Canciller alemana admira el centro histórico

A paso lento, la primera ministra de Alemania, Angela Merkel, admiró ayer la belleza arquitectónica que rodea al Zócalo capitalino.

Caminó plácidamente entre los visitantes dominicales y los trabajadores que desmantelaban las tribunas del encuentro musical de un día antes.

Su primera escala, después de llegar al aeropuerto de la Ciudad de México, minutos antes de las 17:00 horas, fue la Catedral Metropolitana, a la que ingresó por la puerta principal a las 18:20 horas. Y mientras los parroquianos, que no se mostraron sorprendidos por su presencia, escuchaban la misa, la canciller alemana recorrió el recinto católico, acompañada, de una comitiva de cerca de 10 personas, el dean Rubén Ávila y la guía.

Durante 20 minutos observó con asombro la riqueza cultural que resguarda la Catedral.

Admiró con interés el Altar de los Reyes, el primero que se construyó en América Latina, de estilo churriguresco, cuyas pinturas de Juan Rodríguez Juárez representan las escenas de la vida de Cristo y de la Virgen María.

Recibió un explicación extensa del coro y de los dos órganos que ahí se encuentran, los cuales son de tipo español barroco y miden 15 metros de altura y 9 metros de ancho por 2.80 metros de profundidad.

Con preguntas constantes a la guía de la Catedral, la canciller alemana escuchó la explicación de la capilla de San Felipe de Jesús, primer santo mexicano. Ingresó a la sacristía que resguarda las pinturas de dos de los mejores pintores de la Nueva España, Cristóbal de Villalpando y Juan Correa.

Con un operativo de seguridad discreto, Angela Merkel abandonó la Catedral por la calle de Guatemala. Instantes después, sin prisa, se instaló en la Plaza del Templo Mayor para admirar desde lejos la zona arqueológica de la cultura mexica.

Unos pasos adelante se detuvo ante la maqueta de la Ciudad de Tenochtitlan, de la cual le dieron una breve explicación. Fue entonces cuando los paseantes se percataron de su presencia y algunos preguntaban quién era, saciada su curiosidad se retiraban.

Otros, sentados en las jardineras de la plaza sólo la miraron pasar.

Sin contratiempos llegó al Zócalo, en donde se le mostró el exterior de Palacio Nacional y el significado de la bandera mexicana colocada en el centro de la Plaza de la Constitución, la cual cruzó tranquilamente.

Recibió uno que otro saludo de los paseantes, a los que respondió cordialmente con una sonrisa. Se enfiló al local comercial Arte Mexicano, donde cuelga en su entrada un alebrije; ahí permaneció durante siete minutos.

Durante su paso por la Plaza de la Constitución escuchó a lo lejos a un grupo de personas que se encontraban reunidas y quienes con un altavoz denunciaban la privatización que se pretende hacer de Petróleos Mexicanos, al grito de “Obrador… Obrador… Obrador”.

Un minuto antes de la 19:00 horas, la canciller alemana enfrente de Palacio Nacional abordó un automóvil Audi negro, sin placas, para trasladarse a su hotel.
Nota de Eugenia Jiménez, Milenio, 19 de mayo.

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