Las FARC, entre la guerra y la paz

Medio siglo después y a pesar de los avances, la guerrilla colombiana de las FARC vuelve a encontrarse ante el que parecer ser su eterno dilema, sellar la paz o seguir adelante con una guerra que no sólo marca toda su existencia, sino la vida de varias generaciones de colombianos.
A los 50 años de su fundación en Marquetalia, Tolima, las elecciones del domingo parecen haber colocado una nueva valla en el camino de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) hacia la paz.
Ayer, en La Habana, uno de sus representantes en la mesa de diálogo con el gobierno, Iván Márquez, se negó a opinar sobre los comicios y también omitió responder a las advertencias del candidato uribista, Óscar Iván Zuluaga, ganador de la primera vuelta de la elección —en el sentido de que la paz sólo será posible si dejan de delinquir— al decir que “no vamos a responder a sus insinuaciones porque está ensillando antes de traer las bestias”.
La respuesta demuestra que esta vez las FARC buscan y necesitan la paz, después de medio siglo de violencia, originada en un conflicto rural que primero dio origen a “La República de Marquetalia” y después, en mayo de 1964, a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.
Allí estaban ese día Luis Alberto Morantes, Jacobo Arenas, y Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda, Tirofijo, sus dos líderes máximos a lo largo de su historia. Fue Tirofijo, antes de fallecer en la selva, quien narró los acontecimientos de aquellos primeros movimientos.
Había cierto romanticismo en aquella narración de Marulanda en San Vicente del Caguán, en el 2002, cuando se iniciaba uno de los varios frustrados proceso de paz. Ahora y tras la muerte de Marulanda, Raúl Reyes, Alfonso Cano y otros de sus máximos jefes experimentan un nuevo intento de paz, que se pretende duradera, aunque de las urnas surgieron, el domingo, obstáculos y dudas
En aquella fundación de la guerrilla no todos eran campesinos y algunos ya militaban activamente en el Partido Comunista Colombiano. Eran los tiempos febriles de la Revolución Cubana, de la invasión en República Dominicana y de varios procesos revolucionarios en Latinoamérica, bajo el paraguas de la Guerra Fría.
Arenas, era por entonces un militante del Partido Liberal, un poco harto de la partidocracia. Marulanda, un campesino con intenciones sociales, al que el PC había fichado en el Tolima, unos años antes. Juntos liderarían una guerrilla que en 1998 llegó a tener 15 mil efectivos y el control de un sector nada despreciable del territorio rural.
El primer documento emitido como FARC fue “el programa agrario de los guerrilleros”. Desde entonces, las acciones armadas de la guerrilla aumentaron. Los procesos de paz frustrados fueron tres (uno de ellos en Tlaxcala, México, en 1991) y hubo también un intento de transformarse en una fuerza política unos años antes (1986) a través de la Unión Patriótica (UP), de la que también participaron militantes del M-19 y del Ejército de Liberación Nacional (ELN) que antes habían confluido en la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar.
Aquella experiencia terminaría —como muchos de los intentos de las FARC— en las morgues colombianas. Su candidato a presidente, Jaime Pardo Leal, y su sucesor, Bernardo Jaramillo Ossa fueron asesinados. La misma suerte llevaron 11 alcaldes y 83 candidatos a legisladores, por lo que la guerrilla decidió reactivar el conflicto.
Fue César Gaviria (1990-1994), una vez en el gobierno y alcanzada la paz con el M-19, quien impulsó una nueva ronda de negociaciones. Primero en Caracas y luego en Tlaxcala. Aquello no llegó a ningún puerto. Desde entonces y hasta el 1998, Colombia vivió un recrudecimiento de su guerra interna, con múltiples actores. Además de la guerrilla y las fuerzas regulares, los cárteles del narcotráfico y las denominadas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), paramilitares, lo tiñeron todo de sangre.
Fue en las elecciones de ese año en que las FARC decidieron conversar y apoyar al conservador Andrés Pastrana. Era la piedra basal de los diálogos de San Vicente del Caguán, que terminarían en febrero de 2002 con el secuestro de Ingrid Betancourt, entonces candidata del Partido Verde.
Con el comienzo del gobierno de Álvaro Uribe, arrancaría el período nefasto de las FARC. Duras derrotas militares y la caída de su número dos, Raúl Reyes, su jefe militar, el Mono Jojoy, el deceso de Tirofijo en 2008 y la baja de su sucesor, Alfonso Cano, dos años después, forzaron a las nuevas generaciones guerrilleras, al mando de Timoleón Jiménez, alias Timochenko, su comandante, a negociar con el Estado.
El proceso se abrió en noviembre de 2012 en La Habana, Cuba, con el apoyo del país anfitrión, de Venezuela, Brasil, Noruega e incluso de Estados Unidos. Hasta aquí la agenda planteada ha sido aprobada en 60%.
Pero el resultado de las elecciones del domingo sembró dudas sobre su suerte. Zuluaga ha advertido que de llegar al poder no avanzaría con las negociaciones. Ayer, antes de que Iván Márquez se pronunciara en la capital cubana, en un video Timochenko al celebrar la mitad de siglo de la organización se mostró muy crítico con la clase política, incluso con el presidente Juan Manuel Santos. “Sabemos que lo único que espera la oligarquía de nosotros es una entrega humillante”.
Allí mismo dejó una advertencia que ya resuena en los espacios políticos. “Cumplimos 50 años de lucha incorruptible y cumpliremos los que sean necesarios si la oligarquía insiste en impedir la paz…”.
José Vales corresponsal, El Universal, 28 de mayo.

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