Autor del libro Buen vivir, para una democracia de la tierra, economista y vocero de la asociación italiana A Sud, afirma que actualmente el modelo capitalista genera una plusvalía que equivale al doble del PIB mundial y se construye por medio de servicios ambientales gratuitos. “Ahí está su ganancia, y con esto pierden sus derechos los trabajadores y los habitantes de las comunidades.”
Explica que el actual modelo económico “no puede enfrentar la crisis ecológica” y por eso se debe crear el modelo basado en el buen vivir. “Tenemos que profundizar en qué ha cambiado en la sociedad si queremos entender la crisis estructural de los gobiernos.
“Buen vivir significa lo que pueblos indígenas nos dicen: que el desarrollo debe ir de la mano de la sustentabilidad ambiental. Puede existir economía sin ecología, no; ecología sin economía, sí.”
En entrevista refiere que uno de los elementos centrales del libro –prologado por Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz 1980– es que “la única manera de salir de esto es plantear otro paradigma civilizatorio; queremos volcar la verticalidad de este modelo, construir de manera horizontal nexos sociales, económicos, jurídicos, espirituales.
“Reconstruirlos sobre dos ejes que son la justicia ambiental y social. Esto permite enfrentar la crisis sin retroceder ni resistir, sino profundizar la democracia.”
De esta circunstancia no se sale con una sola nación, “La crisis de México es como la de Italia; no es nacional, es global, tiene que ver con la del trabajo, la explotación de la tierra. El punto es que no hay diferencia en esta lectura entre norte y sur; la crisis afecta a ambos, por ejemplo el agua está privatizada y se pide a los trabajadores que renuncien al derecho de huelga”.
A partir de los conflictos ambientales se desarrollan prácticas nuevas de hacer política; “la novedad es que ponen en común tanto a las comunidades del norte como del sur. La gente de Nigeria y de otros lugares como Italia, luchan por los bienes comunes, en contra de un basurero, de un tren de alta velocidad, la defensa de las semillas. Todas son luchas que cuando se desarrollan llevan prácticas como autogobierno, democracia comunitaria, participativa, rescate de las prácticas ancestrales. Son aspectos importantes que las comunidades de norte y sur utilizamos para defendernos del avance de la frontera de expansión del modelo capitalista, que está en una crisis qu se profundiza”.
–¿Las negociaciones que se llevan en el contexto de Naciones Unidas no resolverán el problema?
–Se habla de la economía verde, pero si se construyen carros que no usen combustibles fósiles no se resuelve el problema, porque para desarrollarlos ya se usaron recursos naturales como agua y otras fuentes de energía. Apelamos a la reconversión industrial, algo que no tenga un impacto tan brutal como el de la actual economía, en la que muchas cosas se hacen sólo para seguir consumiendo.
“Tenemos que reducir en 10 años 50 por ciento de las emisiones; hay responsabilidad compartida, pero distinta entre las naciones. El cambio climático es la mayor amenaza mundial, afecta al año a 600 millones de personas y mata a 300 mil, según la ONU. Es algo que ya está.
“La propuesta que se hace en Cancún no resuelve nada, como en Copenhague; el capitalismo no se puede autorreformar. Especialistas indican que en dos años de crisis financiera hemos gastado lo que equivale a 600 años de la humanidad de bienestar salud, agua, comida y educación, esto da la idea del problema. ¿Por qué no se invierte en solucionar el problema? Porque este modelo fisiológicamente necesita el despojo.”
Agrega que el buen vivir “es reconstruir nexos biológicos, económicos, jurídicos, con todos los que nos rodean, un modelo de desarrollo acorde con la naturaleza.
“Las crisis por el modelo vigente indican que debe haber un cambio que ponga en el centro la naturaleza, porque la problemática ecológica demuestra que no podemos continuar así. No es una utopía. Utópico es pensar que con el desarrollo económico actual se solucionará el daño ambiental”.
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