“El poder sin contrapesos puede cegar”

En el proceso electoral de 2006 MILENIO aplicó a los candidatos a la Presidencia de la República lo que denominamos Cuestionario Maquiavelo. La idea original, inspirada en el libro ¿Qué haría Maquiavelo? El fin justifica la maldad, del estadunidense Stanley Bing (nombre de pluma de Gil Schwartz, escritor que colaboró en las revistas Esquire y Fortune, y vicepresidente ejecutivo y director de Comunicaciones de la cadena CBS), fue del escritor Carlos Fuentes en un artículo de preguntas sin respuestas (¿Qué haría el Presidente?) que publicó hace cinco años. Fue entonces cuando este diario retomó la idea, modificó algunas preguntas y añadió otras, y se las hizo a los candidatos presidenciales que competían a la sazón. Ahora renovamos las interrogantes en forma de afirmaciones y se las hacemos a los siete aspirantes a la Presidencia de los tres principales partidos (PAN, PRI y PRD). La intención es que, ante esas frases, los aspirantes presidenciales muestren a los lectores cómo reaccionarían si estuvieran en Los Pinos, de acuerdo con sus conceptos e ideas sobre el ejercicio del poder. Esta vez toca el turno al priista Manlio Fabio Beltrones, quien respondió por escrito; sus colaboradores argumentaron que tenía una agenda “saturada”… El Príncipe (el Presidente) siempre tiene la razón: la tiene cuando la tiene, y también cuando no la tiene… La primera razón que reconozco es la primacía de la ley y su imparcialidad. El Presidente tiene una misión, un destino, y por ello hará lo que sea… Con perdón de Maquiavelo, en mi ética el fin no justifica los medios. El Presidente es un tiburón: nadie lo detiene, avanza devorando todo, preferentemente a sus opositores… El arte de gobernar se rige por la ley, cumplir y hacer cumplir la ley. El Presidente es vengativo y sabe que la venganza es un plato que se come frío (o caliente, si quiere)… La venganza es una conducta ruin y mezquina en la vida pública y privada. El Presidente miente, cree sus mentiras, y hace creer a los demás que éstas son verdad… Con la primera mentira habrá perdido la confianza y su entereza personal. En beneficio de la nación, el Presidente puede ser un gran mitómano… Nunca en beneficio de la nación y el interés general, que es su primera responsabilidad. Al final el Presidente hace lo que le viene en gana: “He llegado a un acuerdo con mi pueblo: el pueblo dice lo que quiere y yo hago lo que quiero…” Nunca en una democracia y en un país de leyes. El Presidente debe ser impredecible para desorientar a sus contrarios… El nombre del juego democrático es certidumbre, seguridad jurídica en el sentido más amplio. Para el Presidente el poder es volver a ser un niño caprichoso… El poder sin contrapesos puede cegar. El Presidente debe ser precavido al grado de la paranoia… La precaución no destierra la confianza. El Presidente no confía en nadie… Confianza sin candor, precaución sin paranoia. Para el Presidente tener enemigos es más razonable que tener amigos: tener un nuevo enemigo le merece abrir una botella de Champaña (o de Tequila, si gusta)… Adversarios, nunca enemigos. Los amigos, cerca del corazón y lejos de las decisiones de gobierno. El Presidente debe estar en guerra permanente: es su esencia… Mejor en alerta permanente, atento e íntegro. El Presidente puede y debe excederse en todo… Puede, no debe ni tiene por qué. El Presidente no tiene piedad con sus colaboradores: debe asegurarse que cuando habla y da órdenes, o regaña, los testículos de sus subordinados les suban al pescuezo… El respeto se gana, no se impone. El Presidente, para conseguir lo que el país necesita, prefiere ser ultra que moderado… Maquiavelo olvidó la templanza de los clásicos de la antigüedad. El Presidente no tiene sentimientos: los ha expulsado de él mismo para servir a la patria… Creo en la razón con sentimientos. El Presidente no pide perdón… ¡¿Perdón?! Para el Presidente el usufructo del poder es un concurso de popularidad y rating… Algunos lo creen así y pierden. Para el Presidente el poder se ejerce aunque estimule odios… No sucede así cuando el ejercicio del poder público se apega a la ley, sin excepciones. El Presidente es feliz por todas las cualidades que el pueblo le adjudica… Mejor, feliz por el bien público que puede realizar. Para el Presidente su gobierno es la historia… Una falacia y un engaño propio. Para el Presidente, en Los Pinos la única antítesis válida es su propia tesis… De ahí, a la demencia, el camino es muy corto. El Presidente se alimenta de los desacuerdos de los otros, de la oposición… Al contrario, debe ser un hacedor de acuerdos, con la transparencia y apego a la ley que garantizan su solidez y cumplimiento. Para el Presidente cooptar a opositores es como jugar ajedrez… Quien así se desempeña desconoce las reglas del ajedrez y pierde. El Presidente ordenaría matar si cree que salvará a la patria… Podrá creerlo, pero ello no exime que la ley, el pueblo y su conciencia lo condenen. Juan Pablo Becerra-Acosta M., Milenio, 19 de noviembre.

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