El cambio climático exacerba las plagas

En el centro de México se ubica una reserva natural considerada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) como una zona de valor mundial por la variedad de sus ecosistemas. Pero tiene un enemigo que amenaza su existencia.

En sus 383 mil 567 hectáreas se puede viajar por semidesiertos, bosques, matorrales y selvas. Ahí, en la Sierra Gorda de Querétaro, viven 110 especies de mamíferos, lo que la convierte en una de las zonas más ricas a nivel nacional. El jaguar aún lo considera su hogar, igual que venados, jabalíes, zorros, coyotes, armadillos, mapaches, cacomixtles, tepescuintles, ardillas, conejos y murciélagos. Esta Reserva de la Biósfera es el segundo lugar del país con mayor presencia de anfibios, además de reptiles como culebras, serpientes, lagartijas y tortugas. Sus cielos son surcados por 333 especies de aves y 469 de mariposas. Tiene la última colonia de guacamayas de México y matorrales de 50 millones de años.

Pero esta riqueza es acechada por un fenómeno que los expertos atribuyen al cambio climático: plagas, hasta ahora incontenibles e impredecibles, que están acabando con la vida de los árboles de esos bosques. Desde hace ocho años, los pinos y encinos de unas 100 mil hectáreas están siendo destruidos por gusanos descortezadores, larvas barrenadoras, muérdagos y escarabajos.

“Quien dude del cambio climático y sus efectos, puede venir a la Sierra Gorda. Aquí podrá comprobar que las plagas se presentan con mayor frecuencia durante un año y que ahora son más violentas”, asegura Roberto Pedraza, jefe técnico de la reserva, quien tiene una nueva preocupación ya que en temporada de lluvia era común ver salamandras, “y este año no he visto una sola”.

Los anfibios están desapareciendo en Sudamérica por la presencia de un hongo en los cuerpos de agua, dice. En México se desconoce si ya está presente.

Adrián Fernández, director del Instituto Nacional de Ecología (INE), advierte que un impacto potencial del cambio climático es la mayor incidencia de plagas y enfermedades, y la menor eficacia de herbicidas y plaguicidas, para lo que, asegura, hay un plan de mitigación.

Pero no sólo la flora y la fauna son amenazadas; también la agricultura.

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) advierte que los cambios en la cubierta vegetal de la Tierra como la deforestación y la desertificación, pueden incrementar la vulnerabilidad de las plantas y los animales ante plagas. Un informe del Departamento de Gestión de Recursos Naturales y Medio Ambiente de la FAO dice que plagas, patógenos y malezas causan la pérdida de más de 40% del suministro mundial de alimentos.

En México, estos efectos en la agricultura causados por el cambio climático aún no son una realidad, asegura Héctor Manuel Sánchez Anguiano, director de Protección Fitosanitaria del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica).

Sin embargo, los productores de cítricos en el país están luchando ante una plaga que es considerada a nivel mundial como una de las más devastadoras y que no tiene cura. Se trata del mosco que transmite el virus de huanglongbing (HLB) a los sembradíos de cítricos y que produce su muerte. Hasta ahora, sus efectos se han observado en siete estados, pero es posible que se extienda hacia las 23 entidades que producen limones, limas, naranjas y mandarinas.

El funcionario de Senasica dice que la situación es grave, y aunque la presencia de la bacteria no se atribuye al cambio climático, los expertos internacionales aseguran que la capacidad de dispersión del insecto transmisor es alta y favorecida por vientos y huracanes.

Donde la muerte acecha

La Unidad de Investigación recorrió parte de la Reserva de a Biósfera de Sierra Gorda para observar los efectos de las plagas en la vegetación. Cuando se transita por el bosque se pueden observar manchones amarillos de árboles que son atacados por la plaga de gusanos barrenadores, larvas y escarabajos.

Carlos Urrutia, investigador en biología de a Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), explica que el gusano hace hoyos hasta llegar a la savia de los árboles. Una vez que consume los nutrientes, la planta se seca hasta morir. El muérdago es un parásito que se adhiere y se esparce principalmente en la corteza de encinos y enebros hasta secarlos. La larva barrenadora consume las semillas de los pinos e impide su reproducción.

El científico señala que las plagas no sólo provocan la muerte de los árboles, sino que afectan un ecosistema y por lo tanto ponen también en peligro la sobrevivencia de las especies que lo habitan.

Urrutia dice que, según estimaciones, en 10 años habrá nuevas plagas debido a que algunas especies se desplazarán hacia zonas climáticas donde antes no podían vivir. Considera que serán necesarios programas de adaptación para mantener la salud de los bosques.

Hay incluso brotes epidémicos de plagas nativas que están causando problemas catastróficos, como lo que sucede con la plaga de la banda roja y el escarabajo de pino de montaña en Canadá.

Las plagas en la Sierra Gorda, dice Pedraza, solían desaparecer en invierno y eran más comunes en temporada de sequía, pero ahora las hay todo el año.

El mismo fenómeno se observa en otras partes del mundo. “El Servicio Forestal de Estados Unidos está alarmado porque en Colorado, vía satelital, se observan grandes manchones rojos de árboles afectados por las plagas”, asegura el experto en cambio climático. Otro de los efectos, señala, es que un árbol al descomponerse libera bióxido de carbono, el gas causante del cambio climático.

El problema es mayor, advierte, porque hasta ahora no hay forma efectiva de acabar con esas plagas que, además, son más violentas. “La norma —explica Pedraza— nos dice que debemos emplear insecticidas, pero su uso, además de no acabar con el problema, genera otros efectos pues contamina los suelos. La quema de los árboles tampoco es una opción viable por las repercusiones que tiene en el medio ambiente y porque mata a otros microorganismos. El único control biológico son los pájaros carpinteros, pero si se acaba con su hábitat también tenderán a desaparecer”.

Dice que ante la desesperación de los campesinos por salvar a los árboles se han buscado otras alternativas. “En noviembre vendrá un experto europeo para experimentar con la medicina homeópata, que aumenta la resistencia de los árboles ante el embate de las plagas”.

Esta reserva se ha podido mantener por los trabajos de conservación que realizan las organizaciones ambientalistas, financiadas por fundaciones nacionales y extranjeras, en los que involucran a los 95 mil habitantes de la región, al grado de que éstos han dejado de realizar la poda de árboles para desempeñar otras acciones sustentables como el reciclaje, la herbolaria y la educación ambiental.

“Para todos ellos ahora un árbol vivo vale más que uno muerto”, dice Pedraza, pero su preocupación es que fenómenos como la expansión de las plagas, que no depende de ellos, acaben con la riqueza natural de la Sierra Gorda.

“No somos alarmistas ni estamos habando de un futuro probable, sólo advertimos lo que está sucediendo”, insiste el subdirector de la reserva.

Producción amenazada

Ana Cecilia Conde, investigadora del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM, señala que las plagas también llegan a afectar los cultivos de manera severa, “por lo que son un factor ambiental que debe considerarse, principalmente cuando las condiciones climáticas propician su propagación”.

Un ejemplo de lo que una plaga es capaz de provocar está ocurriendo ahora en los campos de cultivo del continente americano. En 2004, la bacteria huanglongbing (HLB), que en mandarín significa “dragón amarillo” y que se caracteriza por dejar manchas amarillas en las plantas, comenzó a afectar la producción de cítricos en Sao Paulo, Brasil. En 2005 apareció en Florida, Estados Unidos; en 2007 en Cuba y los demás países de Centroamérica. En México, esta bacteria transmitida por un insecto y que es capaz de destruir enormes plantíos de cítricos, se detectó en julio de 2009, en Tizimín, Yucatán, y ahora está presente en Quintana Roo, Jalisco, Nayarit, Campeche, Colima y Sinaloa.

Un estudio hecho por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) señala que al año de establecido el patógeno, se podría perder 14% de la producción, y en cinco, 38%. Agrega que en un lustro de ataque de la bacteria los cítricos dulces dejarían de ingresar divisas hasta por 106 millones de dólares, y los cítricos agrios, hasta por 51 millones de dólares.

Clima propicio

Héctor Manuel Sánchez Anguiano, director de Protección Fitosanitaria del Senasica, dice que esas pérdidas ocurrirían si el gobierno federal no hubiera actuado a tiempo para mitigar sus efectos, para lo cual se han invertido cuando menos 239 millones de pesos para fortalecer los laboratorios de diagnóstico, realizar investigación, y hacer los planes de control biológico y prevención.

Asegura que aún no es tiempo de diagnosticar que una plaga de ese tipo pudiera llegar a México por efectos del cambio climático, pues patógenos como el HLB llegaron al país por el intercambio comercial y turístico. Sin embargo, el clima propicia la propagación del insecto causante de diseminar la bacteria de HLB en los cultivos de cítricos. Sánchez Anguiano reconoce que los huracanes y los vientos pueden ayudar al insecto.

Para el funcionario, la propagación del HLB es grave porque amenaza la producción de cítricos de 23 estados. México es el cuarto productor de cítricos a nivel mundial. Destina 549 mil hectáreas para esos cultivos, de los que se producen 6.9 millones de toneladas al año con valor de 9 mil 600 millones de pesos, y que genera 70 mil empleos directos y 250 mil indirectos.

El HLB no tiene cura y una vez que llega a la planta de cítricos, la bacteria se reproduce hasta matarla. Los frutos dejan de crecer y se vuelven inútiles para consumo humano.

Para combatirlo, Sánchez Anguiano explica que el gobierno mexicano realiza investigaciones para proteger los cultivos sanos, detectarlo a tiempo y producir en laboratorio de los parasitoides que matan al insecto dispersor del HLB.

Pero además del HLB, el gobierno mexicano combate otras plagas como el mosco de fruta, el ácaro rojo, la cochinilla rosada, el moko de plátano, el trips oriental, las langostas, la maleza, la enfermedad de Pierce, la broca del café, el chapulín, el piojo harinoso de la vid, la raya asiática y anaranjada, y otras plagas cuarentenarias de la manzana, el jitomate, el aguacate y el algodón.

“Hay —alerta— cuando menos mil plagas y enfermedades que amenazan al país, que no necesariamente tienen que presentarse en México y que se desconoce si el cambio climático tendrá una influencia sobre su dispersión. Si hay efectos o no, lo sabremos hasta que el cambio climático vaya ocurriendo”.

Liliana Alcántara, El Universal, 5 de octubre.


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