El frenazo en el proceso ha estado en relación directa con los pronunciamientos de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, quien aseguró en una comparecencia en el Congreso que Cuba aún no está lista para reintegrarse como un gobierno democrático de pleno derecho a la OEA.
“Cualquier esfuerzo por asegurar el retorno de Cuba a la OEA, está en manos de Cuba”, aseguró Clinton en referencia a la necesidad de que La Habana dé pruebas de su sinceridad y de su apertura liberando a presos políticos y respetando libertades fundamentales como la libertad de expresión.
Inmediatamente de la intervención de Clinton ante el Comité del Exterior del Senado, el senador Richard Lugar consideró que la OEA cometería un “grave error” al eliminar de forma automática la resolución de 1962, que hizo oficial la expulsión de Cuba, durante la próxima cumbre del 2 y 3 de junio en San Pedro Sula.
“El retorno incondicional de Cuba a la OEA daría pie a serias dudas y preocupaciones sobre la integridad del compromiso de esta organización de defender y promover la democracia representativa tal y como lo postula la Carta Democrática Interamericana”, aseguró Lugar en referencia a los pasos que deberá dar La Habana antes de reincorporarse como miembro de pleno derecho.
A pesar de que el propio Insulza ha descartado el retorno de Cuba en la próxima cumbre de San Pedro Sula, la intención de allanar el terreno y acelerar el proceso había animado a países como Honduras, cuyo gobierno se ha manifestado en favor del inmediato retorno de La Habana a la organización.
Al final, la posición intermedia de Costa Rica, que se ha pronunciado en favor de que el Comité Jurídico Interamericano emita su opinión sobre los procedimientos legales a seguir para reincorporar a Cuba, parece haberse impuesto para tratar de difuminar las acusadas divisiones que aún mantienen países como Estados Unidos, que se resiste a la reincorporación inmediata de Cuba.
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