Muerte de Chávez, clave en América Latina

CARACAS.— El 5 de marzo de 2013 el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, falleció después de luchar contra el cáncer durante casi dos años. Fue un desenlace anunciado. El 8 de diciembre de 2012 el mandatario informó en cadena nacional de radio y televisión de una recaída de salud; admitió —por primera vez en público— la gravedad de su situación y designó a un sucesor: el entonces vicepresidente Nicolás Maduro.
El hecho de que fuese una noticia esperada no le restó importancia. Los actos fúnebres se extendieron durante varios días e incluyeron una ceremonia solemne en la Academia Militar, en la que participaron jefes de Estado o de gobierno de 33 países, la exhibición de sus restos en capilla ardiente, a donde miles de personas acudieron a darle el último adiós, y el entierro en el llamado Cuartel de la Montaña (Museo Histórico Militar).
Después de todo, Chávez no sólo era un presidente en funciones. Su muerte puso fin a un gobierno de 14 años (1999-2013) que modificó el sistema político y económico de Venezuela y dejó una huella en América Latina, pues el mandatario exportó su modelo a otros países (Bolivia, Ecuador, Nicaragua) y promovió mecanismos como la Alianza Bolivariana para las Américas. “Chávez cambió el proyecto democrático que existía en el país y creó una propuesta que siguieron varios gobiernos latinoamericanos. Representó la renovación de la izquierda radical (a la cubana) en la región, que se creía superada después de la caída del Muro de Berlín y de la Unión Soviética”, dice la politóloga María Teresa Romero, profesora de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad Central de Venezuela.
En materia económica, Chávez implementó el llamado socialismo del siglo XXI, que básicamente ha consistido en aprovechar la renta petrolera de la última década —profundizando la dependencia del país de ésta— para incrementar el papel del Estado en la actividad productiva y reducir el del sector privado, explica el economista Asdrúbal Oliveros, director de la firma Ecoanalítica.
Batalla política
La muerte de Chávez convirtió al país en un foco de atención mundial. “Puso en jaque la permanencia de la revolución bolivariana en el ámbito interno y externo, lo cual hizo que los demás países voltearan su mirada hacia Venezuela”, apunta Romero. Además, el presidente fallecido dejó una herencia complicada: un país polarizado, un descontento social creciente ante problemas como la delincuencia y una economía distorsionada.
El primer reto del oficialismo era mantenerse en el poder y comenzó a trabajar en eso incluso antes de la muerte del mandatario: Chávez no se juramentó el 10 de enero para el período 2013-2019, como establece la Constitución, pero la Asamblea Nacional le aprobó un permiso para que se ausentase por tiempo indefinido y el Tribunal Supremo de Justicia sentenció que Maduro podía seguir como presidente encargado.
El fallecimiento de Chávez llevó al Consejo Nacional Electoral a convocar los comicios en los que Maduro enfrentó al gobernador del Estado de Miranda, Henrique Capriles, que ya había sido el candidato de la oposición en octubre. La campaña dejó al descubierto que el sucesor carecía de las cualidades de su mentor pero confirmó que la maquinaria oficialista seguía funcionando: Maduro superó a Capriles por una diferencia mínima.
Lo estrecho del resultado (223 mil 599 votos y 1.49 puntos porcentuales, según el CNE) generó manifestaciones callejeras que dejaron varios muertos y causaron preocupación por la estabilidad del país. La oposición denunció ante el organismo electoral y la justicia más de 3 mil irregularidades cometidas por el oficialismo tanto en la campaña como en el día de votación, pero sus reclamos fueron descartados. La corta ventaja también generó dudas en el oficialismo.
Maduro buscó despejarlas con una agenda internacional intensa —que incluyó visitas a aliados como Brasil, China, Cuba y Rusia— para consolidar la legitimidad externa y con una radicalización política —la golpiza que recibieron diputados opositores en la Asamblea Nacional es un ejemplo— para reforzar el liderazgo interno.
Guerra económica
El otro gran reto del oficialismo es la gestión de la economía, distorsionada por una década de controles gubernamentales y expropiaciones de tierras, la mayoría de las cuales se encuentran hoy improductivas. “Maduro está padeciendo las consecuencias del modelo aplicado por Chávez, con el agravante de que no tiene ni tendrá el liderazgo y la libertad que tenía su antecesor —gracias a los precios petroleros— para manejar los desequilibrios y postergar los ajustes”, señala Oliveros.
En eso Maduro también comenzó antes de que Chávez falleciera, al tomar medidas como la devaluación del bolívar, que incrementó el precio oficial del dólar en 46.5%. Incluso mostró signos de apertura, con la creación de un mecanismo alternativo para obtener divisas (Sicad), el aumento en los precios de varios productos regulados y las conversaciones con representantes del sector privado.
Ante la inflación anualizada de 54.3% —la más alta desde 1996— y la escasez de 22%, Maduro optó por profundizar los controles: creó más mecanismos para supervisar a las personas y las empresas que reciben dólares oficiales e inició una campaña nacional contra comercios —que supuestamente especulaban— para obligarlos a rebajar los precios.
Más allá de las críticas de expertos, las medidas políticas y económicas parecieran haber ayudado a Maduro a superar con éxito relativo su primera prueba electoral: los comicios municipales del 8 de diciembre. El oficialismo conservó la mayoría de las alcaldías y superó en número de votos a la oposición, aunque ésta avanzó en las ciudades grandes e incrementó el número de municipios que controla.
El panorama para 2014 luce menos alentador. “Maduro necesita aplicar medidas más profundas para corregir los desequilibrios económicos. Por eso están discutiendo cosas que eran tabú, como subir los precios de la gasolina”, indica Oliveros. “Puede ser que el chavismo sobreviva como movimiento político, pero no tendrá más nunca la edad de oro que tuvo con Chávez y el boom petrolero de 2005-2008”, agrega Romero.
Alejandro Hinds, El Universal, 23 de diciembre.

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