Con la mano de Dios como pasaporte, Edgar David dejó La Bestia y continúa a pie la marcha; su más grande temor, la Border Patrol, porque si lo “pescan”, ya no lo deportarán, iría a la cárcel

Más de 2 mil kilómetros recorridos en 20 días en los que tuvo que resistir al calor, al , a las lluvias… sufrió hambre y cansancio a bordo del "tren de la muerte"; y ahora el trayecto es a  y puede tardar hasta tres días. Su pasaporte, dice, es la  de Dios.

Es la travesía de Edgar David, un indocumentado hondureño que salió de su país el 23 de julio con el objetivo de cruzar la frontera de Estados Unidos y llegar a Houston para reencontrarse con su esposa, Anel Guardiola, y sus hijas Briana y Jenny, de apenas uno y dos años de nacidas.

Ser presa de la organización criminal de Los Zetas o ser extorsionado por alguna autoridad , es un temor que ya quedó atrás. Ahora su miedo es la patrulla fronteriza, la Border Patrol, porque si lo agarran ya no lo deportarían sino que sería cárcel por "reentre".

El jueves pasado, El Vampiro, sobrenombre de Edgar que se ganó en los antros estadunidenses donde mezclaba música, tuvo que bajar de La Bestia en  porque su salud no era buena.

La fiebre lo tumbó y no se sentía en condiciones de seguir su camino; el grupo de 9 centroamericanos con los que viaja desde el municipio de Huehuetoca, en el Estado de México, lo apoyaron y se quedaron con él.

Desde su salida del ejido de San Bartolo, en Huehuetoca, (sábado 4 de agosto a las 16:40 horas), se le monitorea vía celular para saber cómo se encuentra a su paso por territorio mexicano.

Edgar David de Ríos es famoso en Houston por el arte de mezclar música. Ahí vivía hasta que un día lo agarró la migra y fue deportado. Su esposa y sus hijas no tienen problemas legales porque tienen la nacionalidad estadunidense.

El 26 de agosto Edgar David de Ríos cumplirá 24 años y los quiere celebrar con su familia. Pero el muro fronterizo los separa.

Quizá esta sea la última ocasión en que tengamos contacto con David vía telefónica, hasta que llegue a Houston, pues a partir del domingo por la tarde, caminará por el desierto, cruzará el Río Bravo, y seguirá a píe hasta lograr "el sueño americano".

 —¿Cómo te sientes David?

—Ya mejor, me dieron unas pastillas y un jarabe, y creo que ya puedo continuar.

—¿Cuándo sales de Coahuila?

—Hoy por la tarde con todos mis hermanos que se preocuparon por mí y se quedaron.

—¿Y qué sigue?

 —Espero que el domingo, primero Dios, lleguemos a la ciudad de Nuevo Laredo, luego nos acercamos al desierto y ahí contactamos con el pollero. Vamos a caminar por el monte, por el desierto de Tamaulipas, cruzamos el Río Bravo y de nuevo caminar por desierto. Esto nos podría llevar hasta tres días.

—¿Llevas qué comer?

—Sí, la mochila ya la cargamos con latas de atún, tostadas, pan y agua, sobre todo agua.

—¿Ya hablaste con tu esposa?

 —No, no he podido.

 —¿Me habías comentado que ella ya le dio mil dólares al pollero?

—Sí, ya está todo arreglado, el resto se le da cuando esté del otro lado.

 —¿Ya cruzaste todo México, que sientes de que estás más cerca de tu familia?

—Estoy emocionado, nervioso, pero tengo miedo de que me agarren porque si lo hacen ya no me deportan, ahora me encierran de cinco a seis años.

 —¿Por qué?

—Porque cuando me deportaron quedé fichado y me dijeron que en cinco años no podía intentarlo y si me agarran es reentre por no cumplir con el tiempo que me dieron y es cárcel. Ahora mi pasaporte es la mano de Dios.

 Se corta la llamada…

Dennis A. García, La Crónica, 12 de agosto.

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