No sólo Cuba sufrió los embates de los meteoros, también otras islas como Haití fueron duramente castigadas por los ciclones, sólo que a Cuba le pegaron de lleno. En cambio, si bien los destrozos fueron considerables y tendrán que pasar dos o tres años para una recuperación total según el presidente Raúl Castro, los fenómenos meteorológicos no dejaron apenas muertos en Cuba a diferencia de Haití en donde perecieron más de 800 personas.
La impecable organización de los cubanos, que desalojaron previamente a millones de personas de las zonas afectadas, evitó que las tormentas se cobraran su habitual tributo en vidas humanas. En cambio, las pérdidas en daños materiales ascendieron casi 10 mil millones de dólares, el 20% del PIB cubano, según el gobierno. La vivienda y la agricultura fueron los sectores más perjudicados.
Para paliar la situación de emergencia, Cuba recibió ofertas de ayuda de México, la Unión Europea, Rusia, China, Venezuela y hasta de Estados Unidos, aunque esta última la rechazó, porque Washington la condicionó al envío de un grupo de evaluación humanitaria, a lo que La Habana respondió que si de verdad quería ayudar, que levantara el embargo a los “productos indispensables”, a lo que el gobierno de EU se negó.
El primer meteoro en ensañarse con la isla fue Gustav, el 31 de agosto, seguido a los pocos días (el 7 de septiembre) de Ike. Entre los dos meteoros destruyeron totalmente 63 mil casas y afectaron severamente a otras 380 mil, cerca del 15% del fondo habitacional del país.
Por su parte, Ike se cobró siete vidas a su paso por diversas provincias.
Paloma, que golpeó la isla el 8 noviembre, fue particularmente destructivo en el poblado de Santa Cruz del Sur y provocó severos daños en 8 mil viviendas. La agricultura sufrió también graves daños; se estima que 30% de las cosechas se perdieron.
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