En el centro de la puja entre Washington —empeñado en doblegar a Cuba e hincarle con un variado menú de sanciones comerciales, financieras, económicas, diplomáticas y hasta militares— y La Habana —dispuesta a extender la vida de la Revolución Cubana a toda costa, someter a la población y derrotar la “agresión imperialista”— hay millones de cubanos, dentro y fuera de la isla, que aguardan el final de dos bloqueos: uno externo y otro interno.
¿Hacia dónde va Cuba? “Va hacia la libertad”, respondió el opositor cubano Dagoberto Valdés, agrónomo, formador cívico y religioso, quien fue miembro del Pontificio Consejo de Justicia y Paz del Vaticano y es director de Convivencia, una revista digital que, desde un sitio de internet en España, trata sobre la situación que se vive en la isla.
“Cuba va a libertad, porque cuando un gobierno totalitario no tiene otro recurso que levantar muros, y transgrede, traspasa, la línea roja que va a la cultura, es el último recurso del último tramo del fin de un sistema de una etapa”, dijo Valdés desde Pinar del Río, en una entrevista telefónica con EL UNIVERSAL.
Cuba es una “sociedad momificada”, en la que los cubanos han subsistido más de 50 años por su iniciativa y carácter de emprendedores, subrayó.
“Quisiera que no existiera ninguno de los dos bloqueos y ningún otro bloqueo, ni a la economía del gobierno, ni a la iniciativa emprendedora de los cubanos por parte del gobierno. Ningún bloqueo es una medida ética. Es muy lamentable que haya embargo de EU y que haya bloqueo del gobierno para la iniciativa económica de los ciudadanos”, puntualizó.
En 2009, el aparato productivo y la economía cubanos continuaron estancados y atados a masivas importaciones, con una merma en el valor de las escasas exportaciones y de los ingresos turísticos.
Castro, quien por razones de salud entregó varios de sus cargos, entre 2006 y 2008, a su hermano Raúl, y mantuvo el de primer secretario del Partido Comunista, sigue siendo la pieza insignia de la revolución que derrotó a una dictadura pro Wa- shington en poco más de 24 meses, al lanzar una guerrilla en el oriente del país.
Cuba ha sido hostigada por la Casa Blanca casi desde la entrada triunfante de Castro a La Habana, en enero de 1959. La tensión registró fases de agravamiento militar, como la fallida invasión anticastrista de Playa Girón, en abril de 1961, o la crisis de los misiles, que en octubre de 1962 colocó a Washington y Moscú cerca del choque nuclear por la instalación de misiles soviéticos en la isla.
En 1962, Estados Unidos implantó el embargo total en demanda de democracia—pluralismo partidista, elecciones libres, propiedad privada, sin presos de conciencia y con libertad de expresión— y en 2009 aflojó la restricción para que Cuba compre granos básicos estadounidenses y reciba dinero y viajeros entre las dos orillas del estrecho de la Florida.
“Lógicas malditas”
Pero a ambos lados, la vieja pelea entre Washington y La Habana alimenta dos lógicas malditas —“tu me destruyes, yo te destruyo”— y una desea devorar a la otra. “Estamos contra esas lógicas malditas. Los ciudadanos somos los que las sufrimos. En EU se descongela la lógica diabólica… en Cuba se recrudece”, alegó Valdés, alabando las medidas de la administración de Barack Obama.
El régimen también reconoce cambios. Ante la cúpula estatal revolucionaria, Raúl Castro dijo en agosto que disminuyó “la agresividad y la retórica anticubana” de Washington. De inmediato, y dirigiéndose a EU y a los que “nos reclaman” gestos unilaterales para “desmontar” el aparato político cubano, aclaró que “a mí no me eligieron presidente para restaurar el capitalismo en Cuba ni para entregar la Revolución. Fui elegido para defender, mantener y continuar perfeccionando el socialismo, no para destruirlo”. El recuento taquigráfico oficial de aquel discurso registró la respuesta del auditorio frente a la advertencia de Raúl: “Aplausos prolongados”.
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