Hondureñas oran por desaparecidos

La Basílica de Guadalupe hierve de gente, está en plena ebullición de vida, vida que buscan ellas sin desánimo. Testimonios vivos de fieles que arrastran sus rodillas con dolor por la explanada, sonidos de danzantes a lo lejos, olor a gorditas de masa, olor a incienso acompañan su dolor.

Vinieron a México desde Honduras. Son madres que no han vuelto a ver a sus hijos desaparecidos. Acuden a ver a la Virgen de Guadalupe, a ofrendar, a pedirle para encontrar a sus hijos.

Ellos migraron hacia Estados Unidos en busca de una vida mejor, pero en el intento —a su paso por el territorio de México— ya no se supo más de ellos, existen nomás en la memoria, en el inconsciente colectivo hondureño.

Ellas, testigos de su paso por este mundo, denuncian su desaparición. Más de 800 a quienes no han vuelto a ver desde hace 20 años.

El reloj marca las 11 de la mañana y el pequeño grupo de hondureñas que conforman la caravana de madres de migrantes desaparecidos, ingresa con paso firme por la entrada principal de la Basílica de Guadalupe.

En sus manos ondea la bandera de su país. Su caminar es con la cara en alto, y al llegar a la entrada del recinto colocan en el piso una a una las fotografías de esos seres queridos, de esos hijos que no han vuelto a ver.

Olga Lilia Navarro sostiene fotos de Lenis Alcides García Navarro, su hijo, de quien sólo tiene recuerdos.

El sol ya cae a plomo en la explanada mientras ellas, con sus palabras, refuerzan la esperanza de encontrarlos aún con vida. Rechazan que todos los que vienen a México sean delincuentes, vienen a trabajar, afirman.

“No encuentro a mi hijo que salió desde 1996, tiene 14 años de haber salido de su país, Honduras, ahora lo quiero hallar, vengo en la caravana de madres llenas de dolor, llenas de lágrimas y venimos con el mismo dolor de encontrar a nuestros seres queridos”.

Ya se entrevistaron con funcionarios del Instituto Nacional de Migración (INM). Dicen apreciar la voluntad, pero son directas: no quieren ser recibidas con confeti, sino que los hallen.

Ián Quiroz, una de las líderes de la caravana integrada por 22 madres, va más allá de la demanda de justicia y reprocha al gobierno mexicano por la negligencia y tantas muertes sin respuesta: “Esto ya se le escapó de las manos al gobierno mexicano, sólo hay palabras y los agentes del INM son quienes maltratan al migrante, violan sus derechos humanos y entre tanta corrupción urge una limpieza”.

En medio de sus plegarias, las madres son recibidas por monseñor Diego Monroy, rector de la Basílica. Reza con ellas, quienes estarán en México hasta el viernes. En medio de rezos va su esperanza para que su desaparecido lo escuche y regrese.

Los ojos de Olga Lilia brillan cuando revela que tiene una pista. Su hijo Alcides puede estar en Tijuana, pero no tiene dinero para llegar.

Al final, cada foto es recogida del frío concreto. La caravana parte para reforzar el reclamo: “Hijo si me oyes, has todo lo posible de comunicarte con tu madre, ya que tus hermanas y tu familia te espera con ansias”, remata Olga, mientras se acerca al micrófono.
Ricardo Gómez, EL Universal, 7 de noviembre.

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