Fenómeno de percepción social, la estrategia de Seguridad Democrática de Uribe: experto

Bogotá, 5 de agosto. En la percepción de un amplio sector de la sociedad colombiana –70 por ciento, según las encuestas–, el presidente Álvaro Uribe, que abandonará este sábado la Casa de Nariño, es prácticamente un héroe que derrotó al “narcoterrorismo”, que abatió la inseguridad en las principales ciudades y recuperó para los ciudadanos la posibilidad de transitar por las carreteras del país sudamericano sin el riesgo de caer en alguna “pesca milagrosa” (secuestro y extorsión) con las que asolaban, hasta hace sólo algunos años, las guerrillas y los paramilitares.

Un halo de leyenda construido alrededor de Uribe es lo que lleva a su ex asesor José Obdulio Gaviria –conocido como su “mosquetero”– a expresarse exaltadamente en su artículo del periódico El Tiempo del pasado miércoles. “La providencia nos regaló a una inteligencia superior; un guía para dirigir a su pueblo en la travesía del desierto”, asegura.

Lo cierto es que, según los estudios más serios sobre la materia, la popularidad del presidente Uribe, que se la debe en buena medida a su estrategia de Seguridad Democrática, es más un fenómeno de percepción social, producto de una sólida propaganda oficial que se ejerció con el concurso de los poderes mediáticos –el “periodismo patriótico”, como lo llamó irónicamente el periodista español José Manuel Medem– que una realidad que pueda constatarse con datos duros.

Ariel Fernando Ávila, coordinador del Observatorio del Conflicto Armado de la Corporación Nuevo Arco Iris (CNAI), define en entrevista con La Jornada un enfoque mucho más estrecho de la alabada Seguridad Democrática: “Es una política contrainsurgente y casi sólo contra las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia). Y más nada”.

La “culebra” sigue viva, pese a los anuncios oficiales
El recuento de las acciones guerrilleras del último año y medio, de las bajas en el ejército y las nuevas zonas de expansión de tropas insurgentes demuestran que Uribe no logró su obsesión de derrotar militarmente a la guerrilla o, puesto en sus propias palabras, “terminar de matar a la culebra”.

En la mayor parte de los balances sobre estos ocho años sostienen que las FARC sufrieron una derrota histórica y que de la guerra de guerrillas más antigua del continente americano sólo quedaría por rematar a los restos de columnas rebeldes aisladas en territorios remotos. Pero un estudio más detallado permite llegar a una conclusión muy diferente.

Se trata del reporte La guerra contra las FARC y la guerra de las FARC, que publica la CNAI en su revista anual Arcanos. En esta investigación del Observatorio del Conflicto Armado, cuyo autor es Ávila, se demuestra que en los dos últimos años las FARC y en menor medida el Ejército de Liberación Nacional (ELN) se consolidaron en zonas que comprenden una tercera parte del territorio nacional. Hoy en día el ejército gubernamental controla solamente 50 por ciento del país.

Pese al discurso de la “derrota militar” de las FARC, Ávila concluye que hay “un empantanamiento” en el conflicto armado y que en los últimos meses de 2009 las FARC “comenzaron a retomar algunos territorios”. Explica que a pesar de la tendencia de 2008, de grandes golpes contra los rebeldes con las operaciones Jaque y Fénix, hoy la guerrilla mantiene una “fuerte capacidad bélica”.

Estadísticas, gráficas y mapas permiten sostener que “la política de Seguridad Democrática llegó a un techo en cuanto a resultados militares” en 2008, y en 2009 empezó a revertirse: “Esto es evidente principalmente en La Guajira, Guaviare, Cauca y Nariño, que años atrás no eran escenarios bélicos y hoy sí lo son”.

–¿No hay un triunfo que acreditarle al gobierno en su lucha?

–Sí, bueno, su logro es haber sacado a las FARC del centro de nuestro país. Pero en la periferia la guerra es otra cosa.

Error, definir a rebeldes como una narcoguerrilla
–¿En su opinión es correcta la definición de narcoguerrilla que acuñó el gobierno? ¿Qué tanto controlan las FARC de las rutas del narcotráfico?

Ávila se apoya en mapas para marcar: “La mayoría de la coca sale por Tumaco (suroccidente, en el Pacífico), que va a México; por el Tapón del Darién, a México vía Panamá, y por Buenaventura (Pacífico), que también va a México. Todas estas rutas son controladas por los grupos de paramilitares y neoparamilitares y los nuevos cárteles de la droga. Hay otras, como las rutas que van hacia Venezuela en la Arauca, pero esas también son de paramilitares, Aguilas Negras y Señor Cuchillo.

“Existe otra ruta, que es la de Brasil, que es la que controlan las FARC. Por ahí sale 15 por ciento. No es correcto calificarlos como narcotraficantes, y no porque sean buenos o malos. Es que no saben del negocio. No lavan dólares ni invierten. No lo permiten porque se les corrompería la tropa, saben que si lo anterior se expande internamente, ellos se acaban.

–¿Es cierto que sostienen su logística con dinero del narco?

–En 40 por ciento. Lo demás viene del secuestro y la extorsión.

–¿También las FARC se descentralizaron y atomizaron, como lo hicieron los narcos y los paras?

–Sí. Ellos vieron lo que le pasó a Abimael Guzmán (Sendero Luminoso) en Perú. Cuando capturan a Gonzalo, al año siguiente se acabaron. Las FARC dividieron el país en siete bloques, cada uno con sus comandantes, que actúan como comisarios: Mono Jojoy (segundo en la línea de mando), Pablo Catatumbo, Timochenco, Mauricio, Alfonso Cano (sucesor de Manuel Marulanda en la comandancia general), Iván Márquez, Joaquín Gómez.

“De modo que cuando hay un golpe duro en un bloque, la gente de los demás bloques no se desmovilizan. Eso pasó cuando mataron a Raúl Reyes; fue un golpe duro, pero no logró incapacitar a los demás frentes”.

Nadie está convencido de que pueda ganar la guerra
–¿Alguno de los grupos puede ganar esta guerra?

–Así como está, no. Hay que preguntarle ahora a Juan Manuel Santos. Por lo pronto las FARC saben que no la ganan. El año pasado hubo más de mil 300 militares fuera de combate (muertos, 470). Este año la cifra va a ser mucho mas alta. Ésta es una guerra terrible, lo que pasa es que no se ve.

–¿Puede ser que con Santos en la presidencia el tema de una salida negociada se ponga sobre la mesa en algún momento?

–La sociedad tiene una imagen negativa de la negociación por lo que pasó en Caguán (el fracaso de la negociación que impulsó Andrés Pastrana). Aquí es muy difícil sostener en público que ese proceso tuvo algo de positivo. Yo creo que antes de finales de 2011 va a ser muy difícil que se abra un proceso de negociación. Va a ser después, con la crisis económica, con el contexto internacional, porque los vecinos están muy incómodos con el conflicto.
Blanche Petrich, La Jornada, 6 de agosto.

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