Hay ya una desincorporación hormiga de funciones en Pemex, alerta David Ibarra

La privatización total de Pemex es “inviable económicamente e imposible políticamente”, pero hay que evitar que la “desincorporación parcial, hormiga de funciones” que se lleva a cabo, “siga creando conglomerados de actividades privadas con funciones cada vez más estratégicas”, advirtió el ex secretario de Hacienda David Ibarra Muñoz.

Al participar en el primer debate sobre la reforma a Petróleos Mexicanos (Pemex), el también ex director de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y de Nacional Financiera (Nafin) resaltó la debilidad y el empobrecimiento financiero a que se ha llevado a la paraestatal, debido a “las trasferencias desproporcionadas de sus ingresos a las finanzas públicas y a un autoritarismo solapado que ha cambiado las reglas del juego a trasmano”.

Ibarra Muñoz se manifestó por reconstruir Pemex, a fin de que recobre su papel de sector estratégico en el desarrollo del país. Con él coincidieron el perredista José Agustín Ortiz Pinchetti y el historiador Lorenzo Meyer, quien sostuvo que es necesario el “nacionalismo vivo” para defender a la empresa.

La única voz discordante en esa segunda parte del debate entre intelectuales, académicos e investigadores fue la de Carlos Elizondo Mayer-Serra, quien hizo que saltaran de su asiento los demás panelistas, y que Cuauhtémoc Cárdenas endureciera aún más el gesto, al sostener que es inútil el debate sobre la constitucionalidad o no de las iniciativas de Felipe Calderón, y que tampoco le parece interesante debatir sobre la privatización o no de Pemex, porque es (una discusión) semántica, no de fondo.

“La Constitución no es un texto sagrado –ya ha sido reformada 473 veces–”, recalcó Elizondo, ex embajador de México ante la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Abogó por la modificación constitucional, la celebración de contratos de riesgo, dar a particulares la construcción y operación de nuevas refinerías, y “por repensar el pacto fiscal de los mexicanos; cualquiera que diga que a Pemex hay que desendeudarlo hay que ver de dónde van a salir los recursos, porque no se están escondiendo, se están usando en gasto corriente, en inversión, salud, maestros”.

Preguntó a los legisladores: “¿Qué le quita al país que hubiera dos refinerías privadas? Le quitaría simplemente que deja-ríamos de explotar la de Estados Unidos, de la India, y estar generando empleos en esos países, y tendríamos dos refinerías privadas en México. No pasaría nada, Pemex seguiría siendo industria integrada”.

Cuestionó el que la reforma propuesta por el Ejecutivo esté encadenada. “Pensemos cuál es la mejor reforma. ¿Por qué no asociarnos con contratos de riesgo?, que suena a una cosa espantosa, pero limitados constitucionalmente en el número, y al final veamos qué nos dieron con un plazo definido. En seis años, si no les gusta los cancelamos”.

Por su parte, el historiador Lorenzo Meyer refutó al dirigente nacional del PAN, Germán Martínez, quien señaló que “hay un nacionalismo falsario” en la defensa de Pemex, “que en realidad tiene otros fines”. Sí, sí ha habido falsos nacionalismos, pero en el tema del petróleo, aseveró Meyer: “México tiene necesidad de vivir un nacionalismo real, porque es vecino del país con el mayor grado de nacionalismo que existe hoy; conduce su política totalmente en ese nacionalismo y a veces es agresivo. El país necesita uno (un nacionalismo) vivo, no agresivo, pero sí defensivo, no xenófobo, pero sí bien pensado”.

Desde el Senado, el investigador Meyer subrayó que la idea de dar el petróleo al sector privado viene de los ex presidentes Manuel González y sobre todo de Porfirio Díaz. “La razón (que esgrimían) era muy simple, muy parecida a la que se da ahora: ‘el país lo requiere, hay que invertir mucho, es muy arriesgada la tecnología, el petróleo es complicadísimo, hay que facilitar al sector privado su presencia ahí, porque el país la requiere”’.

Por su parte, David Ibarra Muñoz, secretario de Hacienda en la administración del presidente José López Portillo, dijo que “todos somos responsables del debilitamiento de Pemex en más de un sentido, al avalar una distribución irracional de la renta petrolera y al defender de modo distinto el estrato público. Los empresarios lo hacen para gozar de impuestos bajos. Los gobiernos estatales porque más de una cuarta parte de sus participaciones tributarias tienen origen petrolero. Los partidos políticos y el fisco federal, porque les ahorra los costos políticos de implantar reformas tributarias, siempre impopulares, y los inversionistas extranjeros por cuanto la crisis nuestra les abre las puertas de par en par para tomar más y más funciones rentables antes reservadas al Estado”.

Se manifestó por no traspasar la refinación a empresas privadas, porque ello llevaría al país a especializarse en la producción de artículos sin elaboración, y por evitar la privatización “a retazos” de una o de algunas de las funciones más importantes de Petróleos Mexicanos. Otro criterio que debe tomarse en cuenta en la reforma de la paraestatal es la prelación ineludible de abastecer el mercado nacional por encima de las demandas del exterior, que seguramente se intensificarán ante el desajuste crónico entre requerimientos y disponibilidades universales de hidrocarburos.

A su vez, José Agustín Ortiz Pinchetti se refirió a lo expresado por Carlos Elizondo y dijo que “por fin vemos surgir en su intervención con toda crudeza la vocación por la privatización, es decir, finalmente se nos dice lo que está pasando en forma oscura, confusa, en las iniciativas de Calderón”.

Por su lado, Ibarra Muñoz dijo estar un poco confundido, porque ahora resulta que la constitucionalidad de las reformas y mandatos no es importante. “Esto es, el estado de derecho dejó de ser importante. Eso es verdaderamente notable, pero ahí lo dejo.”

Ante los cuestionamientos a su intervención, Elizondo Mayer-Serra reviró a Ortiz Pinchetti: “Yo vengo en nombre propio, no estoy acostumbrado a leer textos de otros; entonces estoy aquí describiendo lo que yo pienso; no tiene nada que ver con la política del gobierno; no saque usted conclusiones que no debe sacar”.

E insistió en su tesis: “Si tenemos que cambiar la guía reglamentaria, cambiémosla; si necesitamos cambiar la Constitución, cambiémosla”. Luego precisó: “Ojo, yo no quiero privatizar Pemex, estoy diciendo que ensayemos formas distintas de maximizar el ingreso de la nación. Eso significa refinerías, por qué no privadas, si lo pueden hacer más barato y nos quitan una carga administrativa de una empresa que tiene una enorme tarea enfrente”.

En su turno, el senador del Partido de la Revolución Democrática Pablo Gómez cuestionó a Elizondo respecto de su aseveración de que “a Pemex no le ha faltado dinero”.

El también perredista Arturo Núñez preguntó a Lorenzo Meyer si podría explicar por qué “nuestra derecha se ha vuelto tan vergonzante y por qué no se atreve a hablar de privatización cuando está haciendo una iniciativa privatizadora”.

Meyer le respondió: “El miedo a decir privatización es parte de la visión que dominó en México; la derecha tiene todavía cierta pena de decirse derecha, pero yo creo, senador, que ya lo está perdiendo, ahora ya se puede decir ‘de derecha’, que hace 20, 30 años no, pero eran de derecha, y en una buena medida el propio gobierno presidido por el PRI fue de derecha en muchos sexenios; no querían decirlo, pero lo eran”.

Nota de Víctor Ballinas y Andrea Becerril, La Jornada, 14 de mayo.


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