El PRI dio todo por consumado a la medianoche. Y los priístas ya se ven de nuevo en Los Pinos con Enrique Peña Nieto. Por eso mudaron su tropel de la esperanza por el del agandalle. Todos a la foto; todos a ver cómo se acomodan.Dejá vu total. El PRI, siempre el PRI.
Pero antes de eso, los consejeros políticos del PRI, invitados especiales (y no pocos periodistas) que habían pasado por cualquier clase de complicaciones y apachurramientos para lograr su ingreso al auditorio Plutarco Elías Calles, contuvieron la respiración.
Eran las 11 de la noche y se mantenían atentos a lo que veían en las inmensas pantallas de televisión ahí instaladas y, sobre todo, porque sabían que la diferencia de votos en el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) entre su candidato Enrique Peña Nieto y el aspirante de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, se acortaba.
Pero el alma les volvió al cuerpo y estallaron en un grito de alivio y triunfo cuando el presidente del Instituto Federal Electoral (IFE), Leonardo Valdés, confirmó la ventaja del mexiquense. Éste, por lo demás, en un gesto totalmente calculado, llegó al recinto minutos después de que esas mismas pantallas proyectaran en diferido el mensaje de López Obrador anunciando que esperará al cómputo oficial para dar su última palabra sobre el proceso electoral.
Los priístas habían presenciado también la virtual admisión del presidente Felipe Calderón del triunfo priísta. Nadie –a diferencia de cuando se proyectaba a López Obrador– le chifló, censuró o siquiera recordó por lo bajo los yerros de su administración. Ya tenían lo que querían: la Presidencia de la República.
Peña Nieto llegó acompañado de su familia y los altos jerarcas del partido. Otros dirigentes habían ingresado antes. A todos los distinguía un semblante triunfal que desmentía la precaución con que hasta momentos antes había mostrado Pedro Joaquín Coldwell, en un alarde de formalismo y legalidad, para asegurar la espera definitiva de los resultados antes de echar las campanas al vuelo.
Ya para qué, si simplemente el presidente Calderón (quizá acordándose de su propio proceso de hace seis años) votó en dos ocasiones el mismo día. Y de paso se despachó un mensaje en el cual, paradójicamente, hizo gala de vocación democrática.
Así, con los ojos rasgados por las lágrimas y el Himno Nacional como colofón y reconocimiento de derrota hace 12 años, ayer la borrachera triunfal del PRI por su regreso a la Presidencia de la República se tornó música de banda de Julio Preciado, traído por el tricolor para dar el toque celebratorio, pero también de distracción y solaz, de sus fuerzas vivas
, a las cuales congregó en la explanada del partido seis horas antes de la aparición de Enrique Peña Nieto para recibir los primeros vítores por su autoproclamado triunfo.
Todos los emblemas, códigos, usos y costumbres de aquel PRI bajo el cual los mexicanos vivieron gobernados 70 años, ayer estaban de nuevo ahí. Prácticamente sin matices: por acá los acarreados, por allá los políticos sobrevivientes de épocas gloriosas, con algunas novedades surgidas en los años en que el tricolor estuvo fuera de Los Pinos, pero no del poder, sin duda.
Desde que la hija del líder petrolero Carlos Romero Deschamps fue pillada en la indiscreción de los excesos de su poder de consumo, aquél fue hecho a un lado de los mítines de Peña Nieto. Pero no sus huestes.
Procedentes de las diversas secciones que tiene el sindicato petrolero en todo el país, prácticamente no hubo mitin de Peña Nieto donde no fueran ellos los más gritones y demostrativos de la adhesión priista.
Y ayer no fue la excepción. Prestos, apenas pasadas las seis de la tarde llegaron trabajadores petroleros de las secciones 43, 34 y 35. Eran más de mil. Vinieron también los de la llamadaPorra Oriente
, infaltables con su batucada y sus excesos de euforia. También un contingente de maestros del Sindicato Nacional de Trabajadorers de la Educación. Y con todo, el inmenso sillerío debajo de la carpa no se ocupó totalmente y las largas horas de espera fueron compensadas apenas con un exultante Peña Nieto que les dedicó a lo sumo 10 minutos para volver enseguida a su práctica habitual de saludar a todo aquel que lo solicita, siempre y cuando esté detás de una valla.
Porque para eso, la seguridad privada, enviada por el Estado Mayor Presidencial, y la que habitualmente acompaña al presunto candidato ganador, ha desarrollado los más complejos y tortuosos métodos de control de personas. Trátese de quien se trate.
Y ayer en el PRI nadie se acordó del Himno Nacional.
Rosa Elvira Vargas y Enrique Méndez, La Jornada, 2 de julio.
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