“Sabemos que su agenda está apretada”: Poiré a consejeros, despedidos a media sesión

Cuando Leonardo Valdés y demás consejeros del IFE fueron despedidos a media sesión, más de uno en la mesa del Consejo Nacional de Seguridad liberó guiños de complacencia, quizá por la reiterada exigencia a los políticos: garanticen la paz social para que haya democracia.

Óscar Vega Marín, secretario ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, se había encargado del adiós a los consejeros electorales que asistieron a Palacio Nacional a la firma de un convenio a favor de comicios seguros, aunque la rudeza fue suavizada por el secretario de Gobernación, Alejandro Poiré: “Sabemos que su agenda está apretada, pero si quieren quedarse, son bienvenidos”…

Ninguno aceptó la invitación, quizá con la certidumbre de lo que deparaba la reunión: una mezcolanza de cifras delictivas, de protocolos inservibles y de reproches sobre metas incumplidas en el combate al secuestro, homicidios y desapariciones,  la mayoría restregados a los gobernadores por la procuradora Marisela Morales Ibáñez.

Valdés salió entonces del recinto entre apretujones de los guardias de seguridad y otros colados, con escasos saludos de los gobernantes, todo por sus señalamientos sobre zonas de inseguridad que podrían inhibir las votaciones y sobre la violencia que ha provocado temor de salir a las calles; todo por haber pedido que no se hiciera de las elecciones un problema más en el país y por insistir en los destinatarios de su mensaje: “Señor presidente, señora y señores gobernadores”…

Al final, la incomodidad se reflejó en las palabras: “No coincido (con Valdés) en sus calificaciones,  debemos asumir el proceso electoral con una visión de fortalecimiento, no de riesgo”, dijo el gobernador de Chihuahua, César Duarte, mientras el jefe de gobierno, Marcelo Ebrard, aseguró que  el pacto por una elección segura no representaba “nada nuevo”.

Y lo que imaginaban los consejeros al huir de Palacio se cumplió: durante casi dos horas se cruzaron estadísticas, se presentaron gráficas y se tejieron parafernalias que no hicieron más que acelerar el sopor y el hastío, que multiplicaron las visitas al tocador —lugar predilecto de la gobernadora de Yucatán, Ivonne Ortega, y de la activista María Elena Morera— y que propiciaron chascarrillos entre funcionarios: así lo hicieron los retozones Genaro García Luna y Guillermo Galván, quienes parecían ajenos a la lluvia de números.

No fue un buen día para los gobernadores: a los apremios del IFE se sumaron las “balconeadas” de Marisela Morales, quien entre gráficas de incidencia y porcentajes develó omisiones estatales en  temas delictivos de alto impacto, lo que derivó en sonrojos y nuevos llamados a cumplir en los tiempos establecidos con bases de datos y registros de la estrategia anticrimen. Esta vez, en su plan de censura, la procuradora no trastabilló.

De entre el lodazal político, surgió la voz de Alejandro Martí, quien insistió en que al país le urgen gobernadores y legisladores estadistas, que alinean sus acciones a la ciudadanía y no a sus partidos. Citó a Winston Churchill: “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”.

Y en la salida, ya frente a la Plaza de la Constitución, mientras los gobernantes furibundos se esfumaban en sus vehículos blindados, les lanzó un nuevo reclamo: “No vean los días como de 24 horas, sino como de 20 víctimas”…


Daniel Blancas Madrigal, La Crónica, 1º de marzo.

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