Ofrecen comida en basurero

TEQUIXQUIAC, Edomex.- Entre montones de desperdicios, moscas y perros, Manuel Salazar recibe a los indocumentados centroamericanos con agua, un taco de arroz o de frijol guisados por Teófila, su esposa, y una sonrisa.

Desde hace seis años, el encargado del basurero de Tequixquiac, quien no recibe salario, ayuda en la medida de sus posibilidades a los migrantes en tránsito hacia Estados Unidos.

"A pesar de que estoy desempleado, gracias a Dios sale para darles de comer un taquito o dos", comenta.

Aunque el hombre de 46 años se gana la vida separando aluminio, cartón y vidrio para revenderlos, hay veces que ni siquiera le alcanza para alimentar a su propia familia. Sin embargo, se las ingenia para no dejar con el estómago vacío a los migrantes que acuden al basurero.

La ayuda que brinda la familia es ya conocida entre los indocumentados que transitan por las vías del tren en Huehuetoca y el basurero se ha vuelto un paso obligado en su ruta.

Al poco tiempo de mudarse a una colonia en las inmediaciones del relleno sanitario, relata Teófila, una vecina la invitó a las vías del ferrocarril para ofrecer a los centroamericanos alimentos que había guisado para ellos.

La imagen de la máquina con cientos de migrantes en sus techos, señala, la conmovió hasta las lágrimas a ella, al igual que a sus hijas que la acompañaban.

Su familia empezó a dar comida como otros vecinos, y ofreció su casa para que los migrantes se bañaran o descansaran.

Una vez, recuerda, Manuel se hizo pasar por esposo de una migrante para que atendieran su parto en un hospital del Gobierno.

"Mucha gente me pregunta '¿y usted por qué va si ni tiene para usted?, y yo digo 'sí, no tengo ni para mí, pero a mi ni me quita nada (hacerlo)'. Si yo tengo un kilo de arroz es el mismo que comparto", justifica.

"(Los migrantes) se han caído del tren, se han enfermado, hasta he llorado con ellos", se sincera.

Manuel se hizo cargo del basurero hace dos años y empezó a juntar zapatos, ropa y cobijas para los indocumentados. Se toma además el trabajo de lavar todo antes de ofrecerlo.

Hace poco construyó una choza con madera, plásticos y cartón para que descansaran. Adentro colocó un sillón y unas sillas.

"Hasta mi bebé de cuatro años me dice: '¿Cuándo vamos con los migrantes? ¿Cuándo los llevamos a la casa a bañar?' Mis otras hijas anotan sus direcciones y algunos nos han hablado: 'ya estamos en Austin, en la frontera', dicen", presume el hombre.

Los indocumentados, provenientes de Lechería, llegan al basurero, ubicado a un costado de las vías, a las dos de la tarde.

Por lo general acuden unos 20 al día, pero en ocasiones, como hace 15 días, comenta Manuel, han llegado hasta 150.

Esperan a la madrugada para subirse al ferrocarril, cuya siguiente parada es Celaya.

En su labor, Manuel y su esposa se han enfrentado con el personal del Instituto Nacional de Migración (INM), pues hasta hace unos cuatro meses realizaban operativos para detener a centroamericanos.


Verónica Sánchez, Reforma, 1º de agosto.

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