Sin acordar con trasnacionales, seguirá el deterioro del planeta

El problema del cambio climático se aborda de una forma que no es real: los estados desde hace tiempo dejaron de manejar la economía mundial, son las grandes trasnacionales las que lo controlan y generan los problemas ambientales, “con ellas no se meten para nada” en las negociaciones internacionales, advierte Amparo Martínez Arroyo, directora del Centro de Ciencias de la Atmósfera (CCA) de la Universidad Nacional Autónoma de México, frente a la próxima conferencia que se celebrará en Cancún.

Para que la 16 Conferencia de las Partes (COP) de cambio climático y las negociaciones del Protocolo de Kyoto avancen se debe ir al meollo del asunto. Los gobiernos deben exigir a las grandes compañías compromisos de cambio de tecnología, inversión, eficiencia y restauración ecológica, señala la especialista en entrevista con La Jornada.

La funcionaria considera más viable obtener avances en la cumbre climática global de alcaldes, que se llevará a cabo en el Distrito Federal, donde se prevé la firma del Pacto climático global de ciudades.

Bióloga de profesión con doctorado en ecología, Martínez Arroyo es directora del CCA, desde donde impulsa la divulgación de las ciencias de la atmósfera.

Pionera en el estudio de las interacciones atmósfera-biosfera en sistemas acuáticos, ha elaborado análisis interdisciplinarios de problemas ambientales.

–En vísperas de la COP, ¿qué podremos esperar de las negociaciones?

–En la COP, que es la reunión de los gobiernos, se esperan pocos avances. Tal vez se llegue a algunos acuerdos parciales, no “al acuerdo”. Creo que lo más interesante serán las reuniones paralelas, dentro y fuera del recinto; en éstas hay que poner mucha atención. Podemos tener más esperanzas en la reunión de alcaldes del Distrito Federal, porque en ella estarán representadas las ciudades más importantes del mundo y tienen un plan, vienen a firmar un acuerdo.

“Esto es importante, porque en las urbes es donde se dan los movimientos sociales más fuertes, y esto hace que las medidas se puedan llevar a cabo mediante la participación social.

“Es una gran diferencia respecto de medidas verticales, que no tienen ese soporte. Por ejemplo, el Metrobús en la ciudad de México, e incluso en Estados Unidos durante la época de George Bush, varias ciudades acordaron reducir emisiones, y lo están llevando a cabo. En las urbes existe una liga más cercana con la actividad ciudadana y más posibilidades de que se presione a los gobiernos. Esto da esperanzas de lo que se puede hacer, si tomamos en cuenta que la mayor parte de la población del mundo vive en ciudades, puede ser una vía para llegar a soluciones, pero sobre todo a acciones”.

Una ciudadanía consciente debe demandar soluciones
–¿Qué pasa con los mecanismos internacionales que no han dado resultados ante el tamaño del problema?

–Creo que la crisis ambiental que tenemos, que incide en todo esto, es abordada de una manera que no es real: siguen tratando los problemas de las emisiones y del deterioro ambiental como si los estados realmente siguieran siendo quienes llevan la economía en el mundo, cuando desde hace tiempo están regidos por instancias supranacionales, por trasnacionales con otro tipo de acuerdos. Con ellas no se meten para nada.

“Los estados hacen acuerdos que no pueden cumplir, porque quienes tienen las posibilidades de hacerlo son las trasnacionales. ¿Cómo vamos a controlar la basura electrónica, cómo vamos a cambiar el parque automotriz del mundo si no metemos a las trasnacionales en el compromiso de hacer esto?

“Algo que haría avanzar a las COP sería ya no hacer acuerdos de gobierno y que cada uno se pelee con el pedazo de trasnacional que le toca, y que todos los gobiernos exijan a las grandes compañías, por rubro de actividad –a las de energía, a las automotrices, a las electrónicas–, un compromiso de cambio de tecnología, de inversión, de eficiencia, de reparación, de restauración ecológica.

“Si no entran al meollo del asunto, que son todas estas empresas que dominan la economía, es muy difícil arribar a soluciones reales. No es posible que un gobierno se esfuerce en limpiar sus playas, entre otras acciones, cuando tiene la basura de las pilas, teléfonos celulares, pañales, parque vehicular chatarra.

“Tenemos que irnos a la parte real, sólo así las COP tendrán alguna posibilidad. Pero con la fuerza de esos gobiernos juntos, no actuando por separado ni viendo cómo arregla cada uno su problema local. No tienen que ser condiciones amenazantes, sino con un espíritu de colaboración entre todos para sacar al planeta del problema en que se encuentra.”

–Los eventuales acuerdos a los que se podría llegar en la COP, ¿serán mínimos por el limitado margen de maniobra de los estados?

–De manera voluntaria y marginal muchas grandes empresas hacen campañas de trabajo por el ambiente; a veces les da alguna ventaja competitiva ser más verdes que otras. En otras ocasiones les puede convenir en términos económicos. Por eso planteo que es más fácil si de manera conjunta se trabaja con todos las empresas de un mismo sector de producción, porque entonces las obligan a todas.

Señala como ejemplo el Protocolo de Montreal, cuyo objetivo era sustituir los gases que dañan la capa de ozono, y abordó un tipo de industria, de refrigerantes, y el problema se pudo controlar.

“Hay una forma de crecimiento mundial que nos arrastra. Antes de que podamos poner las reglas, las compañías están siempre por encima de las reglas nacionales; en algunos países se pueden ajustar un poco más o un poco menos, pero tienen la posibilidad de cambiarse de país cuando las normas son más estrictas. Mientras no haya un acuerdo internacional al respecto será muy difícil avanzar”.

–Ya se llegó a ciertos escenarios que se preveían para cambio climático y fenómenos como las inundaciones se atribuyen a él, mientras el proceso de negociación es muy lento. ¿Qué podemos esperar?

–Está desfasada la urgencia de la situación respecto de las medidas. Funcionan a diferentes velocidades. A lo que cada vez podemos apostar más es a una ciudadanía más consciente, más demandante, que obligue a tomar acciones para avanzar en estos procesos. Por eso esta escala de la reunión de alcaldes me parece importante: son ciudades concretas, acciones específicas y en sitios que son muy contaminantes.

“Muchos países plantean metas voluntarias, pero muchos no asumen compromisos. ¿Cómo es posible que ante esta evidente urgencia sigan con una posición que prioriza los privilegios? Debe subyacer la esperanza de encontrar en el camino una solución tecnológica-científica sin tener que sacrificar sus ganancias. Pero esto es muy improbable. Mientras sigamos así, el deterioro del planeta, los impactos en las poblaciones y ecosistemas naturales serán más altos. No queda de otra que la ciudadanía lo entienda así y demande soluciones.”
Angélica Enciso, La Jornada, 26 de octubre.

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