Hay que desechar el maniqueísmo electoral, pide Joaquín Coldwell


El líder nacional del PRI, Pedro Joaquín Coldwell, pide dejar de lado elmaniqueísmo según el cual los 19 millones 226 mil 784 votos de Enrique Peña Nieto son fruto de la coacción y de la compra de sufragios, y los 15 millones 896 mil 999 de Andrés Manuel López Obrador son producto de la pureza democrática. ¡No puede haber dos varas y dos medidas para la elección!
Y puntualiza: Concluido el cómputo, los números muestran y acreditan que el señor López Obrador fue un candidato menos competitivo que en 2006, pese a haber sacado más votos esta vez. Entonces ganó en 16 estados, ahora sólo en ocho, y en 17 se fue a tercer lugar. Está muy claro que su mensaje no caló en el norte, el occidente y el Bajío.
Además, define como acusaciones con un gran despliegue mediático sin exhibir prueba alguna las múltiples voces que señalan a su partido de haber entregado tarjetas de Soriana a cambio de los votos por Peña Nieto. Asimismo, dirige sus baterías hacia el presidente Felipe Calderón para recordarle el papel del PRI como oposición responsable, elemento central para su toma de protesta del primero de diciembre de 2006, y evitar así una crisis político- constitucional al país.
Las muestras de disidencia
Joaquín Coldwell anticipa la celebración de una nueva asamblea nacional del PRI, a más tardar a fines de febrero de 2013, para hacer una revisión a fondo de sus documentos básicos, la relación entre el partido y la sociedad, y sobre todo, con el presidente de la República.
Y frente a las manifestaciones multitudinarias contra Enrique Peña Nieto, organizadas en varias partes del país el sábado pasado, dice que eltricolor entiende y respeta lasmuestras de disidencia, pero acota:El país no puede ser rehén de un problema poselectoral. Llegó el momento de dejar atrás los reclamos electorales y dar paso a las exigencias sociales.
Todavía –dice él– sin tener tiempo para descansar, ocupado en la etapa contenciosa de los comicios, el líder priísta recibió a La Jornada. Esta es la entrevista.
–Ernesto Zedillo marcó la relación con el PRI, con la sana distancia. En 2000, el partido se ajustó para funcionar sin la paternidad presidencial. ¿Qué debe modificarse ahora con el regreso a Los Pinos?
–Esa fue una expresión de otros tiempos. Y la presidencia que ha definido Enrique Peña se orienta a un liderazgo democrático y moderno. Por un lado, el PRI debe apuntalar las políticas públicas del nuevo gobierno y, por otro, el presidente debe ejercer su liderazgo partidario con pleno respeto a los derechos políticos de los militantes.
Requerimos una revisión de fondo para adecuar al partido a los nuevos tiempos. En el marco de una reforma de esa naturaleza, y en la nueva condición de que el PRI vuelve a ser partido en el gobierno, debe actuar como correa de transmisión entre la sociedad y el gobierno, y viceversa, un puente con la militancia y explicar las políticas públicas de la próxima administración.
–¿Cómo será la relación con los grupos parlamentarios?
–En lo legislativo es muy importante la sana cercanía entre las bancadas del partido y el Ejecutivo, porque tendremos las características de un gobierno dividido.
–El retorno del PRI a Los Pinos genera miedo, resquemores en algunos grupos sociales...
–Peña Nieto atajó desde la campaña esos temores con su manifiesto por una presidencia democrática, donde ratificó su compromiso de cumplir los principios constitucionales de respeto a la libertad de manifestación, de conciencia, a la autonomía de los poderes Legislativo, Judicial y las instancias federales de gobierno.
Incluso colocó en la agenda la creación de un órgano autónomo para transparentar las relaciones económicas entre el poder y los medios.
¿Cómo vería su partido si su candidato presidencial invita a ciudadanos sin partido o a militantes de otras fuerzas políticas?
–El PRI no le reclamará a Peña Nieto un gobierno sectario. Creemos que él debe, más allá de la militancia de quienes integren su gabinete, conformarlo con gente probadamente capaz.
–Persiste la duda de qué actitud asumirá el PRI si la reforma fiscal propuesta por Peña Nieto incluye gravar con IVA alimentos y medicinas.
–Todos los candidatos coincidieron en la necesidad de una reforma hacendaria integral. Ahora debe verse el contenido de la misma, no adelantemos vísperas; hay que construirla a partir de las coincidencias.
–De nuevo en el contexto poselectoral, ¿qué análisis les merecen las manifestaciones contra su candidato presidencial? ¿Les preocupan?
–Somos una sociedad plural. El PRI respeta todas las muestras de disidencia y estamos dispuestos a dialogar con las fuerzas políticas o los movimientos sociales que quieran hablar con nosotros. Quienes manifiestan inconformidad electoral (deben saber) que serán desahogadas por las instancias correspondientes: la unidad de fiscalización del IFE y, en el caso de la calificación a la elección presidencial, el tribunal electoral.
–¿Guardan alguna duda de obtener la ratificación de su triunfo?
–Creemos que nos asiste la razón legal.
–¿Qué respuesta le merece la declaración de Gustavo Madero de que la elección de Peña puede ser legal, pero no legítima?
–El presidente del PAN suele darse disparos en el pie. Si una elección con 6.5 puntos de diferencia no le parece suficiente para proclamar la legitimidad de un nuevo gobierno, ¡imagínese una de menos de medio punto, como la de hace seis años!
–¿Cómo analiza el resultado en estados donde el PRI perdió?
–Esta elección confirmó la pluralidad de la sociedad mexicana. Ninguna fuerza política ganó ni perdió todo.
“La ciudadanía se expresó y sometió a los gobiernos locales a la rendición de cuentas electorales, y ahí están los resultados. Éstos no pueden descalificarse a partir de una visión maniquea ni decir que son válidos en Morelos, en Tabasco y el Distrito Federal, y los votos de los próximos legisladores de la izquierda que ganaron legítimamente, pero que donde no triunfaron ellos hay fraude y sembrar además la sospecha sobre la actuación de las instituciones electorales.
En las zonas donde perdimos aún no hemos hecho una evaluación a fondo de las motivaciones de los electores. Es una asignatura pendiente y será un insumo para nuestra reforma partidaria. Pero es claro que sí nos marcan un grado de insatisfacción de ese segmento de la sociedad respecto de nuestros colores y ante el cual no podemos poner oídos sordos.
–¿Pero está el PRI seguro de sus números, de su comportamiento y de su candidato?
–Nos sentimos confiados de nuestros resultados. Tenemos las actas en las manos. Fuimos al recuento voto por voto y casilla por casilla en 54.5 por ciento de éstas y hemos señalado, y lo ratificamos, la posición de que si la izquierda pide ante el tribunal (electoral) el voto por voto en 45.5 por ciento, nos allanaríamos. Por cierto, no hemos obtenido respuesta al pronunciamiento público que hicimos en ese sentido.
–¿Cómo queda el PRI con Calderón al final del sexenio? ¿Borrón y cuenta nueva?
–Fuimos una oposición responsable. Hubo, desde luego, acuerdos y desacuerdos. Pero siempre hubo respeto con él y, a la larga, esa fue una de las razones que le permitieron al PRI reposicionarse para esta elección.
El PRI comenzó a ganar las elecciones de este año entre julio y diciembre de 2006. El reconocer resultados, admitir nuestra derrota e ir a hacer quórum el día de la toma de protesta, fueron valorados muy favorablemente por la sociedad.
Rosa Elvira Vargas y Enrique Méndez, La Jornada, 10 de julio.

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