—¿Cuáles han sido sus errores al frente de la CNDH?, se le pregunta a José Luis Soberanes.
—El haber sido políticamente incorrecto, fui un poco salvaje.
—¿Y no es ese su papel?
—Sí, pero como decía aquella viejita: no me importa que me digas perro, sino el perro modo como me lo dices.
Habla ante reporteros de retos y carencias al arranque del 2009, año que para él significa el adiós de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, tras casi una década de gestión.
Entre metáforas caninas, acepta su distanciamiento del gobierno federal.
“Si fuera complaciente, tapadera o alcahuete tendría magnifica relación con las instancias de gobierno, pero si la relación es ríspida o violenta significa que estamos trabajando bien. Nuestra tarea es señalar errores del gobierno, ellos quisieran que en vez de recomendaciones emitiéramos felicitaciones y por eso se derivan cosas sucias”.
—¿Cuáles?
—Nos organizan campañas de desprestigio, ahora dicen que ando buscando notoriedad porque quería ser ministro de la Suprema Corte, pero están equivocados, para ser ministro tendría que haber seguido el camino de la complacencia. Igual corren el rumor de que defendemos delincuentes.
Se concentra, por unos minutos, en su trato con la PGR.
“Nos está atacando y mandando mensajitos, en el asunto del EPR, del cual pronto sacaremos la recomendación; nos negó el expediente y amenazó con abrir averiguaciones previas contra los visitadores, ya es una actitud de agresión. El procurador Medina-Mora parece tranquilo, pero las mata callando, es cuchillito de palo, porque no le gusta lo que hacemos”.
Aclara que ninguna autoridad le ha dado línea o lo ha presionado para actuar de una determinada manera. Tampoco ha recibido amenazas: ni personales ni familiares, aunque sí ha sido victima de espionaje, sí ha encontrado micrófonos en sus oficinas. Un tema que aborda con tranquilidad, sin escándalo.
“Hay que trabajar con el espionaje, puede venir de instituciones públicas o privadas, hasta en los países más avanzados existe, lo mejor es saberlo, frecuentemente mi teléfono es intervenido, se oye, si no quiero que se sepa una cosa, pues no la digo por ahí y punto. Como dice el dicho: con estos bueyes nos tocó arar”.
—También ha habido diferencias con las ONGs.
—El concepto de organizaciones civiles debería ser más amplio y no reducirlo a 10 ó 12, tenemos registradas más de mil, 10 no son la sociedad civil organizada de México. Se dan ahí situaciones alucinantes: resulta que defienden derechos humanos, pero teniendo problemas tan fuertes como seguridad, desapariciones y tortura, se preocupan por ver qué errores cometo. Yo no violo derechos humanos, lo hacen policías, soldados, gobierno, pero estas organizaciones están más pendientes de mis tropiezos. Habría que pedirles, a éstas con las que se advierte una mala relación, que nos cuenten sus casos, sus causas en derechos humanos y sus financiamientos.
—No le rehúye a los rezagos en torno al trabajo de la CNDH
—Uno, lo reitera: la falta de “madurez de la clase política para ver a la Comisión, no como enemigo a vencer, sino como instrumento que hace señalamientos para mejorar la administración pública”.
Dos: “el impacto de los derechos humanos en la sociedad mexicana”.
Y tres: los pendientes legislativos.
“Hay una iniciativa de reforma que nos faculta para interponer controversias constitucionales, pero no ha caminado… No tenemos otra forma de defender nuestra autonomía: por ejemplo, tenemos edificios que el gobierno compró para la Comisión desde que era organismo de la Secretaría de Gobernación, cuando la CNDH se vuelve autónoma se crea una ley que dice que todos sus bienes pasarían a la nueva Comisión, pero el secretario de la Función Pública se niega a entregárnoslos pese a que el presidente ya dio instrucciones, ahí procedería una controversia ante la Corte que aún no es posible”.
Otra reforma aplazada, dice, es la que obligaría a servidores que no acepten las recomendaciones a rendir cuentas ante el Poder Legislativo y explicar el por qué de la negativa. Y un análisis más sobre el rango constitucional de los tratados internacionales.
—¿Y no es la promoción de leyes sobre derechos humanos una tarea que también le corresponde a la CNDH?
—Las hemos promovido, pero uno propone y los legisladores disponen. Es muy difícil que se puedan sacar pronto… Uno de los retos es que la legislatura que entra en septiembre incluya en su agenda el tema de los derechos humanos.
—¿Notó un cambio con la llegada de los gobiernos panistas?
—Con Fox tuvimos salida de caballo y llegada de burro, el gobierno hablaba de compromiso con los derechos humanos, pero no hubo tal. Mi último informe ante él, ni siquiera quiso contestarlo, y en el anterior, tiró el discurso que traía preparado, dijo un par de tonterías y se fue. Y Calderón tuvo una entrada muy difícil, con problemas serios, no tenía un planteamiento articulado sobre derechos humanos.
—¿Qué seguirá para usted después de la CNDH?
—Regresar a mi cubículo en la UNAM, es ahí donde tengo mi plaza y licencia hasta el 16 de noviembre.
—¿No le gustaría buscar otra trinchera?
—No me hago puñetas mentales, lo único que tengo es una plaza de tiempo completo en la UNAM.
“Se preocupan por ver qué fallas cometo”
"Se dan situaciones alucinantes: resulta que (las organizaciones civiles) defienden derechos humanos; pero teniendo problemas tan fuertes como seguridad, desapariciones y tortura, se preocupan por ver qué errores cometo. Yo no violo derechos humanos, lo hacen policías, soldados; pero estas organizaciones están más pendientes de mis tropiezos.
Está en el cargo de ombudsman desde 1999
José Luis Soberanes Fernández, presidente de la CNDH desde noviembre de 1999, es licenciado en derecho por la UNAM, con doctorado en la Universidad de Valencia, España. De 1990 a 1998 fue director del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. En 1985 fue secretario general de la Unión de Universidades de América Latina, cargo que ocupó hasta septiembre de 1990.
—El haber sido políticamente incorrecto, fui un poco salvaje.
—¿Y no es ese su papel?
—Sí, pero como decía aquella viejita: no me importa que me digas perro, sino el perro modo como me lo dices.
Habla ante reporteros de retos y carencias al arranque del 2009, año que para él significa el adiós de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, tras casi una década de gestión.
Entre metáforas caninas, acepta su distanciamiento del gobierno federal.
“Si fuera complaciente, tapadera o alcahuete tendría magnifica relación con las instancias de gobierno, pero si la relación es ríspida o violenta significa que estamos trabajando bien. Nuestra tarea es señalar errores del gobierno, ellos quisieran que en vez de recomendaciones emitiéramos felicitaciones y por eso se derivan cosas sucias”.
—¿Cuáles?
—Nos organizan campañas de desprestigio, ahora dicen que ando buscando notoriedad porque quería ser ministro de la Suprema Corte, pero están equivocados, para ser ministro tendría que haber seguido el camino de la complacencia. Igual corren el rumor de que defendemos delincuentes.
Se concentra, por unos minutos, en su trato con la PGR.
“Nos está atacando y mandando mensajitos, en el asunto del EPR, del cual pronto sacaremos la recomendación; nos negó el expediente y amenazó con abrir averiguaciones previas contra los visitadores, ya es una actitud de agresión. El procurador Medina-Mora parece tranquilo, pero las mata callando, es cuchillito de palo, porque no le gusta lo que hacemos”.
Aclara que ninguna autoridad le ha dado línea o lo ha presionado para actuar de una determinada manera. Tampoco ha recibido amenazas: ni personales ni familiares, aunque sí ha sido victima de espionaje, sí ha encontrado micrófonos en sus oficinas. Un tema que aborda con tranquilidad, sin escándalo.
“Hay que trabajar con el espionaje, puede venir de instituciones públicas o privadas, hasta en los países más avanzados existe, lo mejor es saberlo, frecuentemente mi teléfono es intervenido, se oye, si no quiero que se sepa una cosa, pues no la digo por ahí y punto. Como dice el dicho: con estos bueyes nos tocó arar”.
—También ha habido diferencias con las ONGs.
—El concepto de organizaciones civiles debería ser más amplio y no reducirlo a 10 ó 12, tenemos registradas más de mil, 10 no son la sociedad civil organizada de México. Se dan ahí situaciones alucinantes: resulta que defienden derechos humanos, pero teniendo problemas tan fuertes como seguridad, desapariciones y tortura, se preocupan por ver qué errores cometo. Yo no violo derechos humanos, lo hacen policías, soldados, gobierno, pero estas organizaciones están más pendientes de mis tropiezos. Habría que pedirles, a éstas con las que se advierte una mala relación, que nos cuenten sus casos, sus causas en derechos humanos y sus financiamientos.
—No le rehúye a los rezagos en torno al trabajo de la CNDH
—Uno, lo reitera: la falta de “madurez de la clase política para ver a la Comisión, no como enemigo a vencer, sino como instrumento que hace señalamientos para mejorar la administración pública”.
Dos: “el impacto de los derechos humanos en la sociedad mexicana”.
Y tres: los pendientes legislativos.
“Hay una iniciativa de reforma que nos faculta para interponer controversias constitucionales, pero no ha caminado… No tenemos otra forma de defender nuestra autonomía: por ejemplo, tenemos edificios que el gobierno compró para la Comisión desde que era organismo de la Secretaría de Gobernación, cuando la CNDH se vuelve autónoma se crea una ley que dice que todos sus bienes pasarían a la nueva Comisión, pero el secretario de la Función Pública se niega a entregárnoslos pese a que el presidente ya dio instrucciones, ahí procedería una controversia ante la Corte que aún no es posible”.
Otra reforma aplazada, dice, es la que obligaría a servidores que no acepten las recomendaciones a rendir cuentas ante el Poder Legislativo y explicar el por qué de la negativa. Y un análisis más sobre el rango constitucional de los tratados internacionales.
—¿Y no es la promoción de leyes sobre derechos humanos una tarea que también le corresponde a la CNDH?
—Las hemos promovido, pero uno propone y los legisladores disponen. Es muy difícil que se puedan sacar pronto… Uno de los retos es que la legislatura que entra en septiembre incluya en su agenda el tema de los derechos humanos.
—¿Notó un cambio con la llegada de los gobiernos panistas?
—Con Fox tuvimos salida de caballo y llegada de burro, el gobierno hablaba de compromiso con los derechos humanos, pero no hubo tal. Mi último informe ante él, ni siquiera quiso contestarlo, y en el anterior, tiró el discurso que traía preparado, dijo un par de tonterías y se fue. Y Calderón tuvo una entrada muy difícil, con problemas serios, no tenía un planteamiento articulado sobre derechos humanos.
—¿Qué seguirá para usted después de la CNDH?
—Regresar a mi cubículo en la UNAM, es ahí donde tengo mi plaza y licencia hasta el 16 de noviembre.
—¿No le gustaría buscar otra trinchera?
—No me hago puñetas mentales, lo único que tengo es una plaza de tiempo completo en la UNAM.
“Se preocupan por ver qué fallas cometo”
"Se dan situaciones alucinantes: resulta que (las organizaciones civiles) defienden derechos humanos; pero teniendo problemas tan fuertes como seguridad, desapariciones y tortura, se preocupan por ver qué errores cometo. Yo no violo derechos humanos, lo hacen policías, soldados; pero estas organizaciones están más pendientes de mis tropiezos.
Está en el cargo de ombudsman desde 1999
José Luis Soberanes Fernández, presidente de la CNDH desde noviembre de 1999, es licenciado en derecho por la UNAM, con doctorado en la Universidad de Valencia, España. De 1990 a 1998 fue director del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. En 1985 fue secretario general de la Unión de Universidades de América Latina, cargo que ocupó hasta septiembre de 1990.
Daniel Blancas Madrigal, Crónica, 27 de enero.
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