Sobrevive paisana 8 días sin alimentos

TIJUANA.- Una migrante mexicana sobrevivió ocho días sin probar alimento, sólo con un poco agua y bajo un clima extremo en las montañas de California, luego de que un traficante de indocumentados la abandonó por no caminar rápido.

"Antes no me morí, es un milagro estar viva", señaló Jovita Ochoa, de 49 años y originaria de Aguililla, Michoacán, quien se recuperó de una deshidratación severa y de lesiones graves en los pies y piernas, en las instalaciones de la Cruz Roja.

"Me pegué (encomendé) a la Virgen de Guadalupe, a la Virgen de Acahuato, al Santo Cristo y a San Juan. Tenía mucha sed, no había luz, y con un palito hice unos pocitos y salió agua, estaba bien buena", recuerda.

Ochoa cruzó la frontera por Tecate, el 8 de enero. Avisó a su esposo que ese mismo día iba a llegar, pues el "pollero" les dijo que sólo era "media hora de camino".

"Pero eran mentiras, eso le dijeron a mi viejo, pero ya con esto yo por el cerro no me voy. A mí me da pena por la gente que está ahí, ¡viera qué de gente había! Mucha, mucha gente pasa por esa zona", relató la migrante en entrevista.

"Íbamos como 15 personas, sólo dos mujeres, y caminamos por mucho tiempo. Pasamos por Tecate, por un camposanto, luego rodeamos por unas montañas. Lejos había una cerca, bajamos, y luego otra vez subimos unas piedrononas y yo traía zapatos de piso".

El grupo abandonó a Jovita cuando ya se encontraban de lado estadounidense.

"Me cansé, sentía que ya no podía más, mis pies me dolían mucho, es tan feo ese camino, puras piedrotas, nos llevaban a puro corre y corre, y se enojaban si no caminábamos, así que me dejaron, aunque yo les dije: 'no sean ingratos, no me dejen'", lamentó.

Luego de deambular siguiendo luces a lo lejos, la migrante ya no pudo caminar. Después de pasar tres días y dos noches sentada en un camino sin ser percibida por los agentes de la Patrulla Fronteriza, cuyo puesto de control estaba cerca de ella, Jovita fue rescatada finalmente el jueves y el viernes fue deportada.

En su peregrinar la mujer no fue curada, pero recibió hielo para sus pies, una cobija y una sopa.

Su esposo, Rafael López Torres, comenzó su búsqueda cuando el traficante se comunicó con él y le dijo que "la migra" los había descubierto, pero que su esposa logró huir.

El hombre solicitó el apoyo de la oficina de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) en Tijuana y del Grupo Beta, pero, reprochó, sólo le decían que no podían hacer nada del lado estadounidense.

Un agente del Grupo Beta le dio el número de la organización civil Ángeles del Desierto, con sede en San Diego, California, que le brindó ayuda para localizar a su esposa.
Aline Corpus, Reforma, 18 de enero.

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