Ellas son más de cinco millones y en su mayoría carecen —por el hecho de ser mujeres, indígenas y pobres— de oportunidades económicas y políticas en materia de empleo, educación, servicios sociales, acceso a la justicia, y de manera importante, de acceso a la tierra y a otros recursos productivos, señala Rodolfo Stevenhagen, relator especial de las Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos y las libertades fundamentales de los indígenas.
Su rezago se recrudece frente a las instituciones del Estado, que casi nunca tienen aptitud ni actitud para atender a una población que padece la discriminación múltiple por su origen étnico, por ser mujer, por el uso de su lengua, su situación socioeconómica, entre otras causas, la cual genera también condiciones propicias para que sean víctimas de violencia.
Así lo señala la oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en el informe El derecho a una vida libre de discriminación y violencia: mujeres indígenas de Chiapas, Guerrero y Oaxaca, publicado en 2007.
En estas entidades se localizan 15 de los 25 municipios con menor Índice de Desarrollo Humano Indígena (IDHI) en el país, según la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI).
Discriminación interpersonal
Las mujeres indígenas están particularmente afectadas por la discriminación interpersonal, que significa actitudes de rechazo y exclusión hacia la población indígena por parte de la población mestiza, dice Stavenhagen, por el uso de su vestimenta tradicional y a las niñas y los niños por hablar su lengua madre.
La primera Encuesta Nacional sobre Discriminación 2004 lo confirma: en el país 40 por ciento de la ciudadanía estaría dispuesta a organizarse para evitar que cerca de su lugar de residencia se establezca un grupo étnico.
Sucede incluso en entidades con altos índices de población indígena. Ema Juárez, de origen mixteco, citada en el informe asegura que la población mestiza no acepta a las mujeres indígenas.
“Nosotras servimos a la gente, pero comemos en la cocina o en el patio porque no somos dignas de sentarnos en la mesa de los patrones. Yo viví en Tlaxiaco, para estudiar la secundaria, trabajaba y estudiaba, y así me trataron”, dice.
Educación y salud
A diferencia de Ema, no todas las mujeres indígenas tienen acceso a la educación: en el país, 31 de cada 100 no lee ni escribe, en contraste con la población mestiza, donde 11 de cada 100 mujeres es analfabeta, de acuerdo con el estudio Mujeres y Hombres, del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) y el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres).
La discriminación múltiple se refleja también en el deficiente acceso de las indígenas al derecho a la salud. La carencia de especialistas representa un grave problema, advierte el informe El derecho a una vida libre de discriminación y violencia: mujeres indígenas de Chiapas, Guerrero y Oaxaca, de Naciones Unidas, pues son éstas las entidades con menor número de gineco-obstetras.
En Guerrero, por ejemplo, existe sólo un ginecólogo para atender a más de 17 mil mujeres en edad fértil, cuando el promedio nacional es de un ginecólogo por 2 mil 414 mujeres, refiere el documento. Y en Oaxaca, estado con mayor diversidad étnica del país, las emergencias pueden significar el fallecimiento de la persona debido a la lejanía de los hospitales.
El 60 por ciento de las oaxaqueñas y los oaxaqueños de la Sierra Norte del estado que necesitan recibir atención médica deben viajar de tres a 16 horas para conseguirla.
Violencia
Como si todo lo anterior no significara un alto grado de violencia, la violencia familiar y comunitaria es también una condición casi permanente para la vida de las mujeres indígenas.
La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2006 indica que 32.6 por ciento de las mujeres indígenas han vivido algún tipo de violencia, 26.4 han sufrido incidentes emocionales, 17 económicos, 10.8 físicos y 6.1 sexuales.
Los incidentes más frecuentes son: intimidación y abuso sexual. Las solteras son las que sufren mayor grado de violencia comunitaria, siguiendo las que alguna vez estuvieron casadas y, posteriormente, las casadas.
En Chiapas, Guerrero y Oaxaca muchos de los incidentes de violencia se llevan a cabo cuando las mujeres están embarazadas, advierte la encuesta.
Y aunque la violencia es consecuencia y síntoma de la discriminación contra las mujeres en el país, compartida por indígenas y mestizas, a las mujeres indígenas se suma la violencia por la conflictividad política, la tensión armada o la migración, afirma la Declaración y Programa de la Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer, celebrada en Beijing, en 1995.
La Declaración advierte que para conseguir una vida libre de violencia para las mujeres es necesaria voluntad política de los Estados para prevenir, investigar y castigar los delitos, ya que sin ésta, las normas internacionales y recomendaciones de organismos internacionales como Naciones Unidas y la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos serán inútiles.
Así lo reconoce el senador panista Andrés Galván, presidente de la Comisión de Asuntos Indígenas —donde no tienen un programa específico para las mujeres indígenas— quien recientemente admitió que pese a la pobreza, discriminación y desigualdad que padecen las mujeres y los hombres indígenas mexicanos, “aún falta interés por parte de quienes ocupamos un puesto público” para trabajar a favor del respeto de sus derechos fundamentales.
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