LA HABANA.- Al cumplirse este día 51 años del triunfo revolucionario, Cuba vive un momento crucial entre contradicciones y discrepancias internas cada vez más difíciles de silenciar.
Muchos isleños quieren participar más activamente en el diseño del futuro nacional. Algunos para cambiar de sistema y otros porque ven peligrar las conquistas sociales de una Revolución que consideran popular y suya.
Pese a una economía siempre frágil y la crisis actual de liquidez que complica aun más las cosas, a pocos aquí se les escapa que hasta la fecha, Cuba sigue siendo el país con la tasa más baja de mortalidad infantil del hemisferio (seis por cada mil nacidos) y una expectativa de vida de primer mundo: 78 años.
Tampoco olvidan que 99 por ciento de la infancia cubana está escolarizada, la mitad de los jóvenes entre 18 y 25 años recibe educación superior pública y todos los ciudadanos tienen derecho a la seguridad social universal.
Estas cifras parecen propaganda del régimen, sin embargo, para los cubanos hace medio siglo que se traducen a diario en casos que tienen nombre y apellido.
"Con todas las insuficiencias del sistema, cuando uno ve cómo vive la mayoría de la gente en países vecinos mucho más ricos y más libres que Cuba, lo que se te forma en la cabeza es un avispero. En términos históricos, 50 años no es nada y podemos perderlo todo, si seguimos así", sentenció Luis Blanco, ex funcionario de 72 años.
Según Armando Chaguaceda, profesor de Historia y de Teoría Política, de la Universidad de la Habana el interés de realizar las reformas necesarias e institucionalizar los procesos choca con una cultura de gestión política verticalista.
Como él, otros investigadores consultados por REFORMA alertan de la envergadura de los desafíos que enfrenta el país: hace tres décadas que la Isla no garantiza su reemplazo poblacional y tres años que la población decrece y envejece debido a las dificultades económicas y a una migración constante de jóvenes.
"Los cambios son particularmente necesarios para 70 por ciento de los 11.2 millones de cubanos nacidos después de 1959, con énfasis en los 3 millones menores de 20 años, para quienes la crisis material y sus efectos morales constituyen su vida y visión del socialismo", dijo Chaguaceda.
Para este académico, también "se patentiza la emergencia de una gran pluralidad social que pugna por poder expresarse".
"El reto más subversivo, difícil y urgente es garantizar la continuidad sostenible de las grandes promesas de la Revolución: soberanía nacional, desarrollo autóctono, justicia social, imbricándolas con mayores cotas de protagonismo popular y reconocimiento de la pluralidad", agregó.
El politólogo Rafael Hernández considera que para ello se debe "incluir la propiedad social y privada, fortalecer la hoy deficiente participación de los ciudadanos en las decisiones de Gobierno y rearticular el consenso político en torno a un nuevo modelo de socialismo".
Por ley de vida, en la próxima década la vieja guardia debería traspasar la dirección del país a dirigentes más jóvenes, y es probable que ésto se realice en medio de retos socioeconómicos y políticos que muchos expertos califican de "mayúsculos".
"Con un liderazgo histórico en declive, los gobernantes tendrán que establecer nuevas reglas del juego para lograr consenso y manejar los conflictos internos", indica Chaguaceda, para quien la Revolución cubana, "vencido el reto de la sobrevivencia, tiene ante sí la enorme responsabilidad de revitalizarse".
La pregunta que queda en el aire es si ese pacto se intentará radicalizando estrategias ancladas en visiones conservadoras o si se hará con la participación de todos los cubanos.
Muchos isleños quieren participar más activamente en el diseño del futuro nacional. Algunos para cambiar de sistema y otros porque ven peligrar las conquistas sociales de una Revolución que consideran popular y suya.
Pese a una economía siempre frágil y la crisis actual de liquidez que complica aun más las cosas, a pocos aquí se les escapa que hasta la fecha, Cuba sigue siendo el país con la tasa más baja de mortalidad infantil del hemisferio (seis por cada mil nacidos) y una expectativa de vida de primer mundo: 78 años.
Tampoco olvidan que 99 por ciento de la infancia cubana está escolarizada, la mitad de los jóvenes entre 18 y 25 años recibe educación superior pública y todos los ciudadanos tienen derecho a la seguridad social universal.
Estas cifras parecen propaganda del régimen, sin embargo, para los cubanos hace medio siglo que se traducen a diario en casos que tienen nombre y apellido.
"Con todas las insuficiencias del sistema, cuando uno ve cómo vive la mayoría de la gente en países vecinos mucho más ricos y más libres que Cuba, lo que se te forma en la cabeza es un avispero. En términos históricos, 50 años no es nada y podemos perderlo todo, si seguimos así", sentenció Luis Blanco, ex funcionario de 72 años.
Según Armando Chaguaceda, profesor de Historia y de Teoría Política, de la Universidad de la Habana el interés de realizar las reformas necesarias e institucionalizar los procesos choca con una cultura de gestión política verticalista.
Como él, otros investigadores consultados por REFORMA alertan de la envergadura de los desafíos que enfrenta el país: hace tres décadas que la Isla no garantiza su reemplazo poblacional y tres años que la población decrece y envejece debido a las dificultades económicas y a una migración constante de jóvenes.
"Los cambios son particularmente necesarios para 70 por ciento de los 11.2 millones de cubanos nacidos después de 1959, con énfasis en los 3 millones menores de 20 años, para quienes la crisis material y sus efectos morales constituyen su vida y visión del socialismo", dijo Chaguaceda.
Para este académico, también "se patentiza la emergencia de una gran pluralidad social que pugna por poder expresarse".
"El reto más subversivo, difícil y urgente es garantizar la continuidad sostenible de las grandes promesas de la Revolución: soberanía nacional, desarrollo autóctono, justicia social, imbricándolas con mayores cotas de protagonismo popular y reconocimiento de la pluralidad", agregó.
El politólogo Rafael Hernández considera que para ello se debe "incluir la propiedad social y privada, fortalecer la hoy deficiente participación de los ciudadanos en las decisiones de Gobierno y rearticular el consenso político en torno a un nuevo modelo de socialismo".
Por ley de vida, en la próxima década la vieja guardia debería traspasar la dirección del país a dirigentes más jóvenes, y es probable que ésto se realice en medio de retos socioeconómicos y políticos que muchos expertos califican de "mayúsculos".
"Con un liderazgo histórico en declive, los gobernantes tendrán que establecer nuevas reglas del juego para lograr consenso y manejar los conflictos internos", indica Chaguaceda, para quien la Revolución cubana, "vencido el reto de la sobrevivencia, tiene ante sí la enorme responsabilidad de revitalizarse".
La pregunta que queda en el aire es si ese pacto se intentará radicalizando estrategias ancladas en visiones conservadoras o si se hará con la participación de todos los cubanos.
Yolanda Martínez corresponsal, Reforma, 1º de enero.
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