En los lomos de La Bestia apenas se puede dormir. Por eso Jonathan, a diferencia de los casi 200 migrantes con quienes viaja, ha decidido ubicarse esta noche en un rincón de la parte de abajo del tren junto a tres compatriotas guatemaltecos. Está recostado; tiene 16 años. Lleva 15 días de viaje y se dirige a Houston, Texas. Antes tiene que pasar por Medias Aguas, Veracruz, un lugar infestado de zetas que suben al tren y secuestran, violan o asesinan a machetazos: “Tengo miedo, pero la pobreza me hace que busque otro país mejor”.
En el vagón de enfrente, Wilmer Hernández sube con gran facilidad al techo. Dice que es de Tela, departamento de Atlántida, Honduras, y desde arriba da sus razones para emigrar: “Hay mucho problema con los mareros: amenazan a todos los que no andan con ellos; por eso me vine. Me han contado que secuestran y a las mujeres las violan, que los zetas agarran migrantes por dinero para pedir rescate a la familia; pero, qué va a hacer uno, arriesgarse”.
Por los rieles caminan Ángel Sánchez y Jeffrey Alexander sin equipaje. Acaban de salir del albergue Hermanos en el Camino, dirigido por el sacerdote Alejandro Solalinde. Allí estuvieron tres días, descansaron y comieron para recobrar fuerzas tras dos semanas de viaje desde Honduras: “Haya lo que haya, no nos importa el peligro: vamos a seguir”, advierte el primero.
En grupos, los migrantes salen del albergue y se enfilan al tren. La luz de la luna llena permite ver las sombras deambulando por el techo del convoy estacionado. El fuerte pitido de la locomotora anuncia la partida; el tren pasa rozando, potente, implacable y hospitalario a la vez.
Solalinde recorre las vías. No se cansa. Viste como de costumbre, de impecable color blanco, pulcro, resplandeciente en medio de la noche. Recibe y despide a los migrantes: “La Bestiano es este tren, que es un invento maravilloso que ha unido personas, comunidades; La Bestia somos nosotros, los seres humanos que hemos bestializado las relaciones contra la humanidad”.
Por la vieja estación del tren de Ixtepec, este sacerdote –amado por los migrantes y perseguido por el “crimen autorizado” y sus connivencias con las autoridades mexicanas– se detiene ante una pared con una pintada gigantesca color blanco: “MS-13”. “Esto es nuevo. La Mara Salvatrucha anda por aquí”, explica, refiriéndose a la trasnacional de pandillas con más de 70 mil miembros, extendida con células en Estados Unidos, Canadá, Guatemala, El Salvador, Honduras, España y México.
Es mediodía y, antes de oficiar misa, recorre los rieles junto a los migrantes y su escolta. Desde que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) le otorgó medidas cautelares a él y a su equipo de trabajo, ha aprendido a vivir bajo amenaza de muerte. Aquel ataque de residentes de Ixtepec, encabezados por el alcalde y 14 policías, que irrumpieron en el albergue y amenazaron con prenderle fuego si no cerraba en un plazo de 48 horas, no es fácil de olvidar. Tampoco las amenazas constantes que aún recibe: “No me van a callar, ni voy a dejar de apoyar a los migrantes. No tenía miedo antes ni ahora. No tengo miedo de morir”.
Desde las vías del tren en su albergue se alcanza a ver con letras mayúsculas la solidaridad: “Bienvenidos, migrantes”: “Unos voluntarios migrantes pintaron las paredes. Yo les dije que tenía que haber un mensaje. Quería que los migrantes al bajar del tren vieran que ésta es su casa, que los estamos esperando.”
Acostumbrado a caminar por las vías, observa cómo los migrantes escalan con gran facilidad el tren y caminan por el techo “como changos”: “El tren es como una banda móvil. No nos da miedo, nos dan miedo las personas. El tren no hace daño a nadie. Todo lo que ha pasado es por las persecuciones de los delincuentes, que si no pagamos, nos lanzan del tren en movimiento”, menciona un migrante hondureño.
Actualmente son los maquinistas quienes exigen pago de 100 pesos o 100 dólares a los migrantes por permitirles viajar en los lomos del tren. Las bandas de asaltantes en connivencia con autoridades migratorias, municipales, estatales o federales, suben a La Bestia para extorsionar, violar, secuestrar o asesinar a los migrantes centroamericanos.
De hecho –precisa Solalinde– la ruta de mayor agresión para los migrantes es exactamente la ruta priísta, estados gobernados por el PRI, donde suceden los peores abusos y han ocurrido las más de 70 mil desapariciones. Comenta que ha comprobado el desprecio del gobierno hacia los migrantes centroamericanos. No sólo de los gobiernos en sus distintos niveles, ni de las autoridades del Instituto Nacional de Migración (INM) que, afirma, sigue siendo una “institución corrupta, podrida”, sino también de su propia Iglesia católica que es insensible.
“La Iglesia es mayoritariamente administradora, no evangelizadora. La estructura está para reinar en la Tierra, no para formar con el ejemplo ni con el testimonio, para salir a las vías, para bajar, para estar con la gente pobre. La Iglesia no tiene esa estructura, son establecimientos donde llega el que quiere.”
Nacido en el estado de México, al terminar sus estudios de secundaria Solalinde quiso pertenecer a la Compañía de Jesús, pero fue disuadido por sus superiores porque era una congregación “muy progresista”, ideología que paradójicamente finalmente asumió.
Vive en el albergue junto a los migrantes. Se define asceta existencialista. Ha rechazado todo tipo de seducciones del poder, de ofertas económicas disfrazadas que pretenden amordazarlo. Dice que nada necesita, que su espíritu combativo le permite seguir en la senda de la libertad.
Se muestra preocupado por la situación del país, la inestabilidad social y la crisis financiera que produce cada día más pobres. Está decepcionado de los políticos: “La clase política en general en este momento está perdida”.
Y analiza al Ejecutivo con suma claridad: “Peña Nieto es un muñeco; el que manda es Carlos Salinas de Gortari. Pobre México, si supiéramos realmente quién está mandando. Es un grupito muy pequeño, personas muy pudientes; es la plutocracia lo que estamos viendo. Peña Nieto es un gran simulador. Es un gobierno que está decidiendo desde arriba. No toma en cuenta a los ciudadanos”.
Está muy molesto por las recientes reformas, en particular por la energética, porque la considera “una porquería, una infamia”: “La reforma es un vil despojo. Del PAN no me extraña, porque es un partido de clase media alta y muy proclive a Estados Unidos. Entre el PAN y el PRI han vendido a México. El PRD también se ha corrompido con los Chuchos y ya es tarde. Ahorita están reaccionando, pero ya qué. También ellos colaboraron en cierta forma para la venta de México”.
Su análisis es contundente: “Peña Nieto está haciendo las reformas con cúpulas políticas a modo, también desvinculadas de la base, el pueblo. El PRI desgraciadamente desde hace muchos años se desvinculó de la base popular. Es un gobierno que no siente a su pueblo. No le interesa. Su mundo está arriba, su mundo es Estados Unidos. El nacionalismo que tenía el PRI se perdió. Y Peña Nieto es un producto mediático. No tiene visión de estadista”.
Solalinde se sacude la indignación causada por la situación de este México “fracturado” que –dice– “sólo cambiará desde la sociedad civil”. Vuelve a salir a las vías. Los migrantes lo conocen, lo saludan. Su albergue es famoso en Centroamérica. La mayoría sabe que Ixtepec es una parada segura, donde hay un “ángel” que los cuida.
El flujo migratorio en esta época fluctúa entre 200 o 500 por tren. Recuerda las veces que ha recibido mil, mil 500 y hasta 2 mil migrantes en un tren repleto de esperanza con gente que busca una vida mejor. Vienen hambrientos, cansados, lastimados. Él los acoge con amor, los bendice recordando a Mateo 25:35: “Tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, fui migrante y me hospedaron”.
Sanjuana Martínez, La Jornada, 22 de diciembre.
En los estados que gobierna el PRI, la mayor agresión para los migrantes, dice Solalinde
Derechos Humanos, Iglesia, Migración, PRI Medios México domingo, 22 de diciembre de 2013 0 comentarios
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