Temen que caos domine Caracas

CARACAS.- Las normas que rigen la convivencia entre los ciudadanos están desapareciendo en Caracas.

"El Estado ha desaparecido. Sólo está en la televisión", advierte el sociólogo Luis Pedro España.

La desconfianza en el otro y la anomia en la capital venezolana, cuya área metropolitana tiene más de 3 millones de habitantes, conducen a un caos de impredecibles consecuencias.

Este proceso de desinstitucionalización ha sido lento pero inexorable y ha corrido paralelo a la transformación del Estado iniciada durante el primer Gobierno de Carlos Andrés Pérez (1973-1978), según España.

El Estado se quedó entonces sin capacidad para responder a las demandas generadas por su abrupto crecimiento.

Una consecuencia de esa desaparición del Estado es la toma de las calles de Caracas por los motociclistas.

Si se le pregunta a un chofer de automóvil dirá que ellos representan la manifestación más anárquica de la vida local y que son responsables de la incubación de un resentimiento que trasciende las ya conocidas divisiones políticas en torno a la obra de Hugo Chávez Ricardo Vargas, de 42 años, líder de la Organización e Integración Motorizada Bolivariana Nacional, trata de normar a ese colectivo que para muchos venezolanos encarna todas las taras nacionales.

Su agrupación es una de las cientos que encarnan la difusa noción de democracia participativa promovida por el chavismo desde 1999.

Entrevistado en el funeral de un compañero asesinado, Vargas aboga por una mención menos estereotipada de su gremio. Pero los hechos no lo ayudan.

El 27 de septiembre un camión cargado de carne colombiana chocó en la autopista Francisco Fajardo, la principal vía de Caracas. La cabina quedó aplastada y el remolque se abrió dejando al descubierto la carga.

Algunos motociclistas que pasaban por ahí comprendieron el gran valor de lo que había adentro, dada la severa carestía de alimentos básicos que hay en el país.

Ninguno recordó al conductor que agonizaba cuando saltaron sobre el vehículo.

Poco antes, el 5 de septiembre, 300 motociclistas cerraron la avenida Libertador para protestar por el elevado precio de los repuestos de sus vehículos.

Cuando la Policía pretendió reabrir la vía, el grupo respondió con disparos.

Y el 21 de septiembre los habitantes del casco colonial de Petare, uno de los barrios más violentos de América Latina, presenciaron un tiroteo entre la Guardia Nacional Bolivariana y tripulantes de motos, tras la detención de uno de estos.

Vargas dice que estos tres casos son situaciones aisladas.

No todos los motociclistas son vándalos, pero sí son los jerarcas de un sistema primitivo de ordenación del tránsito caraqueño, ajeno a toda norma, que está destruyendo la convivencia.

Otro ejemplo de la anomia que se vive en Caracas es la vivienda.

En 1999, cuando inició el chavismo, 30 por ciento de las viviendas se rentaban. Hoy es un riesgo hacerlo, pues, en 2011, el Gobierno elaboró un reglamento que protege a los arrendatarios, pero castiga a los arrendadores y los condena a no disponer de su casa hasta que sus inquilinos no consigan otra.

Hay quienes no pagan la mensualidad porque saben que son amparados por la ley y es imposible desalojarlos.

Eso ha dado pie a historias como la de propietarios que se encadenan a sus viviendas para forzar la salida del inquilino.

Pero, en sectores populares, donde las viviendas no tienen título de propiedad porque se levantaron en terrenos invadidos, las soluciones son más drásticas: algunos asesinan a sus inquilinos.

 
 
78% de los venezolanos cree que, si respeta las leyes, su prójimo sacará provecho de ello
 
FUENTE: Observatorio de la Violencia
 
Alfredo Meza, Reforma, 11 de octubre.

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