Migrantes, del sueño a la pesadilla

Se llama Juan: las comisuras reventadas, la piel apachurrada, las ilusiones extraviadas. Es migrante por obligación. Salió hace tres meses de Huixtla, Chiapas, para dirigirse a Los Ángeles, pero en su intento algo falló; ahora viaja de vagón en vagón para volver a su pueblo.

El joven de 26 años cuenta que para cruzar a Estados Unidos sólo necesitó astucia y dinero para pagarle a un buen pollero; lo más difícil ha sido el regreso: inmediatamente al cruzar la frontera de Arizona con Sonora, por el municipio de Nogales, lo asaltaron un par de sujetos.

"Allá me deportaron, me echaron por Nogales, pero luego ahí tuve problemas, y me quitaron lo que traía, se llevaron mi mochila".

En Nogales, Sonora, pidió alojamiento en un albergue, y ahí le dieron un cambio de ropa y comida, unos compañeros en el refugio le propusieron devolverse con ellos trepados al tren que sale de Nogales hacia el sur del país, y él aceptó.

"Lo más difícil ha sido el frío, estos días en Nogales estaba nevando y nosotros vamos arriba o a un ladito del vagón trepados, esperando el momento para saltar, te duele la cara con el viento, pero no puedes llevar mucha ropa, es pesado", comenta.

Ahora, se encuentra en Hermosillo esperando que pase un tren para volver a Chiapas. La noche del 1 de diciembre durmió en un albergue de la ciudad, y espera entre lunes y martes tomar el vagón para devolverse.

Sin oportunidad de llegar a EU

El segundo rostro de la migración es Marcelo, de 43 años, que también quiere regresar a su pueblo: un ejido cerca de Orizaba, Veracruz.

Él no pudo siquiera tocar Estados Unidos. Cuenta que salió de su pueblo en autobús con destino a Baja California, pero el pollero que lo iba a cruzar en Tijuana le robó el dinero.

"Yo llegué a Tijuana, iba conectado con un pollero, era recomendado, yo le di la mitad del dinero para cruzarme y ya no lo volví a ver, unos hombres que conocí me dijeron que por Sonora era más fácil, y como ya no tenía dinero me vine en el tren".

El problema es que en el trayecto, al querer bajar en un pueblo, se entrampó con la sudadera y una chamarra que llevaba puesta y cayó del tren, fracturándose la pierna.
"Con el frío no me dolía tanto, y me volví a subir al tren, pero al llegar a Altar, ya no aguantaba el dolor, ahí me atendieron en un albergue y estuve varios meses, y mejor decidí que no valía la pena, ahora lo que quiero es regresarme", cuenta en un albergue de Hermosillo.

Al cuestionar a ambos sobre los abusos ocurridos en contra de migrantes, dicen tener miedo. Y es que Marcelo asegura que por el solo hecho de ser indocumentados, y en su caso, indígena, la gente los discrimina y los policías quieren abusar.

"Cuando llegué a ese pueblo nadie me quería echar la mano, te ven feo, ya ni con lástima, pero gracias a Dios encontré a un padre que me ayudó, así pude atenderme".

Juan explica que le tocó ver casos de migrantes que son extorsionados y asaltados por los mismos policías; mujeres que son ultrajadas y hasta violadas, pese a que viajan con sus hijos; y jovencitos que son asaltados por "bajadores" en el desierto.

Desde Honduras a Denver

Su ruta: Chiapas, Oaxaca, Veracruz, Distrito Federal, Guanajuato, Irapuato, Jalisco, Nayarit, Sinaloa y ahora Sonora. Su destino: Denver, Colorado, en Estados Unidos. El medio de transporte: un tren carguero. Su nombre: Carlos Ulises Matute; su origen: hondureño.

Este hombre tiene 32 años y un rostro que aparenta más años. Es de Olancho, un pueblo ubicado a dos horas de Tegucigalpa, en Honduras, donde tenía una casa a medio construir, una familia y muchas deudas, hasta que un día tomó la decisión de viajar hacia Estados Unidos.

Entonces con una mochila y pocos pesos, salió desde hace un mes y medio de su pueblo. Ahora está en Hermosillo en espera de un tren carguero que lo lleve a Altar, Sonora, por donde planea cruzar con un pollero por la ruta del desierto que comparten Sonora y Arizona.

"Voy a Altar, Sonora, en el tren carguero que sale como a las 3:00, 4:00 de la tarde, voy a cruzar solo, ya llevo como 20 días en Hermosillo, trabajando así en pintura, construcción, salí sólo porque ahorita en Honduras está mala la situación: no hay trabajo, no hay nada, por esas circunstancias vengo a este lugar".

Cuenta que en estos 45 días el trayecto no ha sido fácil. Y entonces enumera las vejaciones que ha vivido en cada uno de los estados.

"En Chiapas me robaron, me quitaron todo, y a veces no se sabe ni quién es, porque uno viene en el tren y ahí hay mucha gente delincuente. A mí me quitaron los zapatos, mochilas, todo, el dinero".

En Oaxaca recibió varios balazos por un grupo de pandilleros, pero ninguno lo alcanzó. El más reciente atraco lo vivió en Acaponeta, Sinaloa, donde un grupo, al parecer de sicarios, los bajó del tren a balazos, y también salió ileso.

"De la policía qué te puedo decir, son corruptos, para qué te voy a mentir, a eso se dedican, a andar chingando a los inmigrantes, te bolsean y te sacan hasta lo último, si cinco pesos traes, eso te roban".
Zoraida Gallegos corresponsal, EL Universal, 15 de enero.

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