La cruzada de Santos contra las FARC

BUENOS AIRES.— Para el presidente colombiano Juan Manuel Santos, las FARC no sólo son el enemigo a derrotar, sino el motor de su ascenso político y de su liderazgo, desde los días en que fungía como ministro de Defensa.

También fueron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) las que, menos de dos meses después de que Santos asumiera la presidencia, lo ayudaron a consolidar su figura, gracias al operativo que acabó con la vida del Mono Jojoy, jefe militar de la guerrilla.

Pero ahora, las FARC, en el terreno militar, y el ex presidente Álvaro Uribe, en el político, se han convertido nada menos que en los objetivos a superar.

Cada éxito político que ha allanado el ascenso de Santos al poder tiene que ver con las FARC. Cada operación militar exitosa en la administración de Uribe (2002-2010) llevó el sello del entonces ministro de Defensa. Hoy, mucho antes que cumpla sus primeros 100 días en el Palacio de Nariño, Santos, un economista frío y político pragmático, ya ha dado sobradas muestras de que el suyo será un gobierno reformista, por momentos con sesgos socialdemócratas, algo que ha dejado sorprendidos a aquellos que menos lo conocían.

El rápido acuerdo con su par venezolano Hugo Chávez, o el reciente pacto para diseñar una estrategia antidrogas conjunta, son algunas de esas medidas que muestran el camino por el que Santos busca afianzar su liderazgo.

Pero ninguna medida es más ejemplificadora del rumbo que piensa seguir Santos que el anunciado proyecto de indemnización a las víctimas del conflicto o la ansiada Ley de Tierras —a la que, por cierto, Álvaro Uribe se opone—, lo más parecido a una reforma agraria que puede haber en un país como Colombia.

Muy a su pesar, las FARC han tapizado el camino de Santos al gobierno y a la popularidad —hoy goza de un índice de aprobación de 82%—. Fue Santos quien anunció al mundo la muerte de los jefes insurgentes El Negro Acacio y Martin Caballero, así como el éxito de la Operación Fénix, que el 1 de marzo de 2008 acabó con la vida del número dos de la guerrilla, Raúl Reyes, en territorio ecuatoriano, lo que derivó en un conflicto diplomático con ese país.

Recién días pasados, y tras el firme apoyo que Santos expresó a la democracia en Ecuador, el presidente de este país, Rafael Correa, decidió considerar la posibilidad de “cerrar cualquier tipo de secuelas” de aquel episodio.

Santos fue también el encargado de revelar la muerte, por causas naturales, de Manuel Marulanda o Tirofijo. Luego vendría el golpe que terminó de impulsar su candidatura presidencial: la Operación Jaque, en la que fueron liberados la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt y 11 militares.

Ya como presidente, lanzó el ataque en La Macarena contra Jojoy.

Pero sus golpes exitosos contra la guerrilla y su política de apertura diplomática, que hasta lo llevó a un acercamiento con los países miembros de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), obligaron a Uribe a regresar con premura a las arenas políticas para liderar el oficialista Partido de la U.

Su influencia sobre los diputados oficialistas podría bloquear la Ley de Tierras que Santos busca sacar adelante. Un escenario así podría provocar el divorcio definitivo entre estos dos socios políticos cuyo frente común siguen siendo las FARC. La guerrilla aparece cada vez que Santos tiene que dar un salto hacia la consolidación de su poder. Ese mismo que ahora parece disputarle Uribe, a quien Santos llegara a definir como “el mejor presidente de toda la historia”.
José Vales corresponsal, El Universal, 9 de octubre.

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