Promueven bosques que “atrapen” carbono

Este pequeño terreno montañoso cubierto de oyameles es un ejemplo de los esfuerzos internacionales por combatir la deforestación y el cambio climático, en parte por sus famosos visitantes de cada invierno: millones de mariposas monarca, cuyo número mermó 75% el año pasado, aparentemente por el cambiante clima y tipo de vegetación.

El santuario de mariposas monarca en las montañas de Michoacán, al oeste de la capital del país, se ha beneficiado de apoyos internacionales como pagos a las comunidades de la zona para preservar los árboles y proyectos alternativos de trabajo que ayudaron a reducir la deforestación en un 95%.

La idea de salvar bosques como este para atrapar gases del efecto invernadero ha avanzado desde los días en que la plantación de un cultivo sencillo como el eucaliptus en un lote descubierto era considerada una práctica compensatoria —offsets, como se denomina al proceso por el cual se equilibran las emisiones de gases en un sitio “atrapando” el carbono en los árboles.

El tema será uno de los asuntos centrales en la conferencia climática de las Naciones Unidas de la próxima semana en Cancún, Quintana Roo. El debate se centra en torno a quién debe pagar y cómo para preservar los árboles; cómo asegurarse de que el carbono “atrapado” permanece allí y no se filtra; si los bosques deben ser tratados como offsets y cómo lidiar con las comunidades que viven en bosques y selvas en las naciones en desarrollo.

Si bien los bosques comunales del santuario de las mariposas monarca —provenientes de Estados Unidos y Canadá— han resuelto algunos de estos asuntos, está claro que no basta con evitar la tala de árboles.

El mantenimiento del bosque

Fernando Solís Martínez, de 54 años de edad, es el director se la Comisión de Bienes Comunales que se hace cargo de las tierras que fueron de los indígenas en San Juan Xoconusco, un pueblo localizado dentro de la reserva de 13 mil 550 hectáreas. Solís supervisa el regado y la replantación de oyameles en el vivero del pueblo.

“El vivero es para darle mantenimiento al bosque y dar empleo a más personas”, manifestó Solís. “Muchos emigran o andan como jornaleros, trabajan por un salario mínimo. Queremos darle empleos a más gente, pero por desgracia no nos alcanza”.

Los 12 mil oyameles, de entre 15 y 30 centímetros, serán plantados a lo largo y ancho de la reserva en junio de 2011, durante la época de lluvias, para rellenar sectores donde los árboles habían sido barridos por precipitaciones.

Creado hace tres años con ayuda del Fondo Mundial para la Naturaleza (World Wildlife Fund, en inglés), el vivero es parte de una serie de proyectos: pagos directos del gobierno y contribuciones de empresas privadas; un plan para vender savia a productores de aguarrás; la venta de artesanías hechas con hojas de piña y proyectos para promover el turismo, iniciativas que apuntan a generar formas de ingreso sustentables para futuras generaciones.

No es ningún paraíso. La mayoría de los residentes de Xoconusco siguen trabajando en invernaderos por el equivalente a unos 10 dólares diarios, sin embargo, los taladores ilegales siguen siendo una amenaza. Cada comunidad envía a diario patrullas de 10 hombres a las montañas para asegurarse de que no hay actividades ilegales.

El jefe de la policía, José García Reyes, recoge esas patrullas en su camioneta para que les indique dónde oyeron ruidos de sierras eléctricas. “Hay gente en el monte y está armada”.

Gabriel Colín Camacho, de 37 años, nuevo director de las tierras comunales del pueblo de Crescencio Morales, combate la reputación que tienen las comunidades como las peores áreas de deforestación de la reserva. “Antes el bosque no representaba nada para nosotros, sólo dinero. Éramos inocentes, porque vendíamos la madera por menos de lo que valía”.

Actualmente, 90% de los vecinos sabe que todavía tiene que subir a la montaña de vez en cuando para impedir que alguien corte vigas, como le dicen a los árboles.

“La semana pasada, un compañero tenía la necesidad de bajar una vigas para una vivienda, pero la gente me llamó la atención”, relató Colín Sánchez. “Me decían, ‘oye, nosotros estamos cuidando’. Me tocó ir a pararlo, y sí se molestó, pero es la función de uno”.

Las comunidades de la reserva todavía no han encontrado la forma de medir los gases que atrapan en sus árboles, que es un requisito para ser admitidas en una iniciativa conocida como REDD (Reducing Emissions from Deforestation and Degradation, o Reducción de Emisiones de la Deforestación y la Degradación).

“No es una teoría hipotética”

Es una de las iniciativas preferidas de la ONU y se espera sea comentada la próxima semana en Cancún, durante la Cumbre de Cambio Climático.

“No se trata de una teoría hipotética”, aseguró el secretario federal del Medio Ambiente, Juan Rafael Elvira Quesada. “Funciona en muchos países. Lo que necesitamos ahora es que lo que por ahora es una alianza se convierta en un tratado”.

Si bien el santuario de las mariposas monarca es un éxito, los árboles por sí solos no bastan para mantener viva la iniciativa. Si las mariposas desaparecen —y todo indica que están extinguiéndose— el interés en los bosques podría desvanecerse. El programa REDD ha sido mejorado para tomar en cuenta la importancia de la biodiversidad en los bosques, un concepto conocido como REDD Plus. Los expertos no están muy seguros de lo que afecta a las mariposas, pero el cambio climático seguramente incide.
Mark Stevenson, El Universal, 27 de noviembre.

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