Naufragio del “navío de gran calado”

El “catarrito” se convirtió en recesión. El último en aceptarlo en público fue ayer el secretario de Hacienda y Crédito Público, Agustín Carstens, poco más de tres meses después de que el Banco de México aseguró que este año la economía mexicana entraría en un ciclo recesivo, por primera vez desde 2001.

Guillermo Ortiz, gobernador del Banco de México, declaró el 27 de enero pasado que en 2009 el PIB decrecería entre 0.8 y 1.8 por ciento en 2009, y que hasta 340 mil personas que gozaban de un empleo perderían su puesto de trabajo este año. “Esto corresponde a cualquier definición de recesión”, dijo en esa fecha.

El comentario imponía una dosis de realismo al discurso del Ejecutivo, cuyo tono había estado marcado por la negación de que la economía mexicana, totalmente dependiente de la de Estados Unidos, sería arrastrada por el torbellino de lo que hoy es calificado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) como una “gran recesión mundial”, como “la mayor crisis desde la posguerra”.

En Nueva York, el 11 de febrero de 2008 Agustín Carstens fue interrogado sobre los efectos que causaría en México la crisis financiera y económica en Estados Unidos. Todo quedará en “un catarrito”, respondió cuando periodistas le preguntaron sobre las consecuencias para el país de la pulmonía en la mayor economía del mundo, la que es el destino de ocho de cada 10 dólares de las exportaciones mexicanas.

El pasado miércoles 29 de abril, Guillermo Ortiz declaró que el país vive en medio de la más severa recesión desde la posguerra. Este año se perderán 450 mil empleos y la economía mexicana va a sufrir una contracción hasta de 4.8 por ciento, caída que será mayor por la epidemia de fiebre porcina que afecta al país, anticipó.

En enero de 2008, cuando las perspectivas sobre la economía mundial elaboradas por entidades privadas y organismos internacionales anticipaban el inicio de la crisis, el presidente Felipe Calderón declaró que hasta “me emociona un poquito” el reto que planteaba el panorama.

El Presidente hablaba sobre la economía mexicana ante consejeros del grupo financiero Santander, reunidos en Acapulco el 16 de enero de 2008: “ante una tormenta, por fuerte que se avecine, tenemos un navío de gran calado”.

Esa nave entró en recesión nueve meses después de tal declaración.
Roberto González Amador, La Jornada, 8 de mayo.

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