Nuevas caras de políticos ...en la era de la influenza

Fue hasta la mañana del 4 de mayo, unas horas antes de la marcada para el inicio del acto que reuniría al Presidente de la República con los gobernadores, que desde el antiguo Palacio del Ayuntamiento en el Zócalo, salieron las llamadas dirigidas a los teléfonos de los secretarios de Gobernación y particular del jefe del Ejecutivo, para anunciarles: “Marcelo Ebrard sí va a Los Pinos”.

En realidad, Ebrard había determinado desde antes que estaría en la reunión a la que convocaba el presidente Felipe Calderón, pero decidió responder a la invitación hasta el último momento, para que no se hiciera un manejo político de su presencia en la residencia oficial.

José Ángel Ávila, secretario de Gobierno de la capital de la República, fue quien trató con el secretario de Gobernación todo lo relacionado con el encuentro. En realidad no hubo ninguna negociación, nada de estirar y aflojar. Quedaron en que se repetirían las formas, el protocolo de las sesiones del Consejo Nacional de Seguridad en Palacio Nacional, sobre el lugar que ocuparía Ebrard a la mesa, y que no habría fotos con el anfitrión, ni saludo de mano, no en acatamiento a las medidas de precaución sanitaria ciertamente. De cualquier modo, Ávila dijo que ese lunes darían su contestación.

Ya en su auto, por Paseo de la Reforma con rumbo a Constituyentes, Marcelo Ebrard habló con Fernando Gómez Mont. Una charla breve, respetuosa, cordial de quienes se conocen desde hace tiempo. Y puntual, poco después, el que ha reiterado que aspira llegar a la Presidencia de la República entraba al lugar al que, había dicho, no iría sino hasta 2012: la sesidencia oficial de Los Pinos.

Un episodio central de una historia que comenzó a escribirse hace ya un mes, cuando el gobierno federal daba a conocer al país la existencia de una epidemia por un nuevo virus.

Ausencias, presencias, voces, silencios. Hubo quienes se mantuvieron en un plano discreto. Otros de plano desaparecieron. Algunos fueron protagonistas importantes. Y no faltaron los que aprovecharon la situación para promoverse.Y los que proponían lanzarse al ataque. Y los que se pronunciaron por la mesura. Así, se estableció una virtual tregua que días más tarde fue rota.

Los políticos, sus actitudes. La lucha por el poder… en los tiempos de la influenza.

Y anunciadas estaba ya la alarma, la emergencia, desatados el miedo, el pánico, hasta la sicosis, cuando desde Los Pinos y el Palacio del Ayuntamiento salieron claras, categóricas las líneas: ninguna declaración que fuese o pareciera ataque a los adversarios políticos, además, desde luego, de la colaboración, la coordinación entre los equipos de trabajo.

En las dirigencias nacionales de todos los partidos acordaron, cada cual por su lado, por convicción o conveniencia, no aprovechar la coyuntura para sus fines electorales.

Así, Armando Ahued Ortega, secretario de Salud del gobierno capitalino mantenía constante comunicación con su homólogo federal José Ángel Córdova. Estuvieron juntos en varias ocasiones. El doctor Córdova esperaba diario a que Marcelo Ebrard y su equipo terminaran su conferencia de prensa matutina para iniciar la suya. Aunque hubo discrepancias en las cifras de enfermos y fallecidos, se cuidaron de no caer en roces con sus dichos para los medios de comunicación

Sin embargo, una vez que Ebrard decretó el cierre en cafeterías y restaurantes y que sólo hubiese comida para llevar, en el interior del gobierno de la República y del PAN surgieron voces que sugerían que se saliera al paso de dicha medida, se criticara por exagerada e impopular. Además, mientras el presidente Calderón se ausento de los medios algunos días, el jefe del gobierno local mantenía su presencia. Grabó un mensaje para la televisión; luego lo haría el jefe del Ejecutivo.

Prudente fue entonces José Ángel Córdova. Javier Lozano, secretario del Trabajo por su lado, en una laberíntica declaración mostró su desacuerdo con las medidas de Ebrard. Un par de días más tarde, el Presidente pedía a todos los mexicanos que en el puente del 1 al 5 de mayo, durante el que suspenderían actividades la gran mayoría de las dependencias públicas, no salieran a la calle, permanecieran en sus hogares.

Lucha por el poder en los tiempos de la influenza, que otros mantuvieron. Rodrigo Medina Cruz, candidato del PRI al gobierno de Nuevo León instaló en su casa de campaña un taller con 14 máquinas de coser para producir cerca de 14 mil cubrebocas que él mismo y su equipo de campaña repartieron. Regalaron también termómetros y guantes.

“Matamos dos pájaros de un tiro: Dar empleo a quienes los producen y regalarlos a la gente que los está pidiendo muchísimo pues hay desabasto” justificó el aspirante a gobernador.

Por su parte, el Partido Verde Ecologista de México dejó a un lado su campaña telefónica en favor de la pena de muerte a secuestradores que maten o mutilen a sus víctimas para dar paso a otros mensajes en los que primero se mencionaban los síntomas de la influenza, las medidas precautorias y al final se indicaba que dicha organización política estaba al pendiente de la salud de los mexicanos.

Tiempos de influenza durante los cuales estaba marcado de antemano por la ley el inicio de las campañas electorales para la renovación de la Cámara de Diputados al Congreso de la Unión, y de la Asamblea Legislativas y las delegaciones en el Distrito Federal.

Frente a las circunstancias, el Instituto Federal Electoral demandó a los partidos y candidatos que se abstuvieran de hacer actos masivos. De algún modo, la mayoría aceptó. La tregua, en general, continuaba.

Pero el 5 de mayo, un día después de que Marcelo Ebrard estuvo en Los Pinos, reapareció Andrés Manuel López Obrador y en una entrevista en el noticiario de Carlos Puig criticó la actuación del gobierno de la República que tiene, dijo “el virus de la idiotez”. Agregó: “Calderón ha demostrado torpeza, ineficacia, Calderón no estaba ni para Ministerio Público, y lo impusieron como Presidente. El país da pena”.

Después, López Obrador viajó a su tierra, Tabasco, y ante más de 500 personas sin cubrebocas, en un parque del municipio del Centro, dijo que el virus que más afecta a la población es el mal gobierno: “¡Que influenza, ni que nada, ni qué ocho cuartos!” exclamaría entonces.

La tregua estaba rota. Dos días más tarde, al pie de la Columna de la Independencia, los candidatos del PT a diputados, Gerardo Fernández Noroña y Porfirio Muñoz Ledo, realizaron un acto proselitista. El primero, contra su costumbre y las recomendaciones de las autoridades sanitarias, portó corbata. El segundo repartió besos a varias admiradoras.

Ya en plena contienda otra vez, esta semana, el PAN subió a su página de internet un spot en el que ataca al gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto por la que llaman “ausencia” durante la contingencia. Agregó que el mandatario priísta sólo cuida sus asuntos personales y su imagen al grado de que no ha dejado de usar la corbata, mientras que las autoridades federales y locales, entre estas la capitalina, sí asumieron su responsabilidad.

“La boca de Germán Martínez Cazares es más peligrosa que la corbata de Enrique Peña Nieto”, respondió de inmediato el líder de los senadores del PRI, Manlio Fabio Beltrones.

Dichos, hechos, ausencias, presencias, los políticos, la lucha por el poder… en los tiempos de la influenza.
Fidel Samaniego, El Universal, 23 de mayo.

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