El Papa pide “libertades” y condena el bloqueo


Al concluir ayer su visita de tres días a Cuba, el papa Benedicto XVI pidió a las autoridades respetar el ejercicio pleno de las “libertades fundamentales” de la población, y antes de irse de La Habana condenó el embargo estadunidense contra la isla, luego de hablar con el ex presidente Fidel Castro y oficiar una misa pública.
Tras destacar en su discurso de despedida en el aeropuerto capitalino la necesidad de “cimentar una sociedad de amplios horizontes, renovada y reconciliada”, el Papa exhortó a “que nadie se vea impedido de sumarse a esta apasionante tarea por la limitación de sus libertades fundamentales”.
Y a este llamado siguió una condena al embargo impuesto por Estados Unidos hace medio siglo.
La situación en Cuba “se ve agravada cuando medidas económicas restrictivas impuestas desde fuera del país pesan negativamente sobre la población”, dijo el Papa ante el presidente cubano Raúl Castro antes de abordar, bajo la lluvia, el avión para regresar a Roma, que despegó hacia las 17H40 locales (22H40 GMT).
“La hora presente reclama de forma apremiante que en la convivencia humana, nacional e internacional, se destierren posiciones inamovibles y los puntos de vista unilaterales”, remarcó el Papa, en un llamado indirecto a Estados Unidos y Cuba a dialogar.
A su vez, en sus palabras de despedida, Raúl Castro dijo a Joseph Ratiznger: “Santidad, hemos encontrado muchas y profundas coincidencias, aunque como es natural, no pensemos lo mismo sobre todas las cuestiones”.
El encuentro con el ex presidente Fidel Castro, de 85 años —que fue a invitación de Benedicto XVI según explicó el vocero vaticano, Federico Lombardi—, ocurrió después del mediodía en la Nunciatura Apostólica, en el barrio diplomático de Miramar (oeste) y duró media hora.
Lombardi narró que Fidel Castro, acompañado de su esposa e hijos, ”hizo preguntas al Papa para saber su pensamiento sobre diversos temas”; fue un “diálogo intenso, cordial y sereno” con la ayuda de intérpretes, detalló.
Fidel Castro también consultó al Papa “sobre los cambios litúrgicos en la misa”, abundó Lombardi.
Desde su llegada a Cuba, Benedicto XVI agradeció el trato dispensado en 1998 a su predecesor Karol Wojtyla, el papa Juan Pablo II, con quien Fidel Castro se reunió en la isla y antes, en 1996, en el Vaticano. En 1991 Cuba se convirtió de Estado ateo en laico.
Antes de concluir su viaje número 23, el Papa ofició una misa en la Plaza de la Revolución ante la presencia de Raúl Castro, su canciller Bruno Rodríguez y la jerarquía católica, junto a 300 mil fieles, según el Vaticano, quienes ondeaban banderas cubanas.
El altar fue colocado delante del monumento a José Martí, el “Padre de la Patria” y junto a una manta con una leyenda suya: “En la Cruz Murió el Hombre un Día”.
El pontífice llamó a “solucionar las eventuales discrepancias y dificultades buscando incansablemente lo que nos une, con diálogo paciente y sincero, comprensión recíproca y una leal voluntad de escucha que acepte metas portadoras de esperanza¨.
También dijo que algunos interpretan mal la búsqueda de la verdad y la “llevan a la irracionalidad y al fanatismo, encerrándose en su verdad e intentando imponerla a los demás”.
A la Plaza, custodiada por una bandera cubana y la figura del guerrillero argentino Che Guevara, llegaron numerosos peregrinos cubanos desde Miami en dos vuelos especiales.
También sobresalían las banderas mexicanas de las escuelas de los Legionarios de Cristo en Cancún, que lograron un sitio privilegiado frente al altar y con sillas, mientras la mayoría de los fieles permaneció de pie animando con cánticos el momento.
Ratzinger, prefecto de la Doctrina de la Fe con Juan Pablo II, reconoció “con alegría que en Cuba se han ido dando pasos para que la Iglesia lleve a cabo su misión insoslayable de expresar pública y abiertamente su fe”. Y para poder hacerlo, “ha de contar con la esencial libertad religiosa”.
Pero “es preciso seguir adelante, y deseo animar a las instancias gubernamentales a reforzar lo ya alcanzado y a avanzar por este camino de genuino servicio al bien común”, añadió desde ese lugar emblemático de grandes concentraciones políticas.
Hace 14 años, aunque desde un altar con toldo, Wojtyla habló ahí ante un millón de cubanos y pidió, en una sonada frase, que “Cuba se abra al mundo para que el mundo se abra a Cuba”.
A su turno, el cardenal Jaime Ortega, arzobispo de La Habana —principal interlocutor del gobierno para la excarcelación en 2011 de decenas de presos políticos— llamó a la “paz y la reconciliación”.
Pese a su insistencia, el Vaticano desalentó desde el primer momento cualquier expectativa de los grupos disidentes en Cuba de reunirse con ellos.
“Reconciliación” en la habana(Manuel Juan Somoza/La Habana)
Los muchos llamados de Benedicto XVI a la “reconciliación” se hicieron palpables ayer en la Plaza de la Revolución capitalina. “Estoy muy emocionada, hace 50 años que no volvía a mi país”, dijo María C., una de los 300 exiliados y emigrados que viajaron esta semana a la isla desde Miami. Sumada a miles de personas —incluido el presidente Raúl Castro— presentes en la última misa de Joseph Ratzinger, María, 75 años, dijo confiar en que “esta visita ayude a la concordia entre nosotros”, en alusión a medio siglo de confrontación entre el exilio y la revolución.
Una peregrinación similar cuando el viaje de Juan Pablo II en 1998 fue impedida por el ala más dura del anticastrismo, que esta vez intentó hacerse sentir con una flotilla frente a las costas de La Habana, en aguas internacionales lanzando señales de luz, imperceptibles en la mayor parte de la ciudad. “Nos fuimos de aquí cuando el comunismo ganó”, recordó María, antes de que en la misa el Papa proclamara que “Cuba y el mundo necesitan cambios”.
“Pero ello solo se alcanzará si se decide tomar el camino del amor, sembrando reconciliación y fraternidad”, añadió desde un altar levantado a los pies de la misma tribuna desde la cual Fidel Castro remarcó por décadas el rumbo socialista del país.
Eugenia Jiménez, Enviada/La Habana, Milenio, 29 de marzo.

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