La pesadilla de dos mexicanos

CUERNAVACA, Mor.— Pese a su empeño por cruzar al otro lado, Mario y Florencio, dos jóvenes morelenses, ya están de regreso en la entidad.

A Mario Olivares Suárez, de 25 años, le ganó el desierto de Arizona. Tras cuatro días de caminata, cayó desmayado en dos ocasiones. En la segunda, ya no pudo reaccionar y actualmente se encuentra internado en el hospital José G. Parres, de la capital del estado de Morelos, con daño cerebral irreversible.

Mientras tanto, Florencio Olivares, de 26 años, primo del paciente, ambos originarios de la comunidad indígena de Cuentepec, municipio de Temixco, no le quedó más remedio que solicitar ayuda. Su primo fue llevado en helicóptero al hospital Saint Mary´s, mientras que agentes de la Patrulla Fronteriza lo deportaban a él por Nogales, Sonora.

Fallida odisea

Primero, narra Florencio, intentaron cruzar la frontera de Estados Unidos por Tijuana, Baja California. Como no tuvieron éxito, emprendieron la marcha hacia la frontera Sonora-Arizona, y durante cuatro días caminaron por la desértica zona del norte del Sásabe, Arizona.

Calor en el día y frío en la noche

Caminaban por las noches y descansaban por el día bajo una temperatura superior a los 40 grados centígrados. Cualquier matorral que diera sombra era el refugio para estos dos mexicanos que buscaban hacer realidad el sueño americano. Por las noches, el frío era duro pero tenían que seguir su marcha.

Les faltaban casi 10 kilómetros para llegar a Los Ángeles, California, recuerda Francisco Maldonado Huete, director estatal de Atención a Migrantes y Participación Ciudadana, quien se entrevistó con las autoridades consulares de Tucson, Arizona.

La madrugada del 13 de febrero, al cuarto día de camino, Mario sufrió su primer desmayó. Florencio lo arrastró hacia unos matorrales y le dio a beber agua con el fin de lograr reanimarlo. Aguardó durante cuatro horas hasta que volvió a abrir los ojos.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó su primo.

—Ya mejor —le respondió Mario.

“¡Entonces, arriba, vamos!”.

Después de 10 minutos de continuar la marcha, Mario volvió a desvanecerse y de esta caída ya no se levantó más por un largo rato.

Florencio se desesperó y marcó desde su teléfono celular el 911 para solicitar ayuda. “Los operadores me indicaron que le sobara el estómago y los brazos mientras llegaba el auxilio. Llegó la Patrulla Fronteriza y después de una hora, un helicóptero se llevó a Mario al hospital”.

El 17 de febrero, el gobierno del estado de Morelos fue notificado del paciente; sin embargo, fue hasta el 7 de marzo cuando fue posible trasladarlo a su estado natal, Morelos, debido a su grave condición médica que presentaba el migrante .

Lo traen al país en ambulancia áerea

Una ambulancia aérea, un Cessna, trajo a Mario de regreso a su tierra natal. Venía con oxígeno y sonda porque había caído en coma diabético.

En el aeropuerto morelense Mariano Matamoros fue recibido por autoridades gubernamentales y médicos del hospital José G. Parres de Cuernavaca.

El director de la institución médica, Humberto Ruvalcaba Robles, informó que Mario presenta un daño cerebral irreversible como resultado de la deshidratación e hipotermia a la que estuvo sometido en el desierto. Además, tenía secuelas de hipoglucemia y neumonía.

El padre del migrante enfermo, Elpidio Olivares, agradeció a las autoridades estatatales la atención que recibió su hijo.

Mario abrió los ojos apenas ayer y comenzó a comer, pero no reconoce a nadie, está ausente y el diagnóstico médico es que posiblemente pierda el habla y sus reflejos motrices; difícilmente volverá a tener una vida normal, pronostican los médicos.

Sueño frustrado

Los primos salieron de su natal Cuentepec el 29 de enero, tres días después realizaron su primer intento de cruce, pero los detuvo la Patrulla Fronteriza. Ésta sería la segunda ocasión en que Mario viajaba rumbo a Estados Unidos y la primera para Florencio, quien sigue cuidando a su primo en el hospital.

Sólo espera que su primo sane para que viaje otra vez en busca del sueño que persiguen de mejorar economicamente. “Es que allá se gana un poquito más y pues en el pueblo todo es pobreza”, justifica confiado en la recuperación de su familiar.
Nota de Justino Miranda, corresponsal, El Universal, 12 de marzo.

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