Grupos armados con rifles de alto poder, integrados por presuntos zetas, retienen en casas de seguridad a migrantes centroamericanos en su paso por México, para extorsionar a sus familiares en Estados Unidos.
De acuerdo con el testimonio de migrantes salvadoreños, las comunidades Tierra Blanca, Coatzacoalcos y Medias Aguas, en Veracruz, son lugares donde se comenten hechos “muy sangrientos y crueles” contra los centroamericanos, dice el cónsul de El Salvador en esa entidad, Erving Ortiz.
Un informe de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) presentado en junio pasado señala que Tabasco, Veracruz y Tamaulipas concentran 62.63% de los 9 mil 758 casos de plagios cometidos contra centroamericanos de septiembre de 2008 a febrero de 2009 en territorio nacional.
Los grupos de zetas “acechan a sus víctimas a la orilla del tren”, entonces “los migrantes centroamericanos se convierten en cervatillos perseguidos por sus depredadores”, explica Ortiz.
“Teníamos como media hora descansando a la orilla del tren en la estación de Coatzacoalcos cuando llegaron cinco hombres armados y nos levantaron a patadas”, recuerda Abigaíl, quien estuvo secuestrada nueve meses. La sola mención de la ciudad de Coatzacoalcos en Veracruz la hace estremecerse.
“Yo no tengo a nadie en Estados Unidos que pudiera pagar por mi rescate, por eso me obligaron a trabajar para ellos”, narra la salvadoreña que dejó su país en 2008 y pasó semanas de vejaciones, maltrato y horror en diferentes casas de seguridad instaladas para retener a migrantes centroamericanos mientras extorsionan a sus familiares.
Cuando entraba a los cuartos en que los mantenían amarrados y vendados de los ojos, Abigaíl no podía hablar con ellos. “Me tocó lavar ropa ensangrentada y con pedazos de piel. Eso es algo que no puedo borrar de mi mente”.
Los testimonios de los entrevistados por el diplomático revelan que lo primero que hacen los secuestradores es segregarlos por nacionalidades.
“A los salvadoreños los agarran porque saben que casi todos tienen a un familiar en Estados Unidos. Tal vez creen que por eso tienen más capacidad de pagar”, detalla el cónsul.
A los hondureños, refieren los migrantes, por más que los castiguen no hay forma de sacarles dinero y los sueltan, muy golpeados. “Los liberan porque les representan gastos”.
Aunque autoridades, defensores de derechos humanos y pobladores ubican los puntos de mayor peligro para los migrantes, los secuestros siguen.
El investigador Mauricio Farah señala que para los centroamericanos pasar por México para llegar a Estados Unidos es un viacrucis que cada día se vuelve peor. “Hace cinco años había extorsión, robo, por parte de las autoridades o agresiones de la Mara Salvatrucha, pero ahora casi nadie se libra del secuestro”.
“A mí me secuestró la policía y luego me entregaron a Los Zetas. Y es que hay policías y migración que agarran a los migrantes y los entregan. Ellos están relacionados”, se lee en el testimonio que compiló la CNDH en el documento Bienvenidos al infierno del secuestro.
De acuerdo con el testimonio de migrantes salvadoreños, las comunidades Tierra Blanca, Coatzacoalcos y Medias Aguas, en Veracruz, son lugares donde se comenten hechos “muy sangrientos y crueles” contra los centroamericanos, dice el cónsul de El Salvador en esa entidad, Erving Ortiz.
Un informe de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) presentado en junio pasado señala que Tabasco, Veracruz y Tamaulipas concentran 62.63% de los 9 mil 758 casos de plagios cometidos contra centroamericanos de septiembre de 2008 a febrero de 2009 en territorio nacional.
Los grupos de zetas “acechan a sus víctimas a la orilla del tren”, entonces “los migrantes centroamericanos se convierten en cervatillos perseguidos por sus depredadores”, explica Ortiz.
“Teníamos como media hora descansando a la orilla del tren en la estación de Coatzacoalcos cuando llegaron cinco hombres armados y nos levantaron a patadas”, recuerda Abigaíl, quien estuvo secuestrada nueve meses. La sola mención de la ciudad de Coatzacoalcos en Veracruz la hace estremecerse.
“Yo no tengo a nadie en Estados Unidos que pudiera pagar por mi rescate, por eso me obligaron a trabajar para ellos”, narra la salvadoreña que dejó su país en 2008 y pasó semanas de vejaciones, maltrato y horror en diferentes casas de seguridad instaladas para retener a migrantes centroamericanos mientras extorsionan a sus familiares.
Cuando entraba a los cuartos en que los mantenían amarrados y vendados de los ojos, Abigaíl no podía hablar con ellos. “Me tocó lavar ropa ensangrentada y con pedazos de piel. Eso es algo que no puedo borrar de mi mente”.
Los testimonios de los entrevistados por el diplomático revelan que lo primero que hacen los secuestradores es segregarlos por nacionalidades.
“A los salvadoreños los agarran porque saben que casi todos tienen a un familiar en Estados Unidos. Tal vez creen que por eso tienen más capacidad de pagar”, detalla el cónsul.
A los hondureños, refieren los migrantes, por más que los castiguen no hay forma de sacarles dinero y los sueltan, muy golpeados. “Los liberan porque les representan gastos”.
Aunque autoridades, defensores de derechos humanos y pobladores ubican los puntos de mayor peligro para los migrantes, los secuestros siguen.
El investigador Mauricio Farah señala que para los centroamericanos pasar por México para llegar a Estados Unidos es un viacrucis que cada día se vuelve peor. “Hace cinco años había extorsión, robo, por parte de las autoridades o agresiones de la Mara Salvatrucha, pero ahora casi nadie se libra del secuestro”.
“A mí me secuestró la policía y luego me entregaron a Los Zetas. Y es que hay policías y migración que agarran a los migrantes y los entregan. Ellos están relacionados”, se lee en el testimonio que compiló la CNDH en el documento Bienvenidos al infierno del secuestro.
Evangelina hernández, El Universal, 27 de diciembre.
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