Cárcel y tumor no borran sonrisa de Patishtán
El profesor Alberto Patishtán no perdió esa sonrisa que lo caracteriza ni siquiera cuando los médicos le informaron que tenía un tumor en el cerebro y que la pérdida paulatina de su vista no se debía a un glaucoma, como le habían hecho creer durante más de tres años, sino a ese bulto que le oprimía el nervio óptico.
En medio del convivio que se organizó después de que Patishtán obtuvo el indulto presidencial y de que ofreció una conferencia de prensa, su hijo Héctor platica que cuando el profesor supo del tumor, ni se preocupó.
A unos pasos, en la Casa de la Solidaridad, en la colonia Del Valle, el luchador tzotzil que ayer recuperó su libertad tras 13 años de encarcelamiento injusto, recibe y reparte abrazos.
“Solamente sé que fui hecho de Dios y sólo Dios sabe. Lo que para uno es imposible, para Dios es posible, así que también para mí. Por eso, estoy tranquilo”, dice el profesor indígena sobre su estado de salud, por el cual se encuentra a la mitad de un tratamiento de radioterapias en el Instituto de Neurología, en la ciudad de México.
—¿Haberse enterado del tumor fue el momento más difícil que vivió en la cárcel? —se le pregunta.
Entonces, con su sonrisa metálica, suelta una carcajada y dice que no, que eso para él no fue difícil. “Hubo otros momentos más difíciles, pero también lo más difícil para uno es cuando tú te sientes muy solo, te sientes que te han dejado, te sientes que no hay esperanza, pero fue leve para mí”, confiesa.
—¿Usted se sintió solo?
—Horas nada más, no días ni meses.
Para su hija Gabriela, enterarse del tumor en el cerebro de su padre les complicó más la vida; “no fue nada fácil asimilar la noticia, porque a pesar de que está en la cárcel, que nos digan que está enfermo de tumor, fue muy fuerte para nosotros, pero gracias a Dios, ahorita está batallando y sé que mi papá lo va a lograr y se va a sanar”.
Con la noticia, en la familia surgieron preocupaciones. Temían que en la cárcel no hubiera una atención adecuada para él. O que en la cirugía que le practicaron hace un año, perdiera la vida. Pero por fortuna para la familia Patishtán, todo salió bien.
Sin embargo, el tumor sigue creciendo, pero Patishtán no es pesimista.
Rafael Montes, El Universal, 1º de noviembre.
Derechos Humanos, Indígenas Medios México viernes, 1 de noviembre de 2013 0 comentarios
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