"Me pongo a llorar porque no hay clases"


ZIMATLÁN.- Daniela pasa gran parte del día frente al comal, atizando la lumbre, haciendo tacos de quesillo o tortillitas. Ahora que no tiene clases ocupa su tiempo en ir al molino; ayudar en esta caseta donde se vende comida; acompañar a su mamá al centro de la localidad y jugar. También “me pongo a llorar porque quiero ir a laescuela, quiero regresar a estudiar”.
Gamaliel considera que sus maestros son “flojos” mientras que la señora Bertha, quien vende verduras de casa en casa, afirma que los docentes “se fueron devacaciones”.
Daniela sonríe cuando alguien se acerca a esa cocina y ella ofrece un taquito de quesillo con tortilla grande. Ella como sus hermanos, sobrinos, vecinos y otros miles de niños en la entidad se aburren en casa y por eso improvisan actividades como ayudar en los quehaceres de la casa o el campo, al cumplirse el quinto día del paro indefinido de la sección 22 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).
La fonda, ubicada en el Paraje del Cerro de Yavego (Cerro de la Tortuga), llama la atención de quienes circulan por la carretera por el gran comal de barro. Atizando en la leña está la niña, quien también confía que a veces “me pongo a llorar porque quiero ir a la escuela”.
Ella ingresaría el pasado lunes a tercer grado de primaria. María, mamá de Daniela, se conforma con trabajar para ganar dinero para el diario. “Los maestros que tienen más prestaciones y cuanta cosa no se conforman, ora si al maestro le dan, por ejemplo, un aumento extra, ¿quiénes van a ser los afectados o perjudicados? Nosotros, los campesinos”.
Al aumentar el sueldo a los maestros “yo pienso, que los más perjudicados somos nosotros. Aparte que hacen sus paros, perjudican a los niños y, de paso, nos afectan a nosotros como padres, porque ¿de dónde va a salir ese aumento? De los padres de familia, de la gente del campo, de los más necesitados. Eso pienso”.
A unos kilómetros de ahí, en Zaachila, Gamaliel empuja al lado de su mamá una carretilla llena de verduras. “Yo tenía ganas de ir a la secundaria, pero el lunes al llegar y ver (el cierre de la escuela) se me quitaron las ganas”. Tiene 13 años, pero para Bertha, su mamá, es preferible que la ayude a vender casa por casa las bolsas con tomates, limones, plátanos, cilantro, epazote, tuna, pera y miltomate.
Quiere evitar que ahora que los maestros “se fueron de vacaciones” su hijo, que debiera estar en la secundariaRafael Ramírez, se la pase todo el día en los videojuegos.
Tras un descanso y antes de continuar el recorrido por la colonia, el adolescente pide a sus maestros: “que no sean flojos” y su mamá complementa: “que se pongan a trabajar”.
A la orilla de la carretera, rumbo a Zimatlán, Carlos ayuda a su madre a barbechar y a recoger leña. Eso no es lo que le gusta, prefiere ir a clases.
En el Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO) la estimación es que de las 13 mil escuelas, más de 3 mil planteles de educación básica iniciaron clases de forma regular. Se tratan de las instituciones privadas, 350 planteles donde acuden maestros de la sección 59 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y reconoce que en seis los padres de familia obligaron a los maestros dar clases.
En una de las casas de la localidad de Los Reyes Mantecón, los maestros jubilados Inocencia Díaz y Ausencio Gutiérrez son creativos para distraer a sus nietos y al mismo tiempo enseñarles a leer. A la indicación de Raulito o Daniel, quienes deberían haber ingresado a cuarto y segundo años, Paola Monserrat señala la letra que le pide la abuela: ¿I de? Iguana, responde la niña. De forma alternada se interrumpen. Se aburren del juego y toman en el patio un par de arcos de bambú, elaborados por el abuelo.
Nurit Martínez enviada, El Universal, 22 de agosto.

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