unidos y el noroeste de México son regiones sensibles al cambio climático.
Por otra parte, hay pruebas de que algunas plantas en estas regiones pueden vivir por varios cientos de años, lo que sugiere una gran capacidad de adaptación a la variabilidad climática. Estudios previos han demostrado que las plantas son capaces de almacenar carbono no estructural (NSC) durante varios años y luego asignarlos a la producción de nuevas estructuras como las raíces finas, pero hasta la fecha no se sabe si este mecanismo fisiológico está presente en las plantas de larga duración de los ecosistemas áridos.
MODELOS. Rodrigo Vargas, investigador del Departamento de Biología de la Conservación del CICESE, explicó que el reto de la comunidad científica es proponer modelos para disminuir las concentraciones de CO2 en la atmósfera o cómo estabilizarla. Su grupo estudia los cambios en la temperatura y en la precipitación, así como los cambios en la luz que son limitante para la fotosíntesis. Con esta información buscan entender cómo los cambios en la temperatura, precipitación y fotosíntesis regulan los flujos de carbono y agua en los ecosistemas terrestres.
“Tal vez cuando entendamos cómo los factores biofísicos regulan estos flujos de agua y carbono en los ecosistemas terrestres podremos resolver cómo estos ecosistemas responden a variaciones climáticas y, por lo tanto, estimar mejor las contribuciones de este ecosistema al ciclo de carbono global y valuar si son fuente o sumidero de carbono”, detalló.
Explicó que existe un balance entre la fotosíntesis, con la que se produce la captura de carbono, y la respiración de las plantas, en la que ocurre pérdida de carbono. Ambas permiten entender el flujo neto de ese elemento desde los ecosistemas. Cuando la fotosíntesis es mayor a la respiración se está reduciendo el CO2 de la atmosfera, mientras si la respiración es mayor a la fotosíntesis entonces se está siendo una fuente de CO2.
Los flujos de este gas se pueden medir a nivel regional o global, pero también por periodos temporales, y para cada una de esas escalas hay distintas técnicas.
En el caso del CICESE, se usan cámaras que miden el intercambio gaseoso. Estos son aparatos que se ponen en el suelo o sobre una hoja de la planta y se conecta a un analizador de gases infrarrojos (IRGA por sus siglas en inglés), con eso es posible medir los cambios en la concentración de CO2 o agua, y con ecuaciones relativamente sencillas se puede estimar los flujos.
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