Inviable, segunda vuelta presidencial: expertos

Déficit de legitimidad en los resultados finales; excesivo costo de los comicios; escasa gobernabilidad resultado de un Congreso dividido, “cuotismo” de los partidos en los órganos electorales y manejo discrecional de gobernadores en las elecciones locales son temas que deberán quedar resueltos en esta oportunidad histórica; de lo contario, la reforma político-electoral nacerá limitada, o más precisamente, muerta.

La advertencia es lanzada desde las fibras del cerebro académico del país: la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Los catedráticos de la máxima casa de estudios, Salvador Mora Velázquez y Martha Singer Sochet, con su maquinaria intelectual a tope, chocan, coinciden, proponen, y, sobre todo, enriquecen el debate rumbo a la pretendida reforma política a que se han obligado gobierno y partidos en el seno del Pacto por México.

El acucioso catedrático e investigador Salvador Mora afirma que reformas electorales en México “ha habido muchas y han sido exitosísimas”; pero por ser solamente electorales han quedado rebasadas muy pronto. Por eso, ahora es indispensable entrar a una auténtica reforma política”.

Enciende los focos rojos, por ejemplo, en cuanto a la desaparición del IFE para dar paso al Instituto Nacional Electoral, ya que para que esto camine —apunta—, no es sólo cosa de cambiar de nombre, e incluso ni siquiera de cambiar integrantes del Consejo General de este organismo.

Lo fundamental, acusa, es la voluntad de los partidos para ciudadanizar de verdad el nuevo organismo y dotarlo de “dientes” para sancionar con severidad a quienes infrinjan las leyes electorales, y así terminar, de una vez por todas, con este vicio perverso de que cada una de sus resoluciones son revocadas por el Tribunal Electoral del Poder Electoral de la Federación.

Llama la atención Salvador Mora sobre “la centralización” que implicará el nuevo organismo electoral, “que vulnerará la autonomía de los estados para organizar, efectuar y calificar sus propios procesos electorales”. Ello, sin contar con el “auténtico ejército” de trabajadores profesionales que a lo largo de los últimos años se ha construido en torno a los comicios locales y que ahora quedará subordinado a un ente central.

Especialista en partidos políticos y sistemas electorales, la directora del Centro de Estudios Políticos de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, Martha Singer, contrasta con la visión de su colega Mora en este tema y resalta la conveniencia de acabar de una buena vez con los organismos electorales en los estados “que son manejados al antojo de los gobernadores”. Y que –añade— están desfasados en la construcción de una cultura democrática general en México.

Además, señala, hay una duplicidad de funciones porque un elevado porcentaje de las tareas de los Institutos Estatales Electorales —como el padrón, la distribución de los recursos y los tiempos en radio y televisión, y hasta la localización de las casillas— está soportado en la estructura del IFE nacional, y, por tanto, no tienen ningún caso aquellas entidades estatales paralelas.

Pero lo más importante, a juicio de la catedrática, es que “al centralizar en un sólo organismo las elecciones en el país, los comicios y sus resultados ya no quedarán subordinados a los intereses de los  gobernadores, aunque sí a los de los partidos nacionales, lo cual debe cuidarse para evitarlo hasta donde sea posible”, señala.

SEGUNDA VUELTA. Si bien, los destacados conferencistas discrepan en torno a la desaparición del IFE, coinciden plenamente en cuanto a que la segunda vuelta en la elección presidencial no tiene viabilidad y, por tanto, no debería ser, por ahora, un tema prioritario en la agenda de la reforma política.

Salvador Mora alerta que con esta reforma “se van a ocasionar más daños que beneficios”, ya que en el fondo la intención es solamente “hacer gobernable el sistema presidencial” a través de la creación de alianzas y mayorías mecánicas que van a afectar al multipartidismo, ya que harán desparecer a los partidos claramente minoritarios.

La maestra Singer pone el dedo en la llaga y con un ejemplo dice todo: “En 2012, ¿habría Andrés Manuel López Obrador aceptado una alianza con Josefina Vázquez Mota para una segunda vuelta y evitar que Peña Nieto recuperara para el PRI la Presidencia de la República? ¡La respuesta obviamente es no!”.

“El mosaico plural del país no exige segundas vueltas, sino una garantía de elecciones confiables, donde haya tal claridad que se reconozcan los triunfos aunque sea por un sólo voto, como obliga la auténtica democracia”.

En resumen, la exigencia de gran parte de los estudiosos del tema político electoral —”la materia gris” del país— es que se abra el debate sobre la reforma política a todos los sectores interesados, en forma particular a los especialistas.

Luciano Franco, La Crónica, 4 de junio.

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