Morir en el golfo o revivir en el Caribe; secretariado de la ONU presenta hoy negociaciones sobre el cambio climático

El día de hoy, domingo 28 de noviembre del 2010, la humanidad intentará encontrar un nuevo camino para garantizarse a sí misma un futuro. Probablemente nuestros hijos, seguramente nuestros nietos, recordarán estas fechas como el momento en que los seres humanos supieron dar un golpe de timón en su desarrollo y establecer así un nuevo contrato social para avanzar en la gran aventura llamada Civilización sin poner en riesgo la homeostasis de los ecosistemas, en la que se basa la biodiversidad del planeta.

Creo que me expresé un tanto complicado: Se trata de seguir avanzando sin destruir nuestro entorno. ¿Por qué titulé este artículo “Morir en el Golfo o revivir en Cancún”? Porque es precisamente en el litoral del Golfo donde México resentirá con mayor fuerza y dolor los efectos del calentamiento global, como lo vivimos en septiembre pasado en Tlacotalpan y Coatzacoalcos.

Y es en Cancún, también altamente vulnerable, donde pueden surgir las estrategias y acciones a nivel mundial que nos permitan como especie entrar en esta tercera era del Desarrollo Sostenible: Una manera civilizada de satisfacer nuestras necesidades legítimas (no las de los narcos o los políticos venales) sin destruir nuestro entorno físico y biológico en el proceso. Yo sé bien, querida, querido lector, que los dados parecen estar cargados en el sentido contrario, que no se va a conseguir nada significativo en Cancún, y que se trata simplemente de un escenario cosmético para el lucimiento mediático de los líderes del mundo. Esto es parcialmente cierto: a los líderes les encanta “la foto” para mantener su popularidad y sentirse así justificados en sus vidas.

Esto ha sido así desde hace centurias (recordemos los grandes desfiles y verbenas populares en la Roma Imperial, en la dinastía Chi y en Tenochtitlán). Pero en Cancún está por suceder algo de gran trascendencia histórica estas próximas dos semanas: El advenimiento de la tercera gran Era de la humanidad, para bien o para mal. La primera Era sucedió sin nuestra voluntad, empujados nuestros antepasados por las fuerzas de la evolución, nos bajamos de los árboles y empezamos a deambular erguidos por las estepas africanas, convirtiéndonos en excelentes cazadores y recolectores, hace cuatrocientos mil años.

Hace diez mil años (ya había comunidades humanas en América, por ejemplo en Cuicuilco), se inicia la segunda Gran Era de la humanidad con el descubrimiento de la agricultura y la ganadería, que nos permitió producir nuestros alimentos en el lugar en donde nos encontrábamos, iniciando así la construcción de caseríos, villorios, pueblos, ciudades, metrópolis, megalópolis.

Para poder cultivar nuestros granos y los alimentos de los animales que confinamos en corrales, iniciamos la deforestación, y con ello se inicia la alteración del entorno natural por la mano del hombre, hasta llegar al momento actual, en el que la ciencia nos dice que de continuar esta alteración, estaremos poniendo en riesgo nuestra permanencia en el planeta.

Debemos iniciar por lo tanto la tercera Era de la humanidad, la del Desarrollo Sostenible, en la cual, a través de la estabilización del crecimiento demográfico y del consumo deficitario, podamos continuar esta aventura fascinante de la Civilización. Pues en Cancún está en juego nada más ni nada menos que la superviviencia nuestra, la tuya y la mía, querida, querido lector.

Es altamente probable que los ciento noventa y dos países asistentes a Cancún no puedan firmar el gran acuerdo unitario y vinculante para mitigar en un plazo relativamente corto las emisiones de gases efecto invernadero, como todo el mundo espera (los intereses económicos a corto plazo, sobre todo los chinos, lo impiden), pero se establecerán las reglas para el financiamiento masivo de una nueva economía Carbono-Neutral.

Te presento el estado actual de estas negociaciones que dan a conocer hoy domingo 28 de noviembre el secretariado de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático al arrancar estas negociaciones en las cuales se nos va la vida, la tuya y la mía:

La Convención Marco sobre el Cambio Climático establece una estructura general para los esfuerzos intergubernamentales encaminados a resolver el desafío del cambio climático. Reconoce que el sistema climático es un recurso compartido cuya estabilidad puede verse afectada por actividades industriales y de otro tipo que emiten dióxido de carbono y otros gases que retienen el calor.

En virtud del Convenio, los gobiernos: recogen y comparten la información sobre las emisiones de gases de efecto invernadero, las políticas nacionales y las prácticas óptimas ponen en marcha estrategias nacionales para abordar el problema de las emisiones de gases de efecto invernadero y adaptarse a los efectos previstos, incluida la prestación de apoyo financiero y tecnológico a los países en desarrollo cooperan para prepararse y adaptarse a los efectos del cambio climático.

Conocimientos científicos y efectos del cambio climático. Los efectos del cambio climático mundial son cada vez más evidentes. Los científicos consideran que el cambio climático está provocando ya episodios más frecuentes de sequía e inundaciones y una mayor propagación del paludismo. Otros fenómenos atribuidos al cambio climático son el mayor número de huracanes y de incendios forestales. Entre los impactos a largo plazo se encuentran la subida del nivel del mar y los daños sufridos por las cosechas, que pueden dar lugar a situaciones de hambre generalizada. Algunos de los efectos más graves del cambio climático se están produciendo en los países menos preparados para hacerles frente. Muchos países africanos se encuentran entre los más vulnerables a los impactos del cambio climático.

El calentamiento mundial es provocado por un exceso de gases que retienen el calor, fundamentalmente dióxido de carbono, metano y óxidos nitrosos. Estos gases son consecuencia sobre todo del uso de combustibles fósiles, de la agricultura y de los vertederos de desechos. Los gases impiden que la energía del sol regrese al espacio después de haber llegado a la superficie terrestre, en forma muy semejante a la cubierta de vidrio de un invernadero.

La Convención y el Protocolo. En 1992, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) se adoptó como base para una respuesta mundial al problema del cambio climático. Con sus 192 Partes, cuenta entre sus miembros a casi todos los países del mundo. Su objetivo último es estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera situándolas en un nivel que impida interferencias humanas nocivas en el sistema climático.

La Convención se complementa con el Protocolo de Kyoto de 1997, que cuenta con 184 Partes. En virtud de este tratado, 37 países industrializados y la Comunidad Europea se han comprometido a reducir sus emisiones un promedio del 5% para 2012 con respecto a los niveles de 1990. Los países industrializados deben ante todo tomar medidas internas contra el cambio climático. Pero el Protocolo les permite también cumplir sus compromisos de reducción de las emisiones en el exterior a través de los llamados “mecanismos basados en el mercado”.

Por ejemplo, uno de los mecanismos del Protocolo basados en el mercado, el mecanismo para un desarrollo limpio (MDL), permite a los países industrializados conseguir créditos de emisión mediante inversiones en proyectos de desarrollo sostenible que reduzcan las emisiones en los países en desarrollo.

La CMNUCC y su Protocolo de Kyoto tratan también de ayudar a los países a adaptarse a los efectos inevitables del cambio climático. Fomentan el desarrollo de técnicas que puedan ayudar a aumentar la capacidad de resistencia a los impactos del cambio climático, por ejemplo, el United Nations Framework Convention on Climate Change January 2007 2

desarrollo de los cultivos resistentes a la sal, y a intercambiar prácticas recomendables en materia de adaptación.

Crucemos los dedos, querida, querido lector, para que Cancún esté a la altura de nuestras aspiraciones como raza humana.

Ensayo de Luis Manuel Guerra, La Crónica, 28 de noviembre.

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