Cuba, en mejor sintonía con América Latina


BUENOS AIRES.— Con medidas de apertura económica y migratorias, con un aliado de hierro que, además de suministrar petróleo redondea más solidez geopolítica, y la decisión regional de salir de los pantanos diplomáticos a los que la Organización de Estados Americanos (OEA) tiene acostumbrado al mundo, Cuba parece reinsertarse diplomáticamente, al conseguir la presidencia de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), algo que termina resultando un hecho “histórico”.
Esa presidencia que el presidente Raúl Castro recibió el pasado lunes en Santiago de Chile al concluir la primera cumbre de la CELAC, llega exactamente 51 años después de la expulsión de Cuba de la OEA, en la recordada cumbre del Tratado Internacional de Asistencia Recíproca (TIAR) en Punta del Este Uruguay, el 31 de enero de 1962.
Pero la llegada de Castro a la presidencia de la CELAC no fue el fruto de una elección divida entre los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y el Mercado Común del Sur (Mercosur) contra lo que queda de la Comunidad Andina de Naciones o los de la Alianza Pacífico y los centroamericanos. Surgió por consenso, con el inquebrantable apoyo de Venezuela, pero también de Brasil y de México, que bajo la presidencia de Enrique Peña Nieto parece más decidido a revisar en su disco duro diplomático ciertos “clásicos” de la diplomacia continental, principalmente en lo que se refiere a la isla.
Desde el momento en que Castro bromeó: “Tranquilos que sólo estaré un año” y no 54, que son los que cumplió el gobierno que preside en Cuba, presidentes y ex presidentes saludaron lo que calificaron como “un hito”. El analista argentino Julián Hermida explica que “a pesar de las asignaturas pendientes en términos democráticos, la actual realidad que vive la región permite tranquilizar los ánimos y termina con los anacronismos políticos que se vieron en los últimos años”.
Ya en la última Cumbre de las Américas, celebrada en Cartagena, varios países de la región plantearon que esa debía ser “la última cumbre sin Cuba en la mesa” del evento. La constante negativa, a pesar de los esfuerzos del secretario general, José Miguel Insulza, para que la OEA vuelva a aceptar en su seno a Cuba, hicieron que, justamente, toda la energía se enfocara primero en la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y ahora en la CELAC.
Fue Insulza el que en días pasados en Chile se esforzó en ver no un reemplazo de la OEA por la CELAC, sino “un complemento”. Pero a decir verdad, la cancillería venezolana, cuando aún estaba bajo la órbita del ahora vicepresidente, Nicolás Maduro, buscó sin tapujos “una OEA sin Estados Unidos y sus satélites”.
Para el politólogo Marcelo Cavarozzi, la presidencia cubana de la CELAC muestra que el bloqueo económico a la isla por parte de EU “ha ido perdiendo apoyo, no sólo en Latinoamérica sino a nivel mundial”.
Algo similar expresaron en un artículo los ex diplomáticos cubanos Alberto López Levy y Rogelio Sánchez Levis. Según ellos, es histórico para la diplomacia cubana y establece “la confirmación viva de su inserción regional y el fracaso de Estados Unidos”; sostienen que esto obliga, además, a la Unión Europea (UE) a cambiar su política hacia Cuba, que desde 1996 mantiene una posición común basada en dos ejes: derechos humanos y democracia.
Para Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz, la presidencia de Cuba pone de manifiesto una región que acompaña la mejora en los índices económicos con “madurez política”, que está decidida “a hacerse escuchar con voz propia buscando recuperar sus caminos de identidad”.
Hoy la región puede mostrar mayor sintonía política con Cuba en la CELAC, pero también fuerza a la OEA, que desde hace lustros viene siendo cuestionada por su rol en los conflictos institucionales (desde el fraude de Alberto Fujimori en Perú hasta los golpes en Paraguay contra Fernando Lugo y en Honduras contra Manuel Zelaya), a redefinir su razón de ser. Algo que se plantean, cada vez con más fuerza, diversas cancillerías sudamericanas.
José Vales corresponsal, El Universal, 2 de febrero.

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