“No tengo mala memoria”, soltó en su celebración en el zócalo de Acapulco. Desde ahí agradeció uno a uno a los dirigentes de la alianza Guerrero nos Une. El acento lo puso al pronunciar el nombre de Marcelo Ebrard “y su mano amiga y solidaria”.
Después de votar, Aguirre se dirigió de Chilpancingo a Acapulco. Ahí lo esperaba Marcelo Ebrard, quien lo acompañó en su presentación a los medios como virtual triunfador para levantarle la mano.
“¡Jefazo, jefazo!”, lo vitoreaban, pero a ratos coreaban también “¡Marcelo, Marcelo!” El jefe de Gobierno sonreía. Se despidió cerca de las 7 de la noche con el triunfo en la bolsa.
La victoria era del ex priista, pero también de Marcelo Ebrard, quien no sólo lo acompañó a lo largo de la campaña, sino que lo apoyó con operadores electorales.
Y es que Acapulco como nunca parecía el Distrito Federal por la presencia de jefes delegacionales, diputados locales y federales que se metieron a cada uno de los distritos del puerto guerrerense a asegurar el triunfo. Todos celebraban “la derrota del otro PRI; el triunfo del PRI-mo de Añorve”, como bromeaban.
La jornada en el cuarto de guerra transcurrió tranquila. En tres ocasiones los dirigentes de los partidos de la coalición ofrecieron cortes informativos. La primera vez aseguraban que la elección se realizaba con calma. Dos horas después, cerca de las 4 de la tarde, presumían “resultados irreversibles”. Jesús Ortega llamaba a los líderes de PRI, Verde y Nueva Alianza a serenarse y evitar propiciar la violencia. “El pueblo de Guerrero ya decidió”, aseguraba. A su lado, fatigado, pero sonriente, estaba el coordinador de campaña, Jesús Zambrano, quien parecía que ya recibía la paga por su esfuerzo al ser anunciado como el presidente nacional del PRD, “el próximo presidente”, dijo la presentadora desde el micrófono, lo que arrancó risas y aplausos.
Cerradas ya las casillas, cuando Manuel Añorve se les adelantó para proclamarse vencedor ya sin la presencia de Manlio Fabio Beltrones, Aguirre, Ebrard y los dirigentes de la coalición bajaron de la suite ubicada en el último piso del hotel para hacer lo propio. Por un momento simultáneamente ambos levantaban la mano triunfantes desde distintos hoteles de la costera Miguel Alemán.
Casi inmediatamente después de que Ebrard se fue, llegó Marcos Parra, quien declinó apenas cinco días antes de la elección. Con él, el ex presidente nacional panista César Nava, quien sonreía y abrazaba perredistas como sintiéndose en casa. Nava y Ortega fueron juntos a Oaxaca, Sinaloa, Durango, Hidalgo y Puebla y siguieron la misma ruta para Guerrero. Hubo quienes a pesar de su militancia perredista, convergente o priista en disidencia aprovecharon para tomarse la foto con los panistas, a quienes despidieron entre ovaciones y aplausos. El espaldarazo estaba dado. “Tenemos cifras contundes e irrefutables”, aseguraba César Nava.
Marcos Parra a su vez rechazaba que ya hubiera un compromiso para sumarse al gabinete de Aguirre, pero dejaba en claro que las propuestas de su campaña estarían contenidas en el plan de gobierno.
El equipo de comunicación del aliancista entregó libros que contienen ya el “Plan de Gobierno 2011-2015”, recién salidos de la imprenta, porque el olor a tinta los delataba.
El festejo inició desde un día antes. Al bunker de la coalición Guerrero nos Une llegaron perredistas, petistas, convergentes y aguirristas como ellos se proclaman.
“No tenemos ningún elemento que nos diga que no vamos a ganar” anticipaba desde el día previo Manuel Camacho Solís.
La preocupación estaba centrada en la posibilidad de que actos de violencia durante la jornada y al cierre de las casillas pudiera poner en riesgo el triunfo que cantaban 24 horas antes. Afuera, en las vigiladas calles del puerto acapulqueño sólo estaba presente la sombra de violencia que pesó a lo largo de la campaña y que anticipaba una jornada hasta sangrienta. “El pueblo de Guerrero nos dio una lección, es un pueblo que deja atrás aquella historia negra de que somos broncos por naturaleza”, festejaba el virtual gobernador a partir del primero de abril.
Liliana Padilla, Milenio, 31 de enero.
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