Sonríe a su derecha Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno del Distrito Federal, quien acaba de anunciar una consulta pública sobre la reforma petrolera, sólo para ganarse la acusación panista de emplear “tácticas dilatorias” para retrasar reformas urgentes.
Se sigue el gobernador de Guanajuato: “Hoy vemos puras tácticas dilatorias, toma de tribuna, ampliación de los foros, referéndum que no está en la Constitución, qué más, pidamos lo imposible y seamos sensatos”.
Insensato, Ebrard anuncia lo posible y pide lo imposible: fija el 27 de julio como fecha de la consulta en el Distrito Federal e invita a los gobernadores a seguir su ejemplo.
Aunque con cierta ambigüedad, sólo se suma el también perredista Leonel Godoy. Nadie se mete con él. Las baterías se enfilan contra Ebrard.
Marco Antonio Adame, gobernador de Morelos, lo llama el “preopinante” y lo acusa de querer encontrar todos los males de Pemex en los gobiernos panistas, que apenas llevan ocho años.
“¿Qué es lo que impide un análisis más amplio? ¿Vergüenza del propio pasado, amnesia? ¿Será que los pasos por las trincheras políticas duran sólo unos años, y la vergüenza toda la vida?”
Para los panistas, la consulta pública ya está en curso y por eso Adame ubica la propuesta de Ebrard en un conjunto de “acciones dilatorias y provocadoras que pretenden desviar la atención e impedir que el Senado y la Cámara de Diputados cumplan con su encomienda”.
Ni siquiera cuando lanza esos dardos levanta Adame la vista de sus papeles.
Ebrard toma el pie: “No es su tono habitual, a lo mejor le mandaron por ahí una tarjeta… pero hablando de vergüenzas, es no tener vergüenza estar proponiendo modificar, dar por tierra, con el artículo 27 constitucional en una ley secundaria, y venirse a extrañar aquí de que eso provoque un gran debate nacional. No tienen vergüenza ustedes.”
A su izquierda está el gobernador de Guanajuato, quien le demanda respeto: “Lo mismo exijo, lo mismo exijo”, responde Ebrard, y recuerda que Felipe Calderón es del partido que ha dirigido Pemex los últimos ocho años, cuando la paraestatal ha tenido más dinero que nunca.
“¿En qué lo usaron, gasto corriente, pago de pasivos?”
Los gobiernos panistas no tomaron las decisiones que ahora buscan dejar en manos de otros y ofrecen a los mexicanos, dice Ebrard, un “espejismo”: “Si se aceptan, vamos a tener mucho dinero, cuando (ya) tenemos el precio del petróleo más alto de la historia y probablemente no vaya a bajar en el corto plazo.”
Y defiende la consulta que acaba de anunciar: “¿Qué les preocupa? Si sus argumentos son tan sólidos, ¿qué les apura?”
No les apura sino la constitucionalidad de una consulta pública. Lo dice el gobernador Oliva: “Proponen el referéndum que es inconstitucional. ¿Dónde está la congruencia?”
En el turno de los legisladores, el senador Pablo Gómez lo tacha de ignorante por su manejo de los números de Pemex y luego le asesta el golpe: “Ningún demócrata –no es el caso de usted, naturalmente– tiene derecho a sostener que por encima de la ciudadanía y del pueblo se encuentran los representantes de ésta. República con representantes y sin ciudadanos es lo que usted nos propone y que yo me permito muy comedidamente rechazar”.
La opepita de Fidel Herrera
Jalan más seis gobernadores que ocho eminencias. Sobre todo si tres de ellos no se dan por muertos para 2012. Sobre todo si los seis, de par en par, representan a los tres partidos grandes.
Hay más medios, más invitados, y la calle de Donceles llena de carros de escoltas.
En su día de hacerse el gracioso, el senador Francisco Labastida anuncia que el primer turno es, por sorteo, del priísta Fidel Herrera, “para hacer honor a la fama que tiene” (se sacó el gordo de la lotería).
Y el gobernador de Veracruz, quizá abusando de su suerte, quiere sacarse de nuevo la lotería. Inventa, en esa búsqueda, una fórmula que llama “tercera vía”, que no es otra cosa sino la posibilidad de que los gobiernos de los estados se asocien con capital privado y Pemex para explotar los pozos “marginales” (cinco mil que están cerrados, informa).
Ni queremos una opepita ni buscamos la balcanización de Pemex, se defiende Herrera, quien para fundamentar su “tercera vía” hace un recuento de las instalaciones que la paraestatal tiene en su estado y de los costos, sobre todo ambientales, que los veracruzanos pagan hace mucho tiempo.
La lotería, mucho más de lo que ganó con los billetes que compró en La Parroquia: de 2 mil a 2 mil 500 millones de dólares por año.
Herrera no inscribe su propuesta, por supuesto, en el fortalecimiento de esos feudos en que se han convertido muchas gubernaturas desde la salida del PRI de Los Pinos. La considera una “contribución propositiva” para combatir “la confusión” que se ha creado en torno al tema petrolero. “Ahora (Pemex) debe ser más que nunca el motivo de unidad de la nación y no la causa de discordia.”
Todo esto dice Herrera con su corbata roja, al lado de la corbata amarilla de Ebrard, quien lo separa de la corbata azul del guanajuatense Oliva, mientras le falla el micrófono.
Labastida continúa gracioso: “No hubo mano negra en el manejo del micrófono ni estaba destinado al jefe del Gobierno del DF.”
Más tarde le falla el mismo micrófono a Ebrard, pese a todo. Pero no al guanajuatense Oliva, quien se suma alegremente a la iniciativa del veracruzano: “Comparto y apoyo la iniciativa del gobernador de Veracruz, de que empresas mixtas puedan transportar, almacenar y distribuir petrolíferos y petroquímica básica. Fidel, permite estrechar tu mano.” Y los dos gobernadores estrechan sus manos casi encima del tórax de Marcelo Ebrard, en medio de un aplauso casi general.
Los negocios de Pemex unen lo que las trincheras partidistas separan.
En su turno, Herrera acusa recibo de las flores del panista sólo para después recordar el “honor” de haber sido compañero de partido de Ebrard y varios más de los presentes que ahora navegan con otras banderas.
La concurrencia celebra con aplausos la chacota y la nueva clase política ríe en pleno.
“Las ideologías dividen”
“¿Dónde estaban hace veinte años los que dicen oponerse a esta medida? ¿Dónde estaban? ¿En qué trinchera política y en qué defensa de la nación? ¿A quién le está conviniendo que no se creen los empleos y las inversiones en México?”, pregunta el gobernador de Guanajuato.
Invoca luego la palabra maldita y hace frases que pasarán a la historia gracias a los debates en curso. Aquí sólo caben tres: “La verdadera política privatizadora es dejar las cosas como están”; “Dejemos de envolvernos en banderas dogmáticas que sólo nos conducen a un despeñadero”; “Las ideologías dividen, nunca han unido”.
¿Y dónde estaban hace veinte años?
Responde Ebrard: “Hace veinte años estaba en la Secretaría de Desarrollo Urbano y de Ecología. Y lo reto a usted a que, en toda mi carrera política, mi servicio público, me diga cuándo apoyé yo la privatización del sector petrolero.”
Replica más tarde Oliva, sin atender al reto: “Pregunté en qué trinchera estaba, no dónde trabajaba.”
No sueltan los panistas a Ebrard.
Gustavo Madero, presidente de la Comisión de Hacienda, le pide revisar su chequera si quiere saber dónde quedaron los excedentes petroleros. Rubén Camarillo lo acusa de ponerse “una máscara” y de asistir al Senado con el discurso de Andrés Manuel López Obrador, que no el suyo. Y para rematar le dice que el gobierno del Distrito Federal ha hecho múltiples alianzas con la iniciativa privada.
Ebrard es el único mandatario estatal en tomar turno tras las intervenciones de los legisladores, en virtud de los dardos que le dedican: “No vine aquí a argumentar que el sector privado deba ser excluido en toda la economía o algo así, no. Lo que yo vine a decir aquí es que no me parece que sea la solución al problema que hay en Pemex el que se introduzca una norma secundaria que le quita al Estado mexicano la exclusividad de las actividades de la industria petrolera.”
Emilio Gamboa Patrón, coordinador de los diputados del PRI, es el encargado de la clausura: asiste a otro debate, seguro, porque él ve acuerdos y diferencias de matiz. Pregunta: “¿Quién está en contra de fortalecer a Pemex? Aquí no lo oí”.
¿Cuál era el tema?
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